Chicago, de la pasi¨®n a la apat¨ªa
En 1968, el alcalde de Chicago, Richard Daley, dio ¨®rdenes a la polic¨ªa de que recibiera con equipo antidisturbios a los manifestantes que se hab¨ªan concentrado en la ciudad con ocasi¨®n de la convenci¨®n dem¨®crata. Ahora, otro Richard Daley, hijo del anterior y actual alcalde, ha gestionado el acondicionamiento de lavabos port¨¢tiles y otros servicios para mayor comodidad de los asistentes a la convenci¨®n de 1996. Mucho ha llovido desde la ¨²ltima convenci¨®n dem¨®crata que hubo en Chicago, la m¨¢s tumultuosa de la historia norteamericana.El a?o 1968 fue conflictivo en todo el mundo: masacres de estudiantes en M¨¦xico, protestas universitarias en Par¨ªs, la invasi¨®n sovi¨¦tica de Checoslovaquia. Fue tambi¨¦n el momento en que la tensi¨®n que se hab¨ªa ido acumulando en el decenio lleg¨® a su punto culminante en EE UU. La guerra de Vietnam, el pozo negro de la pol¨ªtica norteamericana, continuaba siendo una batalla perdida, a pesar de los millones de d¨®lares gastados, y se hab¨ªa intensificado el movimiento de oposici¨®n, con. manifestaciones y protestas en la mayor¨ªa de las universidades.
Conflictivo era tambi¨¦n el momento de la lucha por la igualdad de derechos de los ciudadanos negros. El ideal de integraci¨®n con el que hab¨ªa comenzado la d¨¦cada se hab¨ªa evaporado. El asesinato de Martin Luther King, en abril de 1968, hab¨ªa desencadenado una oleada de protestas violentas en los guetos, lo cual acrecent¨® el miedo entre la poblaci¨®n blanca y sirvi¨® de justificaci¨®n para sus reclamaciones de una pol¨ªtica m¨¢s en¨¦rgica. En junio, dos meses antes de la convenci¨®n, fue asesinado Robert Kennedy, candidato presidencial, haciendo revivir al pa¨ªs el trauma de la muerte de su hermano e intensificando el clima apocal¨ªptico del momento. Hubert Humphrey, el vicepresidente, pas¨® a ser el candidato "oficial" dem¨®crata, frente a Eugene McCarthy, cuya posici¨®n frontal contra la guerra de Vietnam le hizo atractivo s¨®lo para una minor¨ªa liberal.
En este ambiente crispado comenz¨® la convenci¨®n dem¨®crata, que, adem¨¢s de los delegados, hab¨ªa convocado, para disgusto del alcalde a un gran sector de la juventud en contra de la guerra. Un sector de la contracultura ten¨ªa planes m¨¢s ambiciosos, como ridiculizar el sistema pol¨ªtico y los valores de la sociedad norteamericana. Entre sus estrategias se contaba desde verter LSD en el suministro de agua de la ciudad -una amenaza que, por supuesto, no lleg¨® a materializarse- hasta presentar a su propio candidato electoral, un cerdo que pasearon con gran pompa por toda la ciudad.
Con su actitud de ¨¦pater le bourgeois, su defensa de los alucin¨®genos y del amor libre, aquellos miles de j¨®venes que respondieron a la convocatoria de los yippies y del movimiento estudiantil atemorizaron al norteamericano medio y dieron al alcalde Daley la excusa que buscaba para tratarlos con la m¨¢xima dureza. La polic¨ªa se emple¨® con una tremenda violencia, utilizando gases lacrim¨®genos y aplastando las protestas de unos manifestantes mayoritariamente pac¨ªficos. En Chicago rein¨® el caos m¨¢s absoluto, debido sobre todo al descontrol de una polic¨ªa que parec¨ªa querer resarcirse de todas las humillaciones y frustraciones que el decenio le hab¨ªa deparado. La dureza lleg¨® a su punto culminante en el ataque contra los estudiantes en Grant Park, frente al Hilton.
La convenci¨®n dem¨®crata de 1968 fue ganada por Hubert Humphrey con un programa que defend¨ªa la continuaci¨®n de la guerra. En las elecciones de ese a?o, el caos de Chicago y la imagen de divisi¨®n del partido hicieron m¨¢s atractivos al independiente Georges Wallace, que consigui¨® un 17% de los votos, y al republicano Richard Nixon, que, con una plataforma lo suficientemente ambigua en cuanto a la guerra y lo suficientemente clara en cuanto a sus intenciones de imponer la ley y el orden, consigui¨® hacerse con la Casa Blanca.
Otro Richard Daley ocupa hoy la alcald¨ªa de Chicago, pero pocas similitudes m¨¢s habr¨¢ entre las dos convenciones. Vietnam produjo entre los j¨®venes norteamericanos un grado de politizaci¨®n que no ha tenido paralelo en la historia de este pa¨ªs. Con el fin de la guerra fr¨ªa, el papel de EE UU en el ¨¢mbito intemacional no es tanto el del intervencionismo pol¨ªtico como el de la penetraci¨®n econ¨®mica. La pasi¨®n de hace 30 a?os ha dado paso a una absoluta apat¨ªa y desinter¨¦s. Los ¨ªndices de participaci¨®n en las elecciones han descendido desde entonces hasta colocar a EE UU en el nivel m¨¢s bajo de participaci¨®n de Occidente, un dato preocupante trat¨¢ndose de la democracia m¨¢s influyente del mundo.
Los intentos de buscar soluciones pol¨ªticas globales, caracter¨ªsticos de los a?os sesenta, han sido sustituidos por proyectos mucho menos ambiciosos que intentan paliar los problemas de grupos espec¨ªficos -minor¨ªas, mujeres, homosexuales- y que han fragmentado al Partido Dem¨®crata y, en general, debilitado los sectores m¨¢s liberales. La convenci¨®n dem¨®crata de 1968 revel¨® una profunda polarizaci¨®n pol¨ªtica de EE UU. La de 1996 va a demostrar la ausencia de un proyecto pol¨ªtico por el que merezca la pena apasionarse.
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