No hemos pasado de curso
Hace ya algunas semanas que quiero escribir un art¨ªculo sobre mis impresiones del nuevo Gobierno instaurado en Israel y cada vez lo voy postergando. A pesar de que los analistas pol¨ªticos siempre intentan observar sus movimientos como forma de examinar la esencia del nuevo Gobierno, hay una clara sensaci¨®n de que ninguno tiene una clave obvia para descifrar los c¨®digos internos del nuevo primer ministro ni, desde luego, para predecir sus movimientos.Si describi¨¦ramos el proceso de paz desde la creaci¨®n del Estado de Israel (hace unos 50 a?os) como una especie de colegio cuya meta es que el alumno que estudia en ¨¦l obtenga su diploma escolar (que es la paz global posible con todos los pa¨ªses lim¨ªtrofes con Israel), hasta las ¨²ltimas elecciones, nosotros, la gente del campo de la paz, sentir¨ªamos que el armonioso Gobierno de Peres ser¨ªa verdaderamente la ¨²ltima clase, al finalizar la cual, hacia el a?o 2000, se completar¨ªa el proceso de paz con los palestinos y con los sirios y libaneses.
Ciertamente, los estudios del ¨²ltimo a?o son dif¨ªciles y complicados, ya que est¨¢n dirigidos hacia el objetivo concreto de los ex¨¢menes finales y de las notas que determinar¨¢n el futuro. Sin embargo, se ten¨ªa la sensaci¨®n de que verdaderamente podr¨ªamos avanzar hacia el siglo que viene o hacia el milenio que viene liberados del conflicto de una querella que dura m¨¢s de cien a?os entre nosotros y los ¨¢rabes.
En un primer momento, parece que el cambio gubernamental producido con la llegada de Netanyahu al poder no s¨®lo ha hecho que no pas¨¢ramos de curso -y que nos despojaran de la esperanza de que podr¨ªamos pasar a la ¨²ltima clase y obtener el tan anhelado diploma escolar (acuerdo de paz con los palestinos y, quiz¨¢, tambi¨¦n con los sirios y los libaneses)-, sino que puede que incluso nos haya retrasado. Nuevamente nos encontramos frente a profesores y educadores cuyos obsoletos discursos y consignas cre¨ªmos que no tendr¨ªamos que escuchar m¨¢s (como, por ejemplo, la tonter¨ªa de que los jud¨ªos tienen derecho a vivir en cualquier sitio del mundo y, por tanto, tambi¨¦n a asentarse en toda la tierra de Israel, como si un indio o un camboyano, un chino o un egipcio no tuvieran el mismo derecho). De nuevo vuelven las viejas y mal¨¦volas maniobras que intentan menospreciar y enga?ar a los palestinos y herir su honor. De nuevo las hip¨®critas palabras sobre la necesidad de una democracia ¨¢rabe y de respeto a los derechos humanos; como si en su d¨ªa la paz con Egipto se hubiese hecho gracias a la gran democracia egipcia y como si Israel no hubiese mantenido excelentes relaciones con reg¨ªmenes que pisotearon los derechos b¨¢sicos del hombre, como la Sur¨¢frica de la ¨¦poca del apartheid.
Despu¨¦s de un primer momento de desaliento y de una gran sensaci¨®n de ira contra el Partido Laborista, y tambi¨¦n contra nosotros mismos, que a la ligera y con soberbia agriamos la victoria que estaba tan cerca y era tan natural, surgen nuevos planteamientos, distintos, que intentar¨¦ resumir en tres p¨¢rrafos:
Incluso si ninguno de nosotros ha pasado de curso no hemos dejado el colegio. Es decir, el ¨²nico marco sigue siendo el proceso de paz, cuyo verdadero comienzo estuvo en la visita de Sadat a Israel en 1977, visita que condujo a Camp, David y a sus acuerdos, dobles: uno de paz con Egipto que se materializ¨®, y uno de autonom¨ªa temporal con los palestinos que no se materializ¨®. Tras estos acuerdos naci¨® la Conferencia de Madrid de 1991 y, tras ¨¦sta, los acuerdos de Oslo I y Oslo II de 1993 y 1995. En ellos se engloba el reconocimiento mutuo de palestinos e israel¨ªes al derecho de autodeterminaci¨®n de cada parte. Este reconocimiento mutuo incluye tambi¨¦n el reconocimiento de la representaci¨®n electa del pueblo palestino (es decir, la OLP encabezada por Arafat). Al menos no tendremos que volver a estudiar esta materia, suficientemente trillada ya.
Y as¨ª, la gente del Likud y de la derecha no volver¨¢ a marearnos con todas sus piadosas e hip¨®critas teor¨ªas ya desmentidas de que en realidad no existe un pueblo palestino, o de que no se debe dialogar con "terroristas", puesto que ellos mismos se van a sentar ahora a negociar con el presidente de la Autoridad Palestina, Arafat, y con su Gobierno (todos elegidos, por cierto, en elecciones democr¨¢ticas y libres).
Incluso si el propio Netanyahu quisiera detener el proceso de paz e intentara demorar (¨¦sta es una palabra extra¨ªda de El proceso, de Kafka, en el cual uno de los abogados explica al acusado K los sistemas del tribunal oculto en el que la postergaci¨®n del veredicto se debe en parte a la demora cada vez mayor del debate), no podr¨ªa hacerlo como hizo en el pasado su maestro -y se?or Isaac Shamir.
En el pasado, cuando se llevaban a cabo negociaciones abstractas, sin fechas obligadas, se pod¨ªa arrastrar el debate con la, quimera de lograr avances y, entretanto, crear hechos sobre el terreno que convertir¨ªan cualquier concesi¨®n verdadera en imposible. Pero ahora, con un proceso obligado en el que hay una fecha acordada y obligatoria (1999) para la finalizaci¨®n de la negociaci¨®n sobre la soluci¨®n definitiva, toda interrupci¨®n y demora se convertir¨ªa no s¨®lo en una ofensa y una transgresi¨®n del acuerdo y de todo lo que se desprende de ¨¦l, sino tambi¨¦n en una clara frustraci¨®n, Io que envenenar¨ªa lo que se ha conseguido hasta ahora. Cualquier par¨®n no ser¨¢ meramente un par¨®n, sino un retroceso.
El acuerdo de Oslo no es un acuerdo bilateral entre Israel y los palestinos, sino un acuerdo internacional firmado por EE UU y Egipto, al que tambi¨¦n se adhiere Jordania. Cualquier incumplimiento por parte de Israel del proceso de paz destinado a traer la separaci¨®n de los dos pueblos -y a materializar el derecho de autodeterminaci¨®n del pueblo palestino, el derecho de ciudadan¨ªa en su patria- debe sublevar a los dem¨¢s firmantes del contrato de paz. S¨¦ lo limitado de la influencia de EE UU sobre Israel debido al incomprensible y sutil poder que han conseguido alcanzar los jud¨ªos de EE UU en lo relativo al tema de Israel (exclusivamente sobre este. tema) en el Congreso, en el Senado y en los estamentos del Gobierno. Cuando vi a los representantes de las dos C¨¢maras del Parlamento de Estados Unidos levantarse 12 veces y aclamar a Netanyahu -un primer ministro nuevo, que a¨²n no ha demostrado su val¨ªa con un acto en favor de la paz y del progreso-, de la misma forma que aclamaron -a sus adversarios pol¨ªticos, Rabin y Peres -que actuaron en favor de la paz bajo la presi¨®n demoledora de la cr¨ªtica de Netanyahu, entonces l¨ªder de la oposici¨®n-, dej¨¦ de creer seriamente en la integridad de los miembros del Congreso norteamericano, al menos en todo lo que se refiere al tema de Israel. Sus consideraciones no se centran en el meollo de la cuesti¨®n si ellos, que siempre se jactan de su democracia, est¨¢n dispuestos a aplaudir a un primer ministro cuyo verdadero sue?o es reconstruir en Israel enclaves negros como los de Sur¨¢frica en los tiempos del apartheid. Aunque creo que Egipto y Jordania, con los que tenemos una frontera abierta y relaciones de paz completas, cumplir¨ªan con su deber y sacrificar¨ªan todos los acuerdos con Israel en el caso de que ¨¦ste no respetara lo pactado en Oslo, hay que saber una cosa: el pueblo en Israel est¨¢ cansado de la guerra y de la lucha, y hay muy pocos que est¨¦n dispuestos a combatir por la ideolog¨ªa del Gran Israel.
La autocomplacencia, el individualismo y el laicismo que se han extendido (en mi opini¨®n, de forma exagerada) en la sociedad israel¨ª la hacen amante de la paz, no debido a su especial bondad y moral, sino debido al ablandamiento y al cansancio. Ahora, tras la firma del acuerdo de paz con Jordania y de los pactos con los palestinos, han desaparecido de nuestro entorno los enemigos del pasado, y, por tanto, no se puede seguir asustando al pueblo con adversarios que nos quieren borrar de la faz de la tierra para obligarle a ejercer un control sobre casi 150.000 palestinos en Hebr¨®n con el fin de perpetuar el control absoluto sobre las tumbas de patriarcas que murieron hace m¨¢s de 3.500 a?os.
Y por eso, al menos disfrutaremos de la relativa calma p¨²blica en medio de la cual el Gobierno de Netanyahu proceder¨¢ a la retirada de Hebr¨®n, y nos ahorraremos las manifestaciones, los gritos y las provocaciones que protagonizar¨ªa la derecha si eso mismo lo hubiera tenido que hacer el primer ministro asesinado, cuya figura se ha olvidado demasiado pronto.
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