Abel Ferrara insiste en su extra?a mezcla de religi¨®n y violencia en el 'El funeral'
Los ecos de la literatura de Alvaro Mutis dominan la adaptaci¨®n de su novela 'Ilona'
Ayer fue un d¨ªa de cine ambicioso y a r¨¢fagas bueno, pero deprimente, que salv¨® la presencia de Andy McDowell en su presentaci¨®n fuera de concurso de la divertid¨ªsima Multificity. El neoyorquino Abel Ferrara, con destellos de gran talento, volvi¨® en El f¨²neral llenar la pantalla con su rara mezcolanza e violencia y catolicismo vuelto del rev¨¦s, en os bordes de la blasfemia. Y el colombiano Sergio Cabrera present¨® una ambiciosa traslaci¨®n al cine de la novela de ?lvaro Mutis Ilona llega con la lluvia. Pero llona no lleg¨® (tal vez porque no llov¨ªa en Venecia) m¨¢s que en ecos de la grave literatura de Mutis, que nunca llegan a estar encarnados, sino s¨®lo enunciados en la imagen.
Ocurre con Ilona lo que hace unos d¨ªas ocurri¨® con El ogro: quienes no hayan le¨ªdo las novelas en que ambas pel¨ªculas se basan, lo primero que har¨¢n ser¨¢ comprar el libro. Lo que la pantalla da es un enunciado de lo que se presume que hay en el relato literario y no ha logrado salir de ¨¦l e incardinarse en im¨¢genes. Adaptar a cine una novelucha es cosa f¨¢cil e impune, pues se destroza en el gui¨®n y nadie pierde nada en este destrozo. Pero adaptar literatura, como la de Tournier y la de Mutis, es asunto m¨¢s peliagudo. Sergio Cabrera (como Volker Schlondorff) lo intenta y, obviamente, no puede: misi¨®n imposible, lo que da un inevitable aire de candor a un proyecto de estas caracter¨ªsticas, no hace falta decir que suicidas.El reparto de Rona es bueno, los int¨¦rpretes (Imanol Arias logra, por ejemplo, una magn¨ªfica composici¨®n, que se pierde hecha humo en la hoguera alimentada con hermoso papel impreso) son todos solventes y el equipo t¨¦cnico competent¨ªsimo. Pero todas estas filigranas se extrav¨ªan en una secuencia que s¨®lo sostiene la presunci¨®n de que, tras ella hay una poderosa imaginaci¨®n fabuladora, la de Mutis, que est¨¢ en la pantalla s¨®lo en forma de eco o de sombra, de manera que a la media hora de proyecci¨®n uno comienza a echar, de menos el libro y al final de ¨¦sta se sienten ganas de salir corriendo, entrar en una librer¨ªa, comprarlo, devorarlo y barrer de la memoria las bienintencionadas pero in¨²tiles, casi inexistentes, im¨¢genes que acaba de contemplar. Otra nueva novel¨ªcula, otro nuevo tropiezo del cine actual con la moda depredadora de literatura, que es un indicio alarmante de impotencia fabuladora.
En el lado opuesto a esta incapacidad hay que situar El funeral, una genuina ficci¨®n cinematogr¨¢fica admirablemente escrita por Nicholas St. John y dirigida por Abel Ferrara a lo largo de una secuencia llena de altibajos, en los que a momentos de balbuceo siguen encadenamientos de formidable fuerza, que repelen y fascinan simult¨¢neamente y que vuelven a rebuscar e insistir en esas tumultuosas obsesiones, en esos comportamientos viciados, que estallan en la fr¨¢gil, amarga, violent¨ªsima y desazonadora imaginaci¨®n de este cineasta irregular e incatalogable, que escapa a todo encasillamiento.
Formalmente, El funeral sigue los patrones de cine negro tradicional. Pero algo dif¨ªcil de describir (recu¨¦rdese la febril Bad lieutenan se escapa de la firmeza del modelo gen¨¦rico y entra en los territorios turbios, movedizos e imprevisibles de una especie de misticismo invertido, vuelto como un saco del rev¨¦s, que remueve el fango depositado en el fondo de la conciencia de un hombre cat¨®lico que se siente atrapado en las aguas residuales de una religi¨®n que le fue inculcada con embudo y a la que todav¨ªa ama, pero con odio, con, rencor fr¨ªo y amargo.
De ah¨ª que, al lado de Ferrara, el culto a la violencia de los Tarantino de turno sea un caramelito de color rojo arrojado a la puerta de un colegio de ursulinas. El soso az¨²car d¨¦ los tarantoides se convierte en vitriolo puro en la mirada de Ferrara, que vuelve a cargar despiadadamente contra la miser¨ªa ¨ªntima de la guarida familiar del mundo italiano de Nueva York, y de all¨ª deduce, sin esfuerzo, con un desarmante conoc¨ªmiento de lo que cuenta, im¨¢genes de la existencia del infierno en la tierra, escenario moral que le permite saltar de la ternura a la repulsi¨®n, del brote fraterno al desencadenamiento de una violencia homicida sin l¨ªmites, con una capacidad involucradora que genera malestar y belleza. Un raro e inquietante bicho este Ferrara.
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