El desconcierto de los belgas

A los belgas les duele B¨¦lgica. De Amberes a Mons y de Ostende a Arlon, los ciudadanos de un pa¨ªs considerado durante largo tiempo como Jauja se preguntan en qu¨¦ Estado viven y cu¨¢l es la naturaleza del poder que los dirige. El arresto de un ex ministro, sospechoso de haber financiado el asesinato de Andr¨¦ Cools, el dirigente de los socialistas valones, ha acentuado a¨²n m¨¢s el traumatismo de una poblaci¨®n ya aterrada por los macabros descubrimientos de los cuerpos de las ni?as entregadas a una red de pedofilia. ( ... ) Ciertamente, ambos asuntos no tienen relaci¨®n entre s¨ª. ( ... ) Los dos tienen, sin embargo, un punto en com¨²n: haber sacado a la luz el funcionamiento err¨¢tico de una justicia y una polic¨ªa socavadas por la corrupci¨®n, el clientelismo y la incompetencia. ( ... ) La lecci¨®n es v¨¢lida para todos. En primer lugar, para los belgas, que deben saber que en la democracia se tienen los hombres pol¨ªticos y la organizaci¨®n de la sociedad que se merecen. Obsesionados por las querellas entre franc¨®fonos y flamencos, los pol¨ªticos del reino, de toda tendencia y de todo origen ling¨¹¨ªstico o regional, han descuidado algo que es tambi¨¦n funci¨®n del Estado: garantizar el funcionamiento de un poder p¨²blico encargado de proteger a los ciudadanos.B¨¦lgica no es la antigua Yugoslavia. ( ... ) Sin darle lecciones, hay que ayudar al pa¨ªs que ampara a la capital de la Uni¨®n a resolver una crisis que es, quiz¨¢, la m¨¢s grave de una historia ya ca¨®tica.

Par¨ªs, 10 de septiembre