Paradojas corsas
Para entender la evoluci¨®n sangrienta del terrorismo corso es necesario subrayar dos singularidades del movimiento nacionalista de la isla. La primera es que los terroristas est¨¢n enfrentados a un Estado, el franc¨¦s, en el que los emigrados de la misma isla desempe?an funciones muy importantes, sobre todo en el Ej¨¦rcito. La segunda, que los hechos recientes m¨¢s graves no se deben a una agudizaci¨®n del conflicto con el Estado, sino a la lucha fratricida entre nacionalistas.El nacionalismo, surgido en los a?os sesenta, hac¨ªa referencia a la historia del siglo XVIII para justificar su combate. Los genoveses, al no poder someter a los corsos rebeldes, vendieron la isla a los franceses (1767), y ¨¦stos la ocuparon militarmente. Seg¨²n tal an¨¢lisis, C¨®rcega es un cl¨¢sico territorio sojuzgado. Sin embargo, la poblaci¨®n local, lejos de quedar sometida al yugo extranjero, ha emigrado mucho a Francia para emplearse en la Administraci¨®n e integrarse plenamente en el Estado conquistador.
No fue, como se suele creer, Napole¨®n Bonaparte, hijo de un corso que hab¨ªa luchado contra los franceses, quien favoreci¨® esta emigraci¨®n, sino su sobrino, que accedi¨® al poder en 1851 con el nombre de Napole¨®n III. Bonaparte desconfiaba de los corsos, porque sab¨ªa que algunos clanes pod¨ªan traicionar a Francia, como ya lo hab¨ªan hecho en la Historia. Su sobrino, en cambio, para rememorar sus lazos con el emperador, quiso difundir la idea de que los corsos eran los continuadores de la leyenda imperial y les incit¨® a alistarse en los servicios del Estado. A partir de esa ¨¦poca, los isle?os ocuparon diversos puestos de responsabilidad p¨²blica (en el Ministerio del Interior, en las aduanas, en la administraci¨®n colonial, etc¨¦tera) y alcanzaron los m¨¢s altos cargos de la jerarqu¨ªa. As¨ª, la gran paradoja es que los nacionalistas est¨¢n combatiendo contra un Estado donde los corsos que emigran desde hace m¨¢s de un siglo sujetan algunas de las principales riendas.
?Por qu¨¦ escogieron, esas profesiones? C¨®rcega era una sociedad mediterr¨¢nea en la que, como en el Magreb, los hombres iban armados, y ese h¨¢bito se ha prolongado en el tiempo, porque el acuerdo de rendici¨®n de 1767 dejaba a los aut¨®ctonos el derecho a conservar sus armas. En las dem¨¢s regiones de Francia, a los campesinos no se les reconoci¨® tal derecho, pero la sociedad tradicional corsa era muy violenta, por estar dividida en clanes rivales, y hubo que dejar a los hombres la posibilidad de defenderse. Las reyertas pol¨ªtica entre clanes dominantes y dominados son una de las causas, aparte de la pobreza de una isla sin grandes recursos, naturales, que empujaron a muchos isle?os a abandonar su tierra.
No obstante, los emigrantes siguieron teniendo relaciones muy estrechas con los habitantes de la isla, gracias sobre todo al sistema del voto por correo. En efecto, buena parte de los corsos de la Francia metropolitana confian sus votos a los de la isla, lo que permite que perdure la influencia de los clanes y en particular de sus jefes, que manejan las papeletas. El n¨²mero de votos por correo ha disminuido tras una reforma realizada en 1991, pero todav¨ªa es notable.
Los corsos juegan, pues, un papel muy relevante en la vida pol¨ªtica francesa, tanto en los ministerios como en los partidos, aunque no todos lleven apellido corso, dado que en Francia no se emplea el apellido materno. Es el caso, por ejemplo, del se?or L¨¦otard, presidente de la UDF; del se?or Charasse, amigo personal de F. Mitterrand y ex ministro; del se?or Pasqua, ex ministro del Interior, o del se?or Tiberi, actual alcalde de Par¨ªs. Un tercio del Gobierno de Edouard Balladur, entre 1993 y 1995, estaba compuesto por personas de ra¨ªces corsas. Por eso, cuando se produce un aten tado, siempre hay al guien en el Ministerio de Interior o cerca del jefe del Estado para abogar en favor de la negociaci¨®n o pedir m¨¢s ayudas econ¨®micas para la isla. Ello explica que el Gobierno no act¨²e, o act¨²e muy poco, contra los grupos armados. Por extra?o que parezca, a pesar de que se haya recrudecido la violencia, el presidente Chirac queda absolutamente silencioso al respecto.Los j¨®venes que fundaron el movimiento nacionalista, en 1965, analizaron, quiz¨¢ con raz¨®n, el poder de los clanes como un factor de par¨¢lisis de la sociedad y pensaron que deb¨ªan acabaron el viejo sistema para sacar su tierra adelante. Cometieron, sin embargo, el error de creer que el Gobierno franc¨¦s proteg¨ªa a los jefes de los clanes (en realidad, aqu¨¦l s¨®lo cerraba los ojos ante ciertas irregularidades) y organizaron una lucha abierta contra el Estado y los ciudadanos, franceses. Entonces aparecieron las pintadas "i francesi fora" y se multiplicaron las amenazas y vejaciones, lo que oblig¨® a los franceses a irse de la isla, hasta el extremo de que hoy en d¨ªa apenas queda un n¨²mero reducido de ellos. Se trat¨®, en cierta medida, y sin que adquiriera formas tan dr¨¢sticas como en Bosnia, de un fen¨®meno de purificaci¨®n ¨¦tnica que se desarroll¨® a lo largo de los a?os ochenta.
A pesar de todo, los nacionalistas no se benefician del apoyo mayoritario de la poblaci¨®n. En los, comicios regionales celebrados desde la creaci¨®n, en 1982, de un Parlamento corso, los partidos nacionalistas nunca obtuvieron m¨¢s del 20% de los votos. Su influencia se halla mermada por la divisi¨®n en dos grupos: el FLNC "canal hist¨®rico" y el FLNC "canal ordinario". Los especialistas opinan que dicha escisi¨®n traduce una pugna por el control de grandes sumas de dinero logradas en veinte a?os mediante el impuesto revolucionario exigido a bancos, hoteles, etc¨¦tera. Parece que los grupos terroristas se deslizan hacia actividades y luchas internas mafiosas. Esto es lo m¨¢s grave de la situaci¨®n, y la impasibilidad del Gobierno resulta preocupante. Su ¨²nica respuesta, hasta ahora, ha consistido en decidir la transformaci¨®n de la isla en zona franca a fin de incentivar las inversiones, lo que significa que ser¨¢ un territorio donde la legislaci¨®n social, econ¨®mica y pol¨ªtica no se aplicar¨¢.
Muchos dem¨®cratas, incluidos los nacionalistas que reh¨²san los m¨¦todos cruentos, temen que C¨®rcega se convierta en un espacio sin Derecho, utilizado, por la mafia siciliana como trampol¨ªn para sus actividades en Francia, y deploran la indiferencia exhibida por la ciudadan¨ªa francesa. Ni si quiera el Frente Nacional del sector Le Pen, cuya m¨¢xima preocupaci¨®n es la identidad nacional, emite opiniones sobre el problema. La completa ausencia de debate no es la menor de las para dejas corsas.
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