La infidelidad
Hay hombres que se pierden por una mujer pero no suele verse que una mujer se extrav¨ªe por causa de un hombre, aunque las hay. ?Hola! y sus hermanas son un constante testimonio de esta doble ecuaci¨®n. Adem¨¢s de ser ?Hola! un referente de lo que importa (3.156.000 lectores, 52 a?os de existencia), sus p¨¢ginas ense?an, entre chismes, verdades como pu?os que no han abierto ni el progreso t¨¦cnico ni la igualaci¨®n de la mujer.Hugh Grant tambale¨® su carrera por una prostituta de Los ?ngeles, a Dick Morris lo echaron de la asesor¨ªa presidencial de Clinton por una veleidad similar y a Daniel Ducruet se le arruina la familia, la relaci¨®n con Estefan¨ªa y los negocios por la encerrona de Filly Houteman. El feminismo y todo lo dem¨¢s deb¨ªan tener en consideraci¨®n estos detalles cuando enarbolan el cesto de las chufas ante la infidelidad. Los hombres son m¨¢s infieles que las mujeres seg¨²n los sondeos, pero no se trata de que las quieran menos, son a s¨ª mismos a quienes no se acaban de querer.
En esa tesitura, no ya ?Hola! sino Le Nouvel Observateur, que como todas las otras publicaciones del mundo est¨¢ contagiada de ?Hola!, sac¨® en portada hace unas semanas el asunto de la infidelidad. El escritor Philippe Soller y la psicoanalista Julia Kristeva discurrieron en agosto sobre si es bueno contarse las aventuras sexuales al estilo de Sartre y Simone de Beauvoir o hay que callarlas como hac¨ªa Carlos Marx.
En cualquiera de los supuestos la cuesti¨®n no encuentra su acuerdo y, a lo largo de la charla, mientras Soller se va animando en defensa del infiel, Kristeva trasluce un malestar creciente. Le parece a ella que eso de la infidelidad estaba bien en los a?os sesenta cuando todo iba manga por hombre pero hoy, con el paro que hay, con la amenaza del sida, con el fin de la contestaci¨®n, el asunto parece trasnochado.
No hay acuerdo en definitiva ni siquiera en un hombre-mujer que pintan lo mismo socialmente, ganan por el estilo y se les estima como vanguardia intelectual. En esto las hormonas siguen encontr¨¢ndose pr¨¢cticamente en el mismo sitio. Pueden registrarse menos cr¨ªmenes por celos pero cuando se producen, corren a cargo, sobre todo, de un obrero ("La fidelidad es un vicio de pobres", afirmaba George Sand). Los jueces italianos del Tribunal Supremo han corroborado esta estimaci¨®n justificando el apaleamiento de la pobre esposa. Deben de haber pensado, en definitiva, lo mismo que dec¨ªa Pierre Dac: "Una mujer fiel tiene la excusa de ser una mujer. Pero un hombre fiel no encuentra ninguna". ?Puede aceptarse todav¨ªa un ideario as¨ª?
Las variaciones de residencia, la diversidad de los entornos, la cultura de la velocidad ponen de actualidad los cambios frecuentes de pareja en los que media, casi siempre, la aparici¨®n de un otro. Los pobres y los de una instalaci¨®n m¨¢s estanca son los que m¨¢s sufren y se violentan en las circunstancias de infidelidad pero entre los altos corredores sociales -Estefan¨ªa titube¨® sobre su divorcio, Hillary Clinton, la esposa de Miterrand o Alfonso Guerra callaron- el asunto toma aspectos menos tr¨¢gicos. "El secreto del amor", dec¨ªa Simone Signoret, "no es estar ciego, sino cerrar los ojos cuando es menester".
?Hola! y su familia ni ensalzan ni condenan la infidelidad nunca. S¨®lo abren los ojos a los dem¨¢s ¨¢vidos de esta golosina sexual.
Porque existe, sin duda, un filo de seducci¨®n en ser infiel que a todos embauca. Una noticia fulgente que Ren¨¦ Girard ha estudiado en su libro La violencia y lo sagrado mostrando c¨®mo s¨®lo nos resulta deseable aquello que alguien pr¨®ximo o rival a su vez desea con fuerza. Siempre, para querer, necesitamos un tercero que mire y codicie. Siempre planea un tri¨¢ngulo que confiere valor al d¨²o. El sue?o de la infidelidad es ¨ªntimo e inseparable de la pasi¨®n. El mismo Henry Miller llegaba a decir: "Quien no ha visto a su mujer besar a otro no llegar¨¢ a conocerla nunca."
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