Pulso nada acad¨¦mico
EL INCIDENTE protagonizado por el presidente de la Comunidad Valenciana, Eduardo Zaplana, y el rector de la Universidad de Alicante, Andr¨¦s Pedre?o, con motivo de la apertura del curso acad¨¦mico no debi¨® haber ocurrido nunca. Seguramente, la devaluada consideraci¨®n social de las universidades, y de sus autoridades acad¨¦micas, junto con la desmesura figurativa de las autoridades auton¨®micas han contribuido a elevar a la categor¨ªa de ofensa institucional lo que no fue m¨¢s que la aplicaci¨®n literal de las reglas del protocolo vigente. Eso s¨ª, en circunstancias en las que, por deferencia de los rectores hacia los presidentes de sus comunidades aut¨®nomas, ese protocolo no suele aplicarse a rajatabla.Se ha tomado as¨ª por norma lo que no es, por el momento, m¨¢s que una costumbre que se deriva de la existencia de relaciones institucionales cordiales, o por lo menos correctas. Y ha sido, justamente, la ausencia de esa relaci¨®n correcta lo que explica lo ocurrido en este caso. No se trata, as¨ª, de un episodio aislado, de una chispa surgida por casualidad, sino que es la consecuencia de un ¨¢spero forcejeo entre la autoridad auton¨®mica y la acad¨¦mica a cuenta de la creaci¨®n de una quinta universidad p¨²blica en la Comunidad Valenciana, ubicada en Elche e incorporando centros actualmente dependientes de la Universidad de Alicante. El conflicto subyacente, y, por elevaci¨®n, la pol¨ªtica de creaci¨®n (o no creaci¨®n) de nuevas universidades p¨²blicas, tiene mayor calado que una simple disputa protocolaria.
En efecto, en los ¨²ltimos a?os se han creado muchas nuevas universidades. El proceso de gestaci¨®n suele ir acompa?ado de discusiones y posicionamientos, dentro y fuera de la propia comunidad acad¨¦mica, sin la trascendencia p¨²blica del caso de Alicante. La creciente demanda de plazas universitarias, junto con la masificaci¨®n de muchas de las universidades existentes, es su principal justificaci¨®n. Por otro lado, es sabida la dificultad para dotar a las universidades de profesores debidamente formados y entrenados, as¨ª como de bibliotecas, laboratorios o equipamiento docente, lo que justifica el temor a que dicho proceso de creaci¨®n se haga sin las debidas garant¨ªas y tenga como consecuencia la proliferaci¨®n de universidades cerradas sobre s¨ª mismas, endog¨¢micas y de un nivel cient¨ªfico dudoso.
La expectativa de creaci¨®n de nuevas universidades suele, por otra parte, suscitar la adhesi¨®n de la poblaci¨®n local beneficiada, que forma pi?a alrededor de las autoridades locales o auton¨®micas y crea una presi¨®n que se ha revelado, hasta el momento, irresistible. La argumentaci¨®n empleada incorpora supuestos o reales agravios comparativos y mezcla demandas v¨¢lidas con otras impropias del nivel universitario. Lo normal es que el temor inicial de las universidades existentes a que la fiebre inauguracionista se nutra de sus propios recursos, o a costa de sus expectativas de mejora, no resista el envite y las nuevas universidades se creen despu¨¦s de un proceso de negociaci¨®n, en el que ambas partes reciben una cierta satisfacci¨®n. Ese proceso no parece haber tenido lugar en Alicante. Y es por ah¨ª por donde habr¨ªa que empezar si se quiere quitar hierro al conflicto. No estar¨ªa de m¨¢s que las autoridades pol¨ªticas y acad¨¦micas valencianas hicieran una reflexi¨®n conjunta sobre los efectos reales de la multiplicaci¨®n acelerada de universidades en la calidad de la ense?anza. Esa reflexi¨®n centrar¨ªa la pol¨¦mica y la despojar¨ªa del halo pol¨ªtico que hoy la envuelve.
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