C¨®mo reparar una injusticia
Cuando era un adolescente, en la entonces colonia portuguesa de Timor Oriental, me llamaban O americano, El Americano, a causa de mi admiraci¨®n por Estados Unidos. Para m¨ª, EE UU representaba la libertad, adem¨¢s del. poder y la riqueza. Ninguna figura a nivel mundial me impresionaba tanto como el presidente John Kennedy.El 4 de diciembre de 1975 tuve que salir de mi pa¨ªs tres d¨ªas antes de que fuera invadido por Indonesia. A los 26 a?os, acababa de ser nombrado ministro de Relaciones Exteriores en el primer Gobierno de Timor Oriental. Portugal hab¨ªa abandonado de hecho Timor Oriental y nosotros hab¨ªamos declarado unilateralmente la independencia.
El 6 de diciembre, el presidente norteamericano, Gerald Ford, y su secretario de Estado, Henry Kissinger, llegaron a Yakarta para reunirse con el presidente indonesio Suharto. Al enterarme de su llegada, pens¨¦ ingenuamente que le aconsejar¨ªan al gobernante indonesio que no llevara a cabo la invasi¨®n.
Estados Unidos contaba con una influencia y un peso considerables sobre Indonesia. Era su principal proveedor de armas, y un tratado bilateral firmado en el a?o 1958 prohib¨ªa el uso de armas estadounidenses en guerras de agresi¨®n. Pero pronto me di cuenta de que el presidente Ford y Kissinger estaban dispuestos a mostrarse conniventes con la invasi¨®n.
En la primavera de 1975, EEUU hab¨ªa sufrido una traum¨¢tica derrota en Vietnam del Sur a manos de los comunistas vietnamitas. Tambi¨¦n hab¨ªan ca¨ªdo en manos de los comunistas los Gobiernos pronorteamericanos de Camboya y Laos.
La ignominiosa derrota de Estados Unidos en Indochina parec¨ªa mostrar que la teor¨ªa del domin¨® era correcta. La ca¨ªda de un Gobierno no comunista provocar¨ªa una reacci¨®n en cadena.
A Suharto, un ex general que en 1965 hab¨ªa reprimido sin piedad un intento de golpe en Yakarta que atribuy¨® a los comunistas, no le result¨® dif¨ªcil convencer a sus visitantes estadounidenses de que Indonesia no pod¨ªa permitir un enclave izquierdista o comunista en el Este de Timor, cuya zona occidental era territorio indonesio.
Portugal, con raz¨®n, consideraba al Gobierno de Timor Oriental -al que yo representaba en el extranjero- nacionalista. A petici¨®n de Lisboa, fue convocado el Consejo de Seguridad de la ONU para discutir sobre la invasi¨®n de Indonesia.
El 22 de diciembre de 1975, tras casi dos semanas de deliberaciones, el Consejo aprob¨® un¨¢nimemente una resoluci¨®n que exig¨ªa la retirada de las tropas indonesias de Timor Oriental.
Pero pronto supe lo que significaba la hipocres¨ªa internacional. Estados Unidos vot¨® la resoluci¨®n, como hicieron los otros cuatro miembros permanentes del Consejo. Esto, seg¨²n mi inocente interpretaci¨®n, significaba que si Indonesia no cumpl¨ªa la resoluci¨®n la respuesta ser¨ªa como m¨ªnimo suspender los env¨ªos de nuevas armas al pa¨ªs. Sin embargo, los suministros de armas estadounidenses a Indonesia continuaron invariables.
En el verano de 1978, mientras las guerrillas timorenses orientales segu¨ªan resistiendo ante la ocupaci¨®n militar indonesia, la guerra golpe¨® a mi familia. A mi hermana Maria Ortensia la mat¨® un avi¨®n Bronco de fabricaci¨®n norteamericana, empleado por las fuerzas indonesias en Timor Oriental. El mismo a?o perd¨ª a dos hermanos, Nuno y Guilherme. Al primero lo mat¨® un fusil de asalto M-16 de dise?o norteamericano, fabricado bajo licencia en Indonesia. El segundo muri¨® en un ataque con cohetes y bombas contra un pueblo de Timor Oriental, perpetrado por un helic¨®ptero suministrado por EE UU. Mi visi¨®n personal de EE UU qued¨® hecha trizas. Yo, El Americano, ten¨ªa pruebas di rectas de la hipocres¨ªa de sus l¨ªde res y de su sistema pol¨ªtico.
Pero, como la exigencia fundamental de los timorenses orientales -el derecho a la autodeterminaci¨®n- es justa, muchas personas de Timor Oriental y otro pa¨ªses han protestado contra la guerra de agresi¨®n indonesia y seguir¨¢n haci¨¦ndolo. Timor Oriental es peque?o, del tama?o aproximado de Kuwait. Pero Indonesia no puede derrotar la voluntad de los timorenses orientales, y seguiremos luchando durante 2 a?os m¨¢s si es necesario.
EE UU podr¨ªa ayudar a poner fin al conflicto de Timo Oriental presionando al Gobierno de Suharto de forma discreta pero firme. Hay que convencer Indonesia de que retire sus tropa de Timor oriental, libere a todo los presos pol¨ªticos y repatr¨ªe sus funcionarios, comerciantes dem¨¢s s¨²bditos que est¨¢n aplastando a la poblaci¨®n local.
Se debe conceder plena autonom¨ªa a Timor Oriental, a trav¨¦s de una soluci¨®n de transici¨®n que lleve a la soluci¨®n final del conflicto. Los timorenses orientales estamos dispuestos a ser flexible a la hora de estudiar ideas que hagan posible que Indonesia se retire gradualmente de Timo Oriental sin perder la cara.
Nadie espera que EE UU sus aliados organicen una fuerza multinacional para liberar Timor Oriental. No es necesario. Lo que hace falta es una discusi¨®n tranquila, firme y continuada de EE UU con Indonesia. EE UU la UE y Australia pueden aportar el liderazgo moral necesario para reparar la injusticia en Timor Oriental sin coste para ellos ni para Indonesia.
El autor recibi¨® el pasado viernes premio Nobel de la Paz, junto con el obispo Carlos Belo. International Herald Tribune
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