Presupuesto para 1997: a¨²n falta
El autor destaca las dificultades que quedan para alcanzar la moneda ¨²nica y, sobre todo, para mantenerse en ella, pese a que considera que el presupuesto para el pr¨®ximo a?o va en la buena direcci¨®n.
El proyecto de Presupuestos Generales del Estado para 1997, que el Gobierno acaba de remitir al Congreso, ha sido recibido con un suspiro de alivio. Hay buenas razones para ello: una herencia dif¨ªcil, una administraci¨®n presupuestaria en gran parte renovada y una coyuntura todav¨ªa vacilante hubieran podido conjurarse para situar el objetivo de d¨¦ficit para 1997 m¨¢s all¨¢ de lo humanamente alcanzable. En ese caso, nuestra pertenencia a la Uni¨®n Monetaria en 1999 hubiera sido seriamente puesta en duda desde ahora. No ha sido as¨ª: por varias razones -algunas debidas m¨¢s a las dificultades de nuestros socios que a nuestros propios m¨¦ritos- la distancia que separa a Espa?a del n¨²cleo de la futura Uni¨®n Monetaria se ha acortado de forma sensible: el dibujito del ¨²ltimo n¨²mero de The Economist, donde el presidente del Gobierno espa?ol aparece encaram¨¢ndose a la escalerilla de la UME por delante de su colega italiano, resulta tan elocuente como falsamente tranquilizador.El presupuesto va, como sus predecesores inmediatos, en la buena direcci¨®n: es, como requiere nuestra situaci¨®n -Maastricht o no- un presupuesto contractivo; ello da pie a la reciente decisi¨®n del Banco de Espa?a de reducir de forma significativa su tipo de intervenci¨®n. Sin embargo, la medida y el clima que la precedi¨® merecen alg¨²n comentario: se ha insistido demasiado en equiparar una acci¨®n del Banco de Espa?a con un juicio sobre el. presupuesto. El Banco central es el guardi¨¢n de la ortodoxia fiscal s¨®lo en la medida en que el presupuesto pueda hacer aumentar la inflaci¨®n. Pero s¨ª es el guardi¨¢n de la estabilidad de precios; y ¨¦sta, por desgracia, no est¨¢ ni mucho menos conseguida. No repitamos ahora con el presupuesto la confusi¨®n creada hasta 1993 con el tipo de cambio, y que el Banco de Espa?a pueda ocuparse de su ¨²nico objetivo, que es tratar de reducir la inflaci¨®n.Para volver al Presupuesto: salva el primer obst¨¢culo, formal, de las cifras, que ya tiene m¨¦rito. Pero con eso no basta: tal como est¨¢ presenta a¨²n riesgos de tres clases, que son, por orden de menor a mayor gravedad: que no sea aceptado por nuestros socios comunitarios; que no sea posible cumplirlo, y que,a¨²n en caso de alcanzarse, el d¨¦ficit de 1997 no sea sostenible en a?os posteriores. Vale la pena dedicar un momento a cada uno.
No es ning¨²n secreto que, para cuadrar las cuentas con el objetivo de d¨¦ficit, ha sido preciso interpretar algunas partidas y transacciones del Presupuesto con criterios que ser¨ªan causa de alg¨²n carraspeo si se tratase de empresas privadas, y que en esas interpretaciones hay diferencias de grado entre los pa¨ªses de la Uni¨®n. Sin que haya que hablar de irregularidades, y mucho menos de ilegalidad -es la legislaci¨®n de cada pa¨ªs la que determina las normas de la contabilidad p¨²blica-, lo cierto es que unos pa¨ªses han sido m¨¢s estrictos que otros en esta materia: cabe,pues, que esas diferencias sean objeto de discusi¨®n, y que los pa¨ªses mas estrictos quieran imponer sus criterios a los m¨¢s creativos. El riesgo existe, aunque no parece muy grande para nosotros que, en el momento de producirse el examen, estaremos en buena compa?¨ªa. S¨ª es probable, en cambio, que aprobemos el examen del Consejo de Ministros de la Uni¨®n con una advertencia parecida a la que acompa?¨®, en 1994, el aprobado al segundo Programa de Convergencia, a saber: que se trata de un presupuesto "de m¨ªnimos" y que cualquier desviaci¨®n al alza del d¨¦ficit ser¨¢ juzgada con severidad.
Si esto es as¨ª, no podemos quedarnos muy tranquilos, porque el cumplimiento del Presupuesto de 1997 no puede darse por descontado, no tanto por posibles desviaciones del gasto como por probables insuficiencias en los ingresos: el crecimiento del PIB de un 3% proyectado para 1997 es posible, pero superior al que dan todas las previsiones independientes, que es una mala se?al; y no ser¨ªa la primera vez que la respuesta de la recaudaci¨®n tributaria fuera sensiblemente inferior a la esperada. En esto, el Presupuesto de 1997 se parece a sus predecesores: ante la pretendida imposibilidad pol¨ªtica de arbitrar una contenci¨®n del gasto de magnitud suficiente, hay que situar los ingresos esperados muy cerca del l¨ªmite de lo que puede considerarse veros¨ªmil. El riesgo que entra?a el procedimiento es ya conocido, si bien es posible que no llegue a materializarse.
En resumen: es concebible -aunque ya se ve que no del todo seguro- que lleguemos a finales de 1997 con unas cifras que nos permitan optar a la entrada en la Uni¨®n Monetaria. Pero, antes de dar su aceptaci¨®n, nuestros socios querr¨¢n tener ciertas garant¨ªas de continuidad: ?Podr¨¢ Espa?a preguntar¨¢n- comprometerse a mantener un d¨¦ficit inferior al 3% en el futuro? ?O se trata acaso de uno de esos esfuerzos, extraordinarios pero ef¨ªmeros, que parecen ser la especialidad de los mediterr¨¢neos? Por desgracia, con un presupuesto como el de 1997 la respuesta correcta es la segunda: no ofrecemos ninguna garant¨ªa de poder seguir reduciendo nuestro d¨¦ficit en a?os sucesivos. La raz¨®n es, sencillamente, que nos obstinamos en no abordar aquellas medidas que podr¨ªan cambiar de forma permanente la tendencia del gasto p¨²blico.
Es m¨¢s: alguien podr¨ªa incluso pensar que vamos en direcci¨®n opuesta. Dos ejemplos: de los datos del Presupuesto se deduce que el total de gastos fiscales (suma de deducciones, exenciones y desgravaciones de los grandes impuestos), m¨¢s ayudas y subvenciones a empresas (p¨²blicas y privadas) y familias est¨¢ en torno al 10% del PIB; he aqu¨ª, sin duda, un cap¨ªtulo en que debe ser posible comprometerse a una modesta reducci¨®n -eso s¨ª, permanente- digamos, de un 10% del total. Pues bien: no s¨®lo no se menciona siquiera esa posibilidad, sino que, entre 1995 y 1997, un componente importante de ese cap¨ªtulo -los gastos fiscales- casi ha duplicado su volumen: suma, seg¨²n datos del presupuesto, casi cuatro billones de pesetas. Por mucho que la cifra pueda estar sobreestimada ?no es esto lo contrario de lo que habr¨ªa que hacer?
Otro ejemplo: es bien sabido que el gran m¨¦rito de los Pactos de Toledo estaba m¨¢s en el esp¨ªritu que en la letra; que el conjunto de medidas que en ¨¦l se propon¨ªa no hac¨ªa m¨¢s que retrasar la aparici¨®n de un d¨¦ficit considerable en el sistema p¨²blico de pensiones. ?A qu¨¦ viene, pues, el reciente acuerdo que dulcifica esas medidas? ?No es ¨¦ste un paso en la mala direcci¨®n?
Desde hace un par de a?os, Espa?a tiene, por primera vez, una posibilidad real de integrarse en una Uni¨®n Monetaria: esto es, de consolidar su influencia en el contexto europeo -del que depende, en primera instancia, la prosperidad de nuestra econom¨ªa- sin incurrir por ello en grandes costes a corto plazo; pero esa posibilidad no es a¨²n una certeza. Nuestro cr¨¦dito frente a la Uni¨®n Europea se vio da?ado, en 1992-93, por el incumplimiento del primer Plan de Convergencia y las sucesivas devaluaciones de la peseta.
El Presupuesto de 1997 no basta para recuperar ese cr¨¦dito: con ¨¦l decimos a nuestros socios que nos gustar¨ªa formar parte de la Uni¨®n Monetaria en 1999; pero no damos a¨²n muestras de estar dispuestos a hacer todo lo necesario por conseguirlo.
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