Un gracias a los lectores
Concluido mi mandato como defensor del lector, me toca hoy despedirme. Y lo hago agradeciendo a los lectores, empezando por los m¨¢s cr¨ªticos, la ayuda que me han prestado para intentar mejorar un diario que ellos consideran como algo propio; y con raz¨®n.S¨¦ que m¨¢s de uno, de los miles que me han escrito y de otros tantos que me han llamado por tel¨¦fono ' no estuvo conforme con el modo en qu¨¦ trat¨¦ sus quejas, y hasta me han acusado a veces de haber sido demasiado condescendiente con los compa?eros en error. Al mismo tiempo me imagino que, por el contrario, m¨¢s de uno de mis compa?eros y superiores a quienes tuve que pedirles cuentas de las quejas de los lectores habr¨¢ pensado para sus adentros que m¨¢s me hubiera valido escuchar un poco menos a esos "pesados" de lectores. Pero la verdad es que, si lo pensaron, nunca me lo recriminaron.
En estos a?os de relaci¨®n cotidiana con los lectores, incluso con los m¨¢s airados, he aprendido muchas cosas. Por ejemplo, que podemos a¨²n mejorar el peri¨®dico, que sigue saliendo a la calle con m¨¢s errores de los deseados, y que no siempre somos lo cuidadosos que deber¨ªamos a la hora de redactar, titular, poner un pie de foto o controlar una noticia. He aprendido que en tantas ocasiones los lectores nos dan lecciones de c¨®mo deber¨ªamos amar nuestro oficio y cuidar el producto que les ofrecemos cada ma?ana, dado el aprecio y a veces hasta la admiraci¨®n que ellos tienen por nuestro trabajo.
He advertido el mucho cr¨¦dito que nos dan muchos lectores. Son incontables los que empezaban sus cartas o sus llamadas de tel¨¦fono diciendo: "Yo compro EL PA?S desde el primer d¨ªa". Uno me puntualiz¨®: "Desde el segundo d¨ªa, porque el primero estaba en Asturias y se hab¨ªa agotado".
He podido constatar que nuestros lectores, los de la primera hora y los que se han ido agregando a lo largo del camino, nos exigen sobre todo dos cosas: que no nos dejemos arrastrar por el llamado periodismo amarillista (lo cual no significa que no nos exijan que sepamos modernizarnos, ser interesantes y estar atentos a todo lo nuevo que germina a nuestro alrededor) y que no les ocultemos ninguna noticia por miedo a perder protecci¨®n de los diversos poderes ficticos.
Despu¨¦s, es evidente que cada uno, de l6s lectores preferir¨ªa que insisti¨¦ramos m¨¢s en unos temas que en otros. En estos dos a?os he intentado explicar a los lectores que cuando un peri¨®dico es le¨ªdo diariamente por m¨¢s de un mill¨®n de personas, es normal que los gustos. sean muy diferentes y que, aun con toda la buena voluntad de la direcci¨®n, es imposible complacer a todos. Pero estoy seguro de que las quejas y sugerencias de los lectores, transmitidas puntualmente a, quienes tienen la autoridad. para intervenir, no habr¨¢n ca¨ªdo en saco roto.
Sobre todo, una queja tan concreta que ha absorbido casi el 50% de cartas y llamadas: la exigencia de un diario mejor escrito. M¨¢s de un lector ha subrayado al respecto que no le consuela el que otros diarios importantes a nivel europeo tengan tantos o m¨¢s errores que EL PA?S, porque consideran, que el primer diario de lengua castellana del mundo debe responder, en este asunto, a las justas expectativas de sus lectore.El coraz¨®n d¨¦ los lectores
Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez acaba de aguijonear a los periodistas con un art¨ªculo publicado el domingo pasado en este diario. El escritor colombiano ha llegado a calificar a las modernas redacciones de los diarios de "laboratorios as¨¦pticos para navegantes Solitarios donde parece m¨¢s f¨¢cil comunicarse con los fen¨®menos siderales que con el coraz¨®n de los lectores". No le falta raz¨®n, porque habr¨¢, sin duda; quien, agarrotado por la tiran¨ªa de, la tecnolog¨ªa, acabe sucumbiendo a, la tentaci¨®n de desentenderse del !'coraz¨®n de los lectores". Aunque en general puedo dar fe de que, por lo que se refiere a este peri¨®dico (que cuenta desde hace 11 a?os con un Defensor de los Lectores), a pesar de sus muchas deficiencias, se trabaja en ¨¦l con ah¨ªnco, respeto y profesion¨¢lidad, pensando en los lectores. Nadie azuza a los redactores, y menos por motivos de mercado, para que aflojen en esa tensi¨®n ¨¦tica que, como gr¨¢ficamente dice el autor de Cien a?os de soledad, "debe acompa?ar al periodista como el zumbido al moscard¨®n".La provocaci¨®n de Borges
Para concluir, mi deseo es que los lectores sigan vigil¨¢ndonos para que no nos durmamos en los laureles, porque. sin ese. acicate, por doloroso que a veces pueda resultamos, seguramente har¨ªamos un peri¨®dico peor. Y que al mismo tiempo no olviden que nuestro oficio no es ni mejor ni peor que los dem¨¢s y que est¨¢ sometido a las miinas presiones y compromisos de cuantos trabajan en esta sociedad competitiva y mercantilizada. Y que no somos -como alguien puede seguir creyendo- el ombligo del poder del mundo. Por eso, y para desmitificar un poco nuestra tarea, quiero recordar aqu¨ª una declaraci¨®n hecha por Borges a la prensa. Dijo un d¨ªa el poeta invidente a un grupo de informadores: "En ¨¦pocas importantes para la humanidad -la cultura griega no era nada despreciable- no hab¨ªa peri¨®dicos. Y no creo que Platon fuera inferior a un vespertino. Yo no he le¨ªdo un peri¨®dico en toda mi vida. En un diario, por lo general, se escriben noticias, desde luego, tontas. ?Qu¨¦ importa que un ministro viaje o no? De las cosas realmente importantes uno se entera de igual modo. Por ejemplo, cuando el hombre lleg¨® a la Luna lo supe sin necesidad de leer el diario. No se puede saber de antemano cu¨¢les son los hechos trascendentales de cada d¨ªa. La crucifixi¨®n de Cristo fue importante despu¨¦s, no cuando ocurri¨®". (Esteban Peicovich, Borges, el palabrista, Anaya. & Mario Muhinick Editores).
Se trata de una aparente paradoja para un personaje como Borges, de quien ser¨ªa dif¨ªcil decir si fue mejor lector que escritor. Pero al poeta argentino le encantaba provocar a los periodistas. Su mensaje irreverente era simb¨®lico, como su prosa y su poes¨ªa. Lo que probablemente quiso decir en este caso fue algo as¨ª como: "Vosotros, los periodistas, si quer¨¦is que os leamos, ofrecednos noticias interesantes, no manipuladas; que valgan la pena y que est¨¦n bien escritas. De lo contrario, mejor que nos enteremos de ellas en la calle".
?No es esto lo que, a fin de cuentas, me hab¨¦is pedido con vuestras quejas? Quejas que, estoy seguro, seguir¨¦is planteando a quien tome mi relevo como defensor de vuestros derechos de lectores.
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