Cascorro, un h¨¦roe sin suerte
El historiador Juan Pando descubre el perfil humano de Eloy Gonzalo, en el centenario de su gesta
Su estatua clava la mirada en el infinito mientras en la verja que circunda el pedestal es frecuente ver acodados a los m¨¢s variopintos personajes del barrio: comerciantes, transportistas, africanos con su fardo de baratijas, abuelas vigilando, el juego de los nietos y camellos olfateando posibles clientes. Hace 94 a?os que Cascorro, sin violencia, tom¨® el Rastro y se convirti¨® en un vecino m¨¢s, al que todos conocen pero del que poco saben. Todo lo m¨¢s, que con su famosa lata de petr¨®leo achicharr¨® hace ahora un siglo a los rebeldes cubanos amotinados en un fort¨ªn. Su haza?a no evit¨® el desastre de la p¨¦rdida de la guerra ni la desmoralizaci¨®n que embarg¨® a toda una generaci¨®n, la del 98; pero s¨ª regal¨® a la ciudad un ¨ªdolo muy entra?able. "Cascorro se ha convertido en un h¨¦roe de consumo diario, muy de cocina, de abuela y toquilla, que no da miedo al hombre de a pie", afirma Juan Pando, un historiador que ha rastreado la vida de Eloy Gonzalo al cumplirse el centenario de su gesta, intentando descubrir algo m¨¢s de lo que cuentan las breves rese?as de enciclopedias y libros de texto. Su primera reflexi¨®n es que el h¨¦roe se ha fusionado tanto con su leyenda que ha perdido su identidad hasta el punto de adoptar como apellido el nombre del pueblecito cubano, cercano a Camag¨¹ey, donde tuvo lugar su haza?a. "Es el primer caso en la historia en el que el protagonista no da su nombre a la batalla, sino que, por el contrario, hace suyo el patron¨ªmico del lugar. A Cascorro, todo el mundo le conoce; a Eloy Gonzalo, no".
Inclusero y ex convicto, re¨²ne en su persona todos los ingredientes del h¨¦roe rom¨¢ntico: sentido del honor, generosidad y entrega, que unidas a un gran fatalismo hicieron posible su haza?a y encandilaron al pueblo. "Junto con los h¨¦roes de Baler [los ¨²ltimos de Filipinas] es uno de los ¨²ltimos rom¨¢nticos", se?ala Pando.
Su corta vida -muri¨® a los 28 a?os- estuvo marcada por el s¨ªndrome del abandono. Primero fue la inclusa, de donde le rescataron a los nueve d¨ªas de nacer un guardia civil y una mujer, domiciliados en Chapiner¨ªa. El gesto no encerraba ning¨²n rastro de altruismo. "La ley", explica Pando, "otorga a una pensi¨®n de 60 reales por manutenci¨®n a la familia progenitora". Once a?os despu¨¦s, al caducar la pensi¨®n alimenticia, caduc¨® tambi¨¦n el afecto familiar y el futuro h¨¦roe tuvo que sobrevivir lejos del olimpo. Tras trabajar como alba?il, labrador, carpintero y barbero, se incorpora con 21 a?os al Ej¨¦rcito en el Regimiento de Dragones de Lusitania, unidad de caballer¨ªa acantonada en Alcal¨¢ de Henares. "Para ¨¦l el Ej¨¦rcito representa una familia de la que piensa que nunca le va a abandonar", asegura Pando. Pero la milicia tambi¨¦n le rechazar¨ªa seis a?os despu¨¦s, tras un altercado con su teniente, al que amenaz¨® con un arma. El Ej¨¦rcito le deja en lugar seguro: la prisi¨®n de Valladolid.
Pando tiene sus dudas sobre el origen de tama?a indisciplina. "Seg¨²n los testimonios de antiguos camaradas, recogidos por uno de sus bi¨®grafos, la agresiva reacci¨®n estuvo motivada por que sorprendi¨® a su amada, cuyo nombre se desconoce, en brazos de su teniente. Pero tan galdosiana historia pudo ser menos vibrante y reducirse a un simple fallo en el servicio con el subsiguiente problema de malos tratos". Lo que el Ej¨¦rcito leg¨® a la posteridad es un buen retrato f¨ªsico del h¨¦roe: 1,70 metros de altura, pelo casta?o, ojos azules,' cejas "al pelo", escaso de barba, color "sano", aire "marcial" boca, nariz y frente "regular". .
En la c¨¢rcel comienza a fraguarse su epopeya. "Cuando al ingresar en prisi¨®n le recuerdan los 12 a?os de condena, el mundo se le cae encima, y al poco tiempo se ofrece voluntario para lavar su delito vertiendo su sangre por la naci¨®n en los campos de Cuba', d¨®nde meses antes se hab¨ªa elevado por tercera vez el grit¨® de independencia". El 22 de noviembre de 1895 sale de La Coru?a rumbo a la isla, y tras casi un a?o de combatir en la Manigua, en la noche del 5 al 6 de octubre, por primera vez la suerte se aliar¨ªa con ¨¦l. Ciento setenta soldados espa?oles al mando del capit¨¢n Francisco Neila resist¨ªan en Cascorro desde hac¨ªa m¨¢s de 15 d¨ªas, sin v¨ªveres, sin municiones, el cerco de los independentistas cubanos que se hab¨ªan hecho fuertes en la casa del hacendado Manuel Hern¨¢ndez.,
Eloy Gonzalo se ofrece voluntario para prender fuego al fort¨ªn con la sola ayuda de una lata de 10 litros de petr¨®leo, una antorcha, un fusil mauser y una larga soga atada a la cintura. "?l insiste en llevar la cuerda para que rescataran su cuerpo porque estaba convencido de que iba a morir. Es un s¨ªmbolo no s¨®lo del fatalismo hisp¨¢nico que le caracteriza, sino tambi¨¦n de la generosidad, porque piensa solamente en salvar a sus compa?eros que son su ¨²nica familia". Ten¨ªa tan clara su muerte que la historia le mat¨® all¨ª mismo. "En la creencia popular, y todav¨ªa en muchas enciclopedias, Eloy Gonzalo muri¨® ese d¨ªa", afirma un tanto perplejo Pando. Este lapsus enciclop¨¦dico puede deberse a la muerte tan poco heroica de Eloy. Hab¨ªa resistido al asedio, pero no al arma m¨¢s eficaz de los mambises (guerrilleros): las epidemias. Un a?o despu¨¦s del asedio muri¨® en el hospital de Matanzas a causa de enterocolitis gangrenosa.
La gloria le report¨® poco. Weiler, capit¨¢n general en La Habana, no le perdon¨® su condici¨®n de ex convicto, y la mayor gloria, la Laureada, se la llev¨® el capit¨¢n Neilla, que seg¨²n el historiador no hab¨ªa pegado un solo tiro aquella noche. Eloy tuvo que conformarse con la cruz de plata al M¨¦rito Militar. "La historia tiene as¨ª dos h¨¦roes, el verdadero y el oficial. Es el pueblo prosigue, Pando, "el que le ha hecho justicia. Cascorro es querido, mientras que de Neila ya nadie se acuerda".
La condecoraci¨®n, junto con un machete, el mauser, retratos, 150 cartuchos y 3,80 pesos, eran todas sus pertenencias al morir. Eso y una exigua pensi¨®n de 7,5 pesetas mensuales que, 11 a?os despu¨¦s de muerto, reclam¨® Gabriela Alvaro, una segoviana de Pr¨¢dena de Sep¨²lveda, alegando ser su hermana. Ciento cinco folios de investigaci¨®n judicial desvelaron la verdad: el hermano de Gabriela, Hermenegildo ?lvaro, hab¨ªa asistido al cerco de Cascorro y a su vuelta alarde¨® ante sus paisanos de ser el protagonista de la haza?a. Cerrado el expediente por fin, Eloy Cascorro pudo descansar en paz.
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