Stalin y Espa?a
"Irujo: Nin no ha aparecido. Negr¨ªn: Qu¨¦ importa? Es uno m¨¢s. (Consejo de Ministros, 25 de octubre de 1937).Cuando se cumplen 60 a?os de la intervenci¨®n de la URSS en la, guerra civil, no corren buenos tiempos para la imagen de la pol¨ªtica de Stalin en Espa?a. Santiago Carrillo es pr¨¢cticamente el ¨²nico que se atreve a recordar las que juzga sus intervenciones, positivas, cuando en 1948 recomienda al PCE el trabajo en los sindicatos franquistas o, 12a?os antes, al llamar a la moderaci¨®n a Largo Caballero apuntando a una v¨ªa parlamentaria al socialismo. Pero estas evocaciones, sacadas de contexto, tienen poco valor para contrarrestar la confortante visi¨®n dualista, mezcla de Orwell desfigurado y Disneylandia revolucionaria, que nos propon¨ªa hace unos meses Ken Loach en su Tierra y libertad.
La imagen de la revoluci¨®n aut¨¦ntica, la anarcopoumista asesinada por la espalda, ha resurgido con singular fuerza. Lo resum¨ªa a fines de junio el editor de un programa sobre nuestra guerra en France 3: quienes m¨¢s le dol¨ªan eran "los vencidos de los vencidos", los revolucionarios ut¨®picos ejecutados a miles por los estalinistas. Segu¨ªan las fotograf¨ªas de los representantes rusos en Espa?a, v¨ªctimas tambi¨¦n de Stalin, y una sola "de quien permaneci¨® fiel al amo", Togliatti, blanco habitual en este tipo de composiciones, algo que nos permite entender que el blanco. real era la deriva del comunismo hacia la democracia.
Las cosas son, no obstante, m¨¢s complejas, y tanto por lo que concierne a los supuestos ¨¢ngeles de la revoluci¨®n -que en el caso del ¨¢narcosindicalismo fueron los primeros en anotar las propias limitaciones como en el de esa fuente supuesta de todos los males: el PCE manejado por Stalin. Advirtamos que no se trata de buscar una exculpaci¨®n, sino una explicaci¨®n, partiendo de que el estalinismo fue algo m¨¢s profundo que el conjunto de decisiones de un personaje malvado y al parecer, por lo que toca a Espa?a, contrarrevolucionario. En realidad, la particularidad de Stalin consisti¨® en definir un modo de hacer pol¨ªtica, de relaci¨®n con el otro (competidor, adversario o aliado circunstancial) desde una doble perspectiva de instrumentalizaci¨®n y destrucci¨®n seg¨²n las metas perseguidas. Esto marc¨® al movimiento comunista en su conjunto, pudiendo incluso, como ocurre en la Espa?a de 1936-1937, arruinar el contenido de su estrategia pol¨ªtica. Reconstruir esta l¨®gica del comportamiento puede tener m¨¢s inter¨¦s que una pel¨ªcula de buenos y malos, proporcionando de paso una explicaci¨®n a la paradoja de que una, pol¨ªtica destinada inicialmente a defender con todo rigor la democracia republicana y la unidad de las fuerzas obreras desembocase en una situaci¨®n de radical aislamiento comunista.
Porque, efectivamente, Stalin no buscaba en el verano de 1936 imponer el dominio sovi¨¦tico sobre Espa?a. Los sue?os de, una "revoluci¨®n espa?ola", remake del Octubre ruso de 1917, dominantes en el primer bienio republicano, hab¨ªan cedido paso desde meses atr¨¢s a. una, pol¨ªtica de frente o bloque popular, apoyada en u?a doble estimaci¨®n. Primero, que en la situaci¨®n pol¨ªtica de Espa?a prevalec¨ªan los riesgos de una contrarrevoluci¨®n, sobre las posibilidades revolucionarias. Y segundo, por encima de todo, resultaba preciso para la URSS dar prioridad al empeoramiento de la situaci¨®n internacional, con la subida en flecha de la amenaza hitleriana, lo cual quitaba todo encanto para Mosc¨², a cualquier perspectiva de revoluci¨®n social hecha a espaldas de Inglaterra y de Francia. Era un puro juego de suma de vectores, donde para nada entraban consideraciones de preferencias por la democracia, aunque esa defensa de la democracia fuera el resultado concreto, de la aplicaci¨®n de semejante enfoque a Espa?a, con especial insistencia desde que las tropas de Hitler ocupan. Renania a primeros de marzo de 1936. Para fijar como objetivo central la defensa de la democracia espa?ola, Stalin no tuvo que esperar a asustarse ante las realizaciones revolucionarias que siguen al comienzo de la guerra.
El control de Stalin sobre el PCE era muy estricto desde que en 1932, como delegado y tutor por cuenta de la Internacional Comunista, tomase las riendas del partido el argentino Victorio Codovilla, due?o absoluto de las decisiones internas hasta 1937, y m¨¢s tarde implicado en el asesinato de Trotski en M¨¦xico. El secretario general, Jos¨¦ D¨ªaz, actu¨® durante estos a?os como simple asistente. En principio, una peque?a orquesta roja garantizaba que informaciones y consignas circularan diariamente entre Madrid y Mosc¨², pero en la pr¨¢ctica lo que llamar¨ªamos la autonom¨ªa del mayordomo por parte de Codovilla fue bastante amplia, dado su control de las informaciones transmitidas a la casa" y, en el tiempo de guerra, la rapidez con que se suced¨ªan los acontecimientos. Es as¨ª como, tras sus primeros dislates, notificando desde el 20 de julio que el levantamiento militar estaba pr¨¢cticamente vencido y que lo fundamental era entrar en el Gobierno, puede tomar decisiones importantes en contra de las directrices de la IC: por ejemplo, la propia entrada de ministros comunistas en el Gobierno de Largo Caballero. El nombre en clave del b¨²lgaro Dimitrov, situado, con Manuilsky, el representante del PCUS, al frente de la IC, era modestamente "Dios", pero el enlace con Espa?a nunca fue tan eficaz como el logrado con Francia. Ello explica que mientras desde Mosc¨² se proponia una pol¨ªtica de fortalecimiento de la unidad y renuncia al poder pol¨ªtico, por parte del PCE, la din¨¢mica del estalinismo funcionara por s¨ª misma en Espa?a, con toda su agresividad, modificando el contenido de la pol¨ªtica propuesta de apoyo a la Rep¨²blica y atenci¨®n preferente a la escena internacional. Esa actitud de cautela, adoptada por Stalin, explica la adhesi¨®n temprana de la URSS a la pol¨ªtica de No Intervenci¨®n, as¨ª como,el retraso d¨¦ su implicaci¨®n a fondo en la guerra, cuyo punto de partida podr¨ªa situarse en la decisi¨®n, de 18 de septiembre de 1936, por la c¨²al el secretariado de la IC acuerda enviar a Espa?a organizaciones de voluntarios, lo que ser¨¢n las Brigadas Internacionales. En la misma l¨ªnea se sit¨²an los reiterados llamamientos desde Mosc¨² para que el PCE apoye y no se oponga a Largo Caballero, hasta que desde el interior se logra imponer una actitud negativa, tras la ca¨ªda de M¨¢laga. Ni siquiera cuando llegue al poder un hombre propicio al entendimiento con los comunistas, Juan Negr¨ªn, cesar¨¢ Codovilla en su t¨¢ctica de desborda
Pasa a la p¨¢gina siguiente
Stalin y Espa?a
Viene de la p¨¢gina anteriormiento, secundado ahora por otro delegado, el izquierdista Stepanov, tras el asesinato de Andreu Nin. Mal, se cumpl¨ªa la inequ¨ªvoca consigna lanzada por Dimitrov al PCE el 19 de ulio de 1936: "No abandonar las posiciones del r¨¦gimen democr¨¢tico y no salir del l¨ªmite de la defensa de la Rep¨²blica
La doble cara de la pol¨ªtica sovi¨¦tica sale entonces a la luz con toda claridad. De un lado, Togliatti / "Ercoli" es enviado a Espa?a por Dimitrov y Manuilsky, veros¨ªmilmente para superar el izquierdismo, y poner fin a la f¨¦rrea tutela de Codovilla sobre el PCE: "El m¨¦todo de trabajo de Luis hac¨ªa in¨²tiles las reumones del bur¨® pol¨ªtico, priv¨¢ndoles de toda importancia", har¨¢, constar Pasionaria, nada desafecta a la Persona del argentino. Pero por otro lado, posiblemente al comprobar los obst¨¢culos que el marco jur¨ªdco republicano opone a la pretensi¨®n de Stalin de organizar en Espa?a a costa del POUM una reedici¨®n a menor escala de los procesos de Mosc¨², y ante el malestar generalizado que suscita en otras fuerzas pol¨ªticas la brutal y tosca eliminaci¨®n de Nin, el timonel decide cambiar de rumbo y proponer unas elecciones en plena guerra, de forma que la hegemon¨ªa del PCE quedase garantizada y anulado el contenido pluralista del Frente, Popular. Surgir¨ªa as¨ª "una democracia de nuevo tipo". Es entonces cuando desde Espa?a se bosqueja lo que luego ser¨¢ el r¨¦gimen de democracias populares. El proyecto recibir¨¢ una repulsa casi general y pasa a mejor vida con el hundimiento del frente de Arag¨®n. Pero es una muestra d¨¦ c¨®mo la voluntad de instrumentalizar, (a socialistas y republicanos) y destruir al oponente (en este caso, el chivo expiatorio poumista) dinamitaba desde, el interior lo que inicialmente un designio de proporcionar un s¨®lido apoyo obrero a la democracia republicana. La primera victima del estalinismo fue as¨ª la propia pol¨ªtica de Frente Popular que constitu¨ªa la la estrategia de la Internacional Comunista en Espa?a. Algo parecido le hab¨ªa de suceder, andando el tiempo, a Santiago Carrillo con su eurocomunismo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.