En defensa del cine
Para mí la literatura es un vehículo insustituible de conocimiento. Creo, con el se?or Vargas Llosa, que además debe ser algo más que un mero entretenimiento. Pero ya no me muestro tan de acuerdo con ese aire de menosprecio que muestra hacia el cine en su último artículo. Es verdad que entre las páginas de Cien a?os de soledad o de La educación sentimental se esconde el mundo entero y todo lo que somos. Pero, a mi modo de ver, también ocurre lo mismo con multitud de películas. ?Acaso, no encierra una visión particular, pero que a la vez nos afecta a todos, de lo que nos rodea la obra de cineastas como Bu?uel, Huston, Wilder, Bergman o Woody Allen? Depende de quién nos cuente la historia, de con qué grado de talento, generosidad y también compromiso lo haga. Eso es lo que hace duradera y necesaria una ficción. Puede haber tanta verdad en los mendigos que celebran la peculiar última cena de Viridiana, como en el personaje de Zavalita de la espléndida novela Conversación en La Catedral. A veces incluso el original literario se ve superado por la adaptación cinematográfica (Hitchcock era un maestro en convertir mediocres novelas en obras maestras del cine).Para mí, por lo menos, tan indispensable es Madame Bovary como la ascensorista de El apartamento de Wilder, el Max Estrella de Luces de bohemia como Plácido y su motocarro. Y si no me creen, vayan a ver Profundo carmesí, la última película de Ripstein, para comprobar cómo, una vez más, el buen cine (como la buena literatura) es capaz de expresar el mundo. Afortunadamente las ficciones literarias y las cinematográficas son compatibles y no hay que elegir entre ellas. Sólo las malas películas o las malas obras literarias son prescindibles.-
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