Los desaf¨ªos internos al r¨¦gimen saud¨ª
Los atentados de Riad y Jobar y la salud del rey Fahd suponen una grave amenaza para la familia reinante
Los dos coches bomba que estallaron el 13 de noviembre de 1995 y el 25 de junio de 1996 en Riad y Jobar, cerca de Dharan, as¨ª como la embolia que sufri¨® el rey Fahd en noviembre de 1995, han centrado la atenci¨®n sobre la estabilidad del r¨¦gimen de Arabia Saud¨ª. Los autores de la explosi¨®n de Riad, que fueron capturados y ejecutados, han sido presentados por las autoridades saud¨ªes como islamistas extremistas belicosos que sacaban sus ideas de disidentes exiliados como Mohammed al Masari.La familia reinante, los Al Saud, se enfrenta a uno de los periodos m¨¢s cr¨ªticos que ha atravesado nunca. Est¨¢ dirigida por pr¨ªncipes de edad avanzada y dividida por rivalidades internas en torno a la sucesi¨®n, y a la vez tiene que enfrentarse a una p¨¦rdida de confianza de la poblaci¨®n, que se ve agravada por la atracci¨®n cada vez mayor del fervor isl¨¢mico y por el recorte de las ayudas sociales.
En gran medida, la crisis actual se origin¨® durante la guerra del Golfo de 1991, que actu¨® como desencadenante, aunque muchas de las ra¨ªces de la crisis se remontan al menos a una d¨¦cada atr¨¢s. La tradicional pol¨ªtica saud¨ª de seguridad, forjada a principios de la d¨¦cada de los cincuenta por el rey Ibn Saud y su hijo el pr¨ªncipe, heredero Faisal, se basaba en aceptar la protecci¨®n militar de EE UU, estacionada "m¨¢s all¨¢ del horizonte", para recurrir a ella en caso de emergencia. Se rechazaba con vehemencia una presencia militar permanente de EE UU o el acopio de armas, por considerar que constituyen una violaci¨®n de la soberan¨ªa saud¨ª. Esta pol¨ªtica cambi¨® durante la guerra del Golfo, cuando cerca de 500.000 soldados extranjeros operaron desde bases situadas en territorio saud¨ª, y m¨¢s tarde, cuando una fuerza militar occidental limitada permaneci¨® en territorio saud¨ª para imponer las resoluciones de la ONU sobre Irak y garantizar la estabilidad de los emiratos del Golfo.
El sistema pol¨ªtico saud¨ª se caracteriza por la hegemon¨ªa de la familia reinante, los Al Saud, y el monopolio de ¨¦stos sobre el poder pol¨ªtico y econ¨®mico. La lealtad y obediencia de la poblaci¨®n hab¨ªan estado garantizadas por alianzas de los Al Saud con las familias importantes de mercaderes, con jeques tribales y con los ulemas (juristas), y posteriormente mediante una pol¨ªtica de ayudas sociales abundantes. Este sistema pol¨ªtico, mejorado y desarrollado por el pr¨ªncipe heredero Faisal a principios de la d¨¦cada de los sesenta, se ha agotado en muchos aspectos. La pol¨ªtica de ayudas sociales se vio en dificultades ante el declive de los ingresos del petr¨®leo desde 1982 y el consiguiente descenso de aproximadamente un 50% en el producto nacional bruto (PNB) per c¨¢pita de 1982 a 1995, as¨ª como el agotamiento casi total de las reservas l¨ªquidas de divisas del pa¨ªs, que ascend¨ªan a 115. 000 millones de d¨®lares. Los cambios demogr¨¢ficos, que igual que en otros Estados ¨¢rabes han duplicado la poblaci¨®n en los ¨²ltimos 30 a?os, han sobrecargado la capacidad del Gobierno para mantener su pol¨ªtica benevolente de ayudas sociales.
Sin embargo, la presi¨®n sobre los Al Saud para que pongan fin a su monopolio del poder todav¨ªa es soportable. Esto se debe a que la mayor¨ªa de los saud¨ªes est¨¢n m¨¢s acostumbrados a las normas tribales tradicionales que a los valores democr¨¢ticos occidentales.
Para el actual sistema, el riesgo mayor lo constituyen las tensiones referentes al orden sucesorio en la familia real. Los sucesores naturales del rey Fahd, son el pr¨ªncipe heredero, Abdull¨¢, conservador, que probablemente suceder¨¢ a Fahd si ¨¦ste abdica por motivos de salud, y el hermanastro del anterior, pr¨ªncipe Sult¨¢n, ministro de Defensa, pronorteamericano, que deber¨ªa suceder a Abdull¨¢ como pr¨ªncipe heredero, si ¨¦ste reinara.
A pesar de la enfermedad de Fahd y de la avanzada edad de sus sucesores pactados, la familia real todav¨ªa no ha decidido qui¨¦n suceder¨¢ a Sult¨¢n como pr¨ªncipe heredero y rey designado. La cuesti¨®n se ve m¨¢s complicada a¨²n por la necesidad de mantener un cierto equilibrio interno entre las diversas ramas maternas de la familia y conservar en el Gobierno una representaci¨®n adecuada e igual de pr¨ªncipes conservadores y prooccidentales.
Los diversos grupos de oposici¨®n activa representan fuerzas centr¨ªfugas reminiscentes del tejido tribal de la sociedad o bien intereses locales. La oposici¨®n no logr¨® tampoco dar con una ideolog¨ªa radical capaz d¨¦ superar las diferencias arraigadas en la sociedad y salvar as¨ª las distancias entre sus segmentos m¨¢s heterog¨¦neos. Por tanto, la oposici¨®n representaba intereses locales como los de la minor¨ªa shi¨ª -situada en la regi¨®n oriental rica en petr¨®leo en torno a Qatif, Hufuf, Daminam, Ras Tanura y Jubayl-, cuyos mensajes eran rechazados por la mayor¨ªa sun¨ª, o los de la poblaci¨®n de la regi¨®n occidental de Hijaz, educada a la manera occidental, que en las d¨¦cadas de los cincuenta y sesenta estuvo m¨¢s expuesta a las ideolog¨ªas nacionales y liberales e influida por ¨¦stas.
En la regi¨®n central de Najd, el n¨²cleo de la ideolog¨ªa wahab¨ª del reino, estrictamente religiosa, la oposici¨®n al dominio de los Al Saud permaneci¨® latente a lo largo de los a?os, aunque no estall¨® hasta finales de la d¨¦cada de los setenta con la toma de la Gran Mezquita de La Meca por parte de un grupo ultraortodoxo liderado por Juhaiman al Utaibi. La oposici¨®n que crec¨ªa en Najd era m¨¢s fundamentalista que los grupos de otras regiones. En Burayda, la capital de la provincia de Al Oassim, al norte de Riad, los musulmanes fundamentalistas se opon¨ªan a menudo a las pr¨¢cticas religiosas del Gobierno. En esa atm¨®sfera surgieron disidentes famosos como Mohammed al Masari o el cl¨¦rigo Salman al Awda, nacido y educado en la provincia de Al Qasim.
El actual movimiento de oposici¨®n isl¨¢mico ha cobrado impulso desde la guerra del Golfo de 1991. Se compone de varias ramas, entre las que figuran grupos militantes clandestinos pobremente organizados, entrenados en Afganist¨¢n y aparentemente responsables de las ¨²ltimas actividades terroristas. El movimiento isl¨¢mico resalta estas necesidades:
- Poner fin a la corrupci¨®n y el nepotismo de los Al Saud.
- Establecer la justicia social basada en las reglas del Cor¨¢n.
- Crear unas fuerzas militares potentes capaces de defender el pa¨ªs.
- Recuperar los conceptos isl¨¢micos de responsabilidad de los gobernantes y legitimar los derechos humanos bajo el islam.
Estos mensajes, que corresponden a los principales preceptos difundidos por Juhaiman al Utaibi en 1979, resultan atractivos para los funcionarios de bajo rango y os estudiantes universitarios, pero no necesariamente para la clase media alta de Hijaz o la poblaci¨®n shi¨ª del Este
La principal amenaza para la estabilidad del Gobierno procede del seno de la familia Al Saud. Si sus miembros no consiguen ponerse de acuerdo sobre la continuidad de un Gobierno de consenso, tendr¨¢n que dise?ar un nuevo orden interno para consolidar su autoridad. La falta de acuerdo sobre la sucesi¨®n y el reparto de poder en la familia en un futuro pr¨®ximo podr¨ªan provocar complicaciones en la transferencia de poder de Fahd a sus sucesores, o tambi¨¦n revivir la lucha entre los pr¨ªncipes conservadores y los que apoyan a EE UU. En esa lucha, los pr¨ªncipes podr¨ªan verse tentados a buscar apoyo fuera de la familia lo que recortar¨ªa la hegemon¨ªa de los Al Saud y promover¨ªa la idea de participaci¨®n p¨²blica en el Gobierno, lo que dividir¨ªa a la familia real entre quienes se adhieren a su base tradicional de consenso y los que podr¨ªan preferir un sistema m¨¢s progresista. Una evoluci¨®n as¨ª crear¨ªa inestabilidad tanto en Arabia Saud¨ª como en toda la regi¨®n del Golfo, adem¨¢s de suponer una amenaza por los intereses petroleros y econ¨®micos de Occidente.
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