La primera noche
Ya sonaba Platero y T¨² y las colas ante el Palacio de los Deportes se alargaban m¨¢s de un centenar de metros. "No lo entiendo", aseguraba un miembro de la organizaci¨®n. "Se hab¨ªa avisado que se abr¨ªa a las ocho y todos llegan tarde". Esta masa paciente y risue?a que llevaba d¨ªas con la entrada (2.000 pesetas con antelaci¨®n) en la cartera todav¨ªa no domina el timing de los conciertos de rock.?Una experiencia nueva! A juzgar por el entusiasmo con el que algunos celebraban el superar, las barreras de seguridad, aquello ten¨ªa mucho de- estreno. Estreno en los rituales del rock, con la incomodidad y los golpes gozosamente asumidos. El primer choque: el descubrimiento de que, en los locales de la Comunidad, el alcohol no entra dentro de la oferta.
Extremoduro y Platero y T¨²
Palacio de los Deportes. 11:000 personas. Entradas: 2.000 pesetas. Madrid, 8 de noviembre.
La urgencia. por sumarse al embotellamiento humano les hac¨ªa ignorar los puestos de venta. Mercanc¨ªa variada: desde gorras a sudaderas ("t¨ªo, para toda a vida"), pasando por librillos e papel de fumar y ?un parch¨ªs artesanal! Todo con esas ilustraciones que adornan los discos de Extremoduro.
Bajo una bandera pirata y con un tel¨®n rojo tipo club de alterne, se desga?itaban las guitarras de Platero y T¨², despachando ese boogie que tan ¨²til resulta para agitar melenas. Eficaz y recibido con agradecimiento pero nada comparado al fervor con que se acoge a Robe Iniesta: mecheros, gente cantando a todo pulm¨®n, el instante de conexi¨®n entre un p¨²blico que se identifica -?por primera vez?- con un ¨ªdolo.
Letras descarnadas
El p¨²blico de Extremoduro se sabe al dedillo esas letras truculentas y descarnadas. De hecho, uno de los placeres de este concierto parec¨ªa ser pronunciar en voz alta historias extremas: "No s¨¦ si atracar un banco o irme a desintoxicar / para qu¨¦ quiero el dinero / si todo me sienta mal". Este cacere?o hace que un p¨²blico en su mayor¨ªa modosito tenga la oportunidad de sentir que est¨¢ viviendo peligrosamente.Los recitados de Robe entre canci¨®n y canci¨®n eran celebrados aunque no superaran el nivel de pareados de chocha y pito. Sin embargo no bastaba: "No s¨¦ si lo sab¨¦is pero estamos grabando un concierto. ?A ver si met¨¦is un poco de bulla, que parece que estamos solos!" No se puede pedir mucho m¨¢s de los 11.000 felices paganos que, en muchos casos, parec¨ªan estar sintiendo por vez primera la radiante intoxicaci¨®n de un concierto.
Adem¨¢s, un concierto especial, Concebido como la suma de los repertorios de ambos grupos, que se alternan de modo fraternal a lo largo de m¨¢s de tres horas. Y un detalle sentimental: el concierto estaba dedicado a Ra¨²l Guerrer¨®, representante de Extremoduro recientemente fallecido'.
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