"Hemos pasado mucho miedo y hemos visto muchos muertos"
Unas ni?as hutus vagan sin comida durante 15 d¨ªas por el este de Zaire
![Alfonso Armada](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2Fe33417e7-6939-4eea-ac46-f5ff107a7c22.png?auth=2ec908694fdeeab5ee61dbc7e3bc8d8ae1753b854ddeb42bb21ef2092f7ec1a3&width=100&height=100&smart=true)
Jam¨¢s olvidar¨¢n. Las retinas de los ruandeses que han sobrevivido al genocidio o huido al exilio est¨¢n saturadas de dolor. Como los ojos de Nyirakaranea, Uwimanimpane y Ntirenganya, que tienen grabado a fuego el sabor del miedo. Bajo los aguaceros del monz¨®n, sin casi nada de comer, entre disparos, cad¨¢veres y moribundos, tres hu¨¦rfanas ruandesas de 15, 12 y 11 a?os han vagado solas por los bosques y las selvas del este de Zaire, inh¨®spita tierra volc¨¢nica. "Cuando seamos mayores queremos cultivar la tierra para poder comer", repiten con sus voces fr¨¢giles ahora que est¨¢n a salvo en Ruanda. Ha sido una interminable pesadilla de 15 d¨ªas tras el ataque contra el campamento de refugiados de Kibumba, que puso en fuga a los 200.000 refugiados hutus como ellas que all¨ª se hacinaban desde hac¨ªa m¨¢s de dos a?os.Encogidas, con sus vestidos mugrientos y sus zapatitos destrozados, Uwimanimpane y Ntireng¨¢nya escuchan a su madre adoptiva de esta huida que se prolong¨® durante 15 d¨ªas y 15 noches de retortijones de hambre, fr¨ªo en las largas noches de la estaci¨®n de lluvias y terror vivo ante los milicianos y su guerra, las voces en la oscuridad, los aullidos de las alima?as o los muertos en el camino. Nyirakaranena estruja entre los dedos una bolsa de pl¨¢stico que no es mas que un amasijo. A veces se derrumba y rompe a llorar. Es un llanto mudo, que vierte escondido, con la cara en el hueco del hombro y el brazo. Un enfermero le acaricia la espalda con ternura y le pregunta si est¨¢ cansada, si quiere seguir hablando. Ella asiente.
"Hace dos semanas que estamos caminando", traduce Valens Ndayidenga, un ruand¨¦s de 26 a?os de la organizaci¨®n internacional FHI (Alimentos para los Necesitados), que se ha hecho cargo de las tres ni?as en el campo de tr¨¢nsito de Nkamira. "Hemos estado solas todo el tiempo", relata Nyirakaranena, con su cuerpo de 15 a?os, flaco y quebradizo, muy poco desarrollado para su edad.
"Com¨ªamos ra¨ªces, lo que encontr¨¢bamos y lo que nos daba la gente", campesinos zaire?os con los que se cruzaban, precisa Valens, que dice que ahora har¨¢n todo lo posible para encontrar a los familiares de las dos hermanas, Nyirakaranena y Uwimanimpane, que "salieron de Ruanda en el verano de 1994 sin el padre, muerto de una enfermedad, perdieron a su madre en aquella fuga masiva y vivieron en el campo de Kibumba con sus t¨ªos".
De Ntirenganya, vecina en el campo de refugiados, apenas saben que tiene 11 a?os y parece la m¨¢s traumatizada de las tres. Apenas acierta a musitar unas palabras. Tiene los dos ojos abiertos, pero s¨®lo uno le sirve para tantear el mundo exterior con miedo. La pupila izquierda es un eczema azulado y sin vida, que parece a punto de estallar y le deforma la expresi¨®n de todo el rostro.
Las tres ni?as llegaron a la frontera entre Zaire y Ruanda, no lejos de la ciudad de Gisenyi, el jueves. Un soldado ruand¨¦s recogi¨® a las peque?as y las traslad¨® a un centro de acogida de la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). En el campamento de Nkaraira, a 30 kil¨®metros de la frontera ruandesa de Gisenyi, despu¨¦s de d¨ªas de recorrer decenas de kil¨®metros y de pasar noches y noches al raso, sin m¨¢s cobertor que el alto cielo centroafricano, las tres ni?as acaban de recibir mantas y algunos enseres de cocina. Nyirakaranena no puede contener las l¨¢grimas al recordar. "Es la mayor y por tanto la m¨¢s consciente", comenta Valens. "Ha tenido que hacer de madre de las otras dos y de s¨ª misma. Les hemos hecho un reconocimiento m¨¦dico y aparentemente est¨¢n bien, salvo el ojo de Ntirenganya, pero no sabemos lo que se han visto obligadas a ver y a sufrir y de qu¨¦ manera ha quedado afectada su cabeza".
Nyirakaranena, que cursaba cuarto curso antes de la guerra y el genocidio de 1994 que desfond¨® Ruanda y la llen¨® de sangre, viv¨ªa en la comuna de Karago, dentro de la regi¨®n de Gisenyi. "Hemos pasado mucho miedo, porque o¨ªmos muchos disparos y hemos visto muchos muertos, por enfermedades y por la guerra". Sentadas en el suelo, a cubierto, lejos de la noche oscura y de los peligros que acechan en la intemperie, Nyirakaranena, Uwinianimpane y Ntirenganya han dejado de huir. La mayor, Nyirakaranena dice que ahora le gustar¨ªa "trabajar la tierra para poder comer y vestirse". Las otras dos, como un eco de hambre y el miedo padecido, s¨®lo aciertan a repetir los mismo: "Cultivar la tierra para poder comer". Tres ni?as campesinas. Tres rostros que poner al mill¨®n de refugiados hutus que vagan a la desesperada por el interior de Zaire y que, seg¨²n las Naciones Unidas, "hace d¨ªas que han empezado a morir".
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