La mina asturiana
HACE CINCO a?os, Asturias vivi¨® un oto?o marcado por la intenci¨®n del Gobierno -entonces del PSOE- de reestructurar la empresa minera Hulleras del Norte (Hunosa). Una huelga general a la que se sum¨® todo el Principado -obispado incluido- fue el punto m¨¢s alto de las sucesivas protestas, tras las que se acordaron recortes menos traum¨¢ticos de los inicialmente previstos. La calma fue provisional, como corresponde a una comarca que depende de una empresa que no ve la salida y que vive gracias a las ayudas que anualmente le llegan de los Presupuestos Generales del Estado: unos 90.000 millones de pesetas al a?o en la actualidad. Del intento de 1991 qued¨® un plan de ajuste que ha reducido la plantilla a menos de 10.000 empleados -sobre los 26.000 que tuvo-, y a 11 el n¨²mero de pozos abiertos, frente a los m¨¢s de 20 que hab¨ªa hace 30 a?os. El ministro de Industria, que hab¨ªa adelantado al principio de su mandato el cierre de Hunosa en el a?o 2006, redujo hace poco (en una entrevista con los directores de los diarios asturianos) ese plazo al a?o 2002: cuando finalice el plazo concedido por la Comisi¨®n Europea para acabar con las subvenciones industriales. Tras la amenaza de movilizaciones, el ministro dio marcha atr¨¢s, anunciando que intentar¨ªa que las instalaciones siguieran funcionando al menos hasta el 2005.
Pero un a?o m¨¢s de agon¨ªa no es una gran esperanza para una comarca que sigue dependiendo de la mina. Hunosa no es rentable, ni lo podr¨¢ ya ser nunca, pero todav¨ªa hoy genera el 30% de las rentas personales de siete municipios de la cuenca minera. Su cierre ser¨ªa una cat¨¢strofe, pero la duda es si el dinero empleado en subvencionarla, o una parte de ¨¦l, no podr¨ªa dedicarse a crear empleos alternativos en otros sectores con mayores perspectivas de futuro. Algunas fuentes han cifrado en una cantidad pr¨®xima a los dos billones de pesetas el total de subvenciones absorbidas por la miner¨ªa asturiana desde la creaci¨®n de Hunosa en 1967. Puesto que hace a?os que se sabe que el cierre es inevitable, tal vez los sindicatos deber¨ªan haber canalizado sus reivindicaciones menos a retrasar el desenlace que a invertir parte de esos fondos en la reconversi¨®n profesional de los trabajadores y el est¨ªmulo de nuevas actividades. Pero es m¨¢s f¨¢cil decirlo que hacerlo, y aunque el ministro se ha comprometido a inyectar capital para favorecer esas alternativas, la experiencia tambi¨¦n indica que no es sencillo encontrar huecos en un mercado crecientemente internacionalizado y sometido a fuerte competencia.
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