M¨¢s que mil palabras
No escasean las quejas de lectores referentes a la publicaci¨®n de fotograf¨ªas que consideran desagradables y que, a su juicio, no aportan nada desde el punto de vista informativo. La que public¨® EL PA?S el pasado 23 de octubre mostrando los cuerpos calcinados de 29 presos quemados vivos en el penal La Planta de Caracas (Venezuela) ha provocado la protesta de algunos que consideran truculenta dicha fotograf¨ªa, adem¨¢s de innecesaria informativamente.Poco cabe decir de la inhumanidad y salvajismo que rezuma la escena captada por la. fotograf¨ªa. La visi¨®n de los cuerpos amontonados de 29 presos que han sido quemados vivos en su celda produce en quien la contempla de todo menos placidez y serenidad de esp¨ªritu. Los presentadores de los telediarios de ese d¨ªa sintieron el deber de prevenir a los telespectadores sobre la crudeza de las im¨¢genes que iban a contemplar.
Desgraciadamente, la realidad de lo que sucede en muchos lugares del mundo da lugar a im¨¢genes escalofriantes. Captarlas y publicarlas sirve, entre otras cosas, para crear esa opini¨®n p¨²blica mundial que ayude a los Gobiernos a tomar decisiones y evitar desastres -por ejemplo, a intervenir en las zonas lim¨ªtrofes de Ruanda y Zaire para establecer pasillos humanitarios que salven de morir de hambre a centenares de miles de personas-. Y si esas fotograf¨ªas reflejan hechos criminales tambi¨¦n pueden convertirse en testimonio incriminador de los autores de tales hechos, incluso ante los tribunales. Los miembros de la Guardia Nacional venezolana que arrojaron bombas lacrim¨®genas en la celda de los reclusos estar¨ªan hoy m¨¢s tranquilos si esa terrible fotograf¨ªa no existiera y, sobre todo, si no hubiera dado la vuelta al mundo poniendo en evidencia su b¨¢rbaro proceder.
Sin embarg¨®, a juicio del lector Ernesto Recuero, esta fotograf¨ªa no debi¨® ser publicada por EL PA?S, al que acusa de publicar repetidas veces fotos truculentas. Y a?ade: "Sepa que hay un lector que est¨¢ en contra, porque cree conservar algo de sensibilidad en este mundo de cuenta de resultados". El jefe de la secci¨®n Internacional, Ricardo M. de Rituerto, explica que la publicaci¨®n de la fotograf¨ªa se adapta a los criterios establecidos en el Libro de estilo. que se?ala que "las fotograf¨ªas con im¨¢genes desagradables s¨®lo se publicar¨¢n cuando a?adan informaci¨®n". Y razona por qu¨¦: "Creemos que la fotograf¨ªa subraya la crueldad y la atrocidad del suceso con una fuerza que dif¨ªc¨ªlmente pueden alcanzar las palabras. No es una fotografia gratuita. Hace patente de un modo, estremecedor la realidad de 'angustia y desprecio acumulados' de que habla en la cr¨®nica de la tragedia el propio capell¨¢n de la c¨¢rcel de La Planta".
El Defensor del Lector poco puede a?adir. Decidir dentro de los criterios que marca el Libro de estilo cu¨¢ndo una fotograf¨ªa posiblemente desagradable debe ser publicada es competencia exclusiva de la direcci¨®n y de los responsables del ¨¢rea informativa del peri¨®dico. La opini¨®n del Defensor del Lector es a este respecto irrelevante, aunque particularmente piense que en esta ocasi¨®n se cumple con creces el dicho de que "una imagen vale m¨¢s que mil palabras". Como lo es la opini¨®n que pueda tener respecto de lo que define a una foto como truculenta o morbosa. Ser¨ªa harto pretencioso por su parte moverse con criterios preestablecidos en terrenos tan subjetivos y movedizos en los que ante todo cuenta la sensibilidad de cada cual. El Defensor del Lector se f¨ªa m¨¢s de lo que puedan decir los expertos que de su opini¨®n.
Marisa Fl¨®rez, redactora jefa de la secci¨®n de Fotograf¨ªa, considera que ninguno de los rasgos que definen la morbosidad -inter¨¦s malsano por personas o cosas, o atracci¨®n por acontecimientos desagradables- se dan en la fotograf¨ªa en cuesti¨®n. "Creo", a?ade, "que la fotograf¨ªa expone con la mayor delicadeza posible un hecho terrible que estaba sucediendo en el interior de la c¨¢rcel. El fot¨®grafo no capta primeros planos ni se regodea en gestos concretos, sino que da una imagen global de la tragedia".
Como no es la primera vez -ni seguramente ser¨¢ la ¨²ltima- que algunos lectores cuestionan los criterios !obre la publicaci¨®n de determinadas fotos, bueno es resaltar lo que afirma Rituerto sobre esta cuesti¨®n: "A la Redacci¨®n llegan constantemente dram¨¢ticas fotos que publicamos si consideramos que con ellas se enriquece una informaci¨®n, no por placer, irresponsabilidad o por dar al lector sobresaltos vanos. Los lectores habr¨¢n podido comprobar que, adem¨¢s de im¨¢genes reveladoras de las simas de abyecci¨®n en que es capaz de precipitarse el g¨¦nero humano, tambi¨¦n hemos publicado otras que podr¨ªan interpretarse como ejemplos exultantes de las cumbres a que puede auparse ese mismo g¨¦nero humano. Y lo seguiremos haciendo en ambos casos y con el mismo prop¨®sito: ofrecer al lector la mejor y m¨¢s completa informaci¨®n posible".
Olvido de fuentes
El 26 de octubre, la secci¨®n de Econom¨ªa inclu¨ªa una informaci¨®n titulada "El espa?ol casa quiere" y un gr¨¢fico sobre la propiedad de la vivienda en Europa que se parec¨ªan asombrosamente a lo publicado sobre el mismo tema en el semanario The Economist de esa semana. A Francisco Valencia, de Madrid, no le pas¨® inadvertido el hecho y le parece "esta forma de proceder absolutamente impropia de un diario de la categor¨ªa que pienso tiene EL PA?S". Su pregunta es: "?Tiene todo esto alguna explicaci¨®n?".Responde -y el Defensor del Lector piensa que cumplidamente- el redactor jefe -de Econom¨ªa, Miguel ?ngel Noceda: "Tiene el lector toda la raz¨®n al hacer esa apreciaci¨®n. Y es evidentemente una 'forma de proceder impropia' de EL PA?S porque siempre ha sido norma citar las fuentes de los gr¨¢ficos, y en este caso no iba a ser menos. El gr¨¢fico al que se refiere el lector, aparecido en la revista The Economist de esa semana, nos pareci¨® muy interesante para acompa?ar y enriquecer la informaci¨®n sobre las hipotecas que ofrec¨ªamos ese d¨ªa; pero tuvo un resultado maldito. Ya que no s¨®lo no se citaron las fuentes -British Council of Mortgage / The Economist-, sino que, adem¨¢s, se cometi¨® el error de cambiar la leyenda de manera que los datos correspondientes a las personas que viven en casa propia se otorgaron a las viviendas de alquiler privado y viceversa (esta equivocaci¨®n ya fue debidamente enmendada en una fe de errores del peri¨®dico)".
El Defensor del Lector nada tiene que a?adir a la contestaci¨®n dad7a por el redactor jefe de Econom¨ªa.
Los lectores pueden escribir al Defensor del Lector o telefonearle al n¨²mero (91) 337 78 36.
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