La extensi¨®n del entrenador
Bakero recoge en su despedida del Bar?a la nostalgia del 'Dream Team'
Hoy se pone la l¨¢pida al Dream Team en el Camp Nou. Uno tras otro, los futbolistas de la generaci¨®n de 1988, aquel grupo que alumbr¨® Cruyff para combatir la oscuridad en la que el mot¨ªn del Hesperia sumi¨® al barcelonismo, han ido dejando al Bar?a.Hubo a quien le largaron como un cualquiera cuando era el m¨¢s grande: Zubizarreta. Otro, el m¨¢s delicado y sensual, el jugador por excelencia de la sociedad civil catalana, el signo de distinci¨®n de aquel colectivo, acab¨® tan hastiado -dijo: "No aguanto m¨¢s"- que cay¨® en brazos del enemigo: Laudrup. El l¨ªder natural, el jerarca dentro y fuera de la cancha, el m¨¢s clarividente de la plantilla, sali¨® antes de que le mostraran la puerta: Koeman. A Txiki, el m¨¢s vivo, y a Eusebio, el m¨¢s d¨®cil, no les dieron ni las gracias. Y Stoichkov nunca se fue porque ha vuelto. Todos han ido desfilando.
Incluso el mismo progenitor. A Cruyff acabaron por montarle en el globo que ¨¦l mismo hab¨ªa ido hinchando con los bufidos de Zubi, Laudrup, Koeman, Eusebio y Stoichkov. Ya s¨®lo quedaba el capit¨¢n, y Bakero abandona hoy el Bar?a con todos los honores. Recoge, en calidad de capit¨¢n, toda la nostalgia que hay a¨²n del Dream Team y todos los adjetivos que sus compa?eros no pudieron tener en su d¨ªa.
El club le organiz¨® una cena de homenaje y pidi¨® la medalla al m¨¦rito deportivo: fue un futbolista de empresa. El hincha le venera, pues siempre crey¨® que si no creci¨® un palmo m¨¢s fue por el peso de su escroto. La prensa le entrevista, le mira y le remira, porque ha sido el ¨²ltimo jugador al que conven¨ªa poner la casete para saber de qu¨¦ iba la misa en el vestuario. Los compa?eros le respetan. Y el entrenador, simplemente, aplaude.
Y por eso se va Bakero abandona el Barca porque no tiene raz¨®n de ser. Hoy ya no es la extensi¨®n del entrenador ni el portavoz del vestuario. Necesita el campo para que luego le escuchen en el camerino. Y ahora le sientan en el banco o en el palco. Mal sitio para reinvidicar. La huella de Bakero como futbolista ser¨¢ siempre m¨¢s honda que la del Bakero capit¨¢n.
Hay una imagen que refleja el esp¨ªritu del Bakero jugador. Es la del gol de Kaiserslautern. El cabezazo que sirvi¨® de pr¨®logo a la Copa de Europa conquistada en Wembley expresa toda la rabia de un ganador por naturaleza. Fue siempre un inconformista. Su hoja de servicios es, en este sentido, irreprochable. En un campeonato de futbolistas muy curtidos, ¨¦l debut¨® a los 17 a?os. En una Liga presidida por el bipartidismo Madrid-Bar?a, ¨¦l gan¨® dos Ligas con la Real y luego cogi¨® la maleta y se tap¨® los o¨ªdos -en San Sebasti¨¢n le llamaban pesetero despu¨¦s de ser traspasado por unos 300 millones- para combatir el esp¨ªritu victimista del Camp Nou.
En un quir¨®fano que hab¨ªa devorado a futbolistas de todo pelaje, ¨¦l resisti¨® las peores lesiones: ni cuando le rompieron la cara, en su primer a?o de azulgrana, se rindi¨®. No ha parado hasta ser el jugador espa?ol de campo con m¨¢s minutos a cuestas. Tiene un cuerpo moldeado a patadas pese a ser el jugador m¨¢s din¨¢mico que ha tenido el Bar?a. El instinto de pelotari -fue todo un campe¨®n infantil- le llev¨® a no estar jam¨¢s parado en una cancha. S¨®lo sus gemelos delatan el peso de un motor que no se corresponde con su carrocer¨ªa. Era la reencarnaci¨®n de la agresividad.
La raza no le impidi¨® nunca leer el partido como corresponde a un pivote. Hizo siempre lo que conven¨ªa. Hab¨ªa que marcar la l¨ªnea, ah¨ª estaba la pierna de Bakero. Era necesario apartar a Stoichkov del ¨¢rbitro, por ah¨ª andaba Bakero. Faltaba un gol, pues aparec¨ªa Bakero. Era el coraz¨®n de un equipo que jugaba con la cabeza. Quiz¨¢ por ello sus mejores, partidos parecieron ser los peores del equipo. Lleg¨® un momento en que cuanto mejor jugaba el equipo, peor parec¨ªa Bakero. Era cuando Bakero se pon¨ªa de espaldas en la divisoria, mirando a Zubizarreta, y bal¨®n que ven¨ªa, bal¨®n que devolv¨ªa.
El pase atr¨¢s de Bakero pasar¨¢ a la posteridad con la misma tinta que el ca?¨®n de Koeman. Nadie como Bakero sab¨ªa juntar las l¨ªneas. Consciente de que su toque pod¨ªa ser un freno para el juego combinatorio del equipo, jam¨¢s intercedi¨® en el efecto del pase multiplicador. ?l fue el pegamento del equipo. Hizo en cada jugada lo mismo que el entrenador en cada entrenamiento.
Fue la extensi¨®n del t¨¦cnico en el campo, pero no es bueno serlo tambi¨¦n en el camerino, pues entonces los compa?eros creen que el capit¨¢n est¨¢ m¨¢s cerca de la caseta del t¨¦cnico que del vestuario de los futbolistas. Retirado Alexanco, Bakero se puso por orden de Cruyff un brazalete que le correspond¨ªa a Zubi, y le cost¨® gobernar a un vestuario que alberg¨® a futbolistas que se fueron sin decir adi¨®s porque nunca se les hab¨ªa o¨ªdo decir hola (Romario).
Cruyff comenz¨® a tomar medidas unilaterales y el colectivo se fue resquebrajando: se fue Zubi, se fue Laudrup, se fue Koeman, se fueron casi todos, y Bakero se qued¨® solo. La ley del terror con Cruyff, herido de muerte desde la final de Atenas, ha dado paso hoy al desgobierno con Robson a la espera de que la ley Bosman y la Liga de 22 permita conocerse a unos y otros. Y Bakero, cumplidos los 33 a?os y con dos hijos, ya no est¨¢ para ejercer de sheriff. As¨ª que ¨¦l tambi¨¦n ha decidido irse. Hoy se pondr¨¢ la zamarra azulgrana otra vez y dir¨¢ adi¨®s como un h¨¦roe. Nadie ha llevado con m¨¢s dignidad el 6 del Bar?a. Ahora, sin embargo, la camiseta le pesa tanto como el brazalete, y ha decidido irse a El Dorado para ense?arles a los mexicanos del Veracruz c¨®mo se gana un partido, justamente lo ¨²nico que no le falta al Bar?a.
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