Espa?oles en la reserva del Altai
La Reserva Natural del Alta? son 8.000 kil¨®metros cuadrados libres de humanos en el coraz¨®n de Asia Central, a las orillas de Siberia. Nadie, que se sepa, vive ni ha vivido ah¨ª. Unos enormes trozos de metal resaltando entre el verde -y contra la l¨®gica fueron durante muchos d¨ªas los ¨²nicos signos de civilizaci¨®n encontrados por los 11 naturalistas espa?oles que el pasado mes de agosto se fueron a recorrer esta regi¨®n del mundo sobre la que apenas hay estudios. Parte de su bot¨ªn de exploradores podr¨¢ ser contemplado en breve en el Jard¨ªn Bot¨¢nico de Madrid."En ninguna parte hab¨ªa vivido esta sensaci¨®n tan absoluta de soledad", contaba el investigador del Jard¨ªn Bot¨¢nico Santiago Castroviejo, organizador de la expedici¨®n, en una reciente conferencia de la Sociedad Espa?ola de Historia Natural. En veinte d¨ªas, los bot¨¢nicos recogieron 550 plantas con flores, 50 l¨ªquenes y m¨¢s de un centenar de hongos; los entom¨®logos, m¨¢s de mil cole¨®pteros y lepid¨®pteros; el limn¨®logo, que no perdi¨® ocasi¨®n de meter su manga en e agua para cazar animales microsc¨®picos, se trajo varias decenas de especies de ¨¢caros. Y todos juntos, con dos gu¨ªas rusos y el ex director de la Reserva Natural del Alta?, caminaron "m¨¢s de 200 kil¨®metros, salvando cada d¨ªa desniveles de m¨¢s de 1.000 metros`.
En varias ocasiones, confiesa Castroviejo, "tuvimos la convicci¨®n de que de ah¨ª no sal¨ªamos". "El primer d¨ªa deb¨ªamos andar 20 kil¨®metros y no hicimos m¨¢s que seis, por un terreno resbaladizo y dif¨ªcil". Tuvieron nevadas en pleno agosto y los lobos se comieron a dos de los siete caballos alquilados.
El paisaje del Alta?, donde la erosi¨®n por los glaciares es muy activa y la falta de, carreteras o t¨²neles deja intacta s. "morrenas y valles en U como de libro", no esconde tantas novedades para la biodiversidad como las regiones tropicales. S¨ª tiene algo ins¨®lito: las grandes piezas de metal que los expedicionarios admiraban sorprendidos son restos de cohetes rusos, hechos caer adrede en un paraje deshabitado.
Los expertos trabajan todav¨ªa con el 20% de las plantas tra¨ªdas en pliegos, secas, que les resultaban dif¨ªciles de clasificar, "algunas nos eran totalmente desconocidas", dice Castroviejo. ?l sospecha que algunas especies que all¨ª reciben el mismo nombre que en Europa, como un cierto tipo de encina, son en realidad distintas. "Su morfolog¨ªa lo es, y tambi¨¦n las condiciones del medio en que viven. Pero esto deber¨ªa determinarse con estudios en profundidad".
Tambi¨¦n est¨¢ equivocado, afirma este bot¨¢nico, el que parece ser ¨²nico estudio existente sobre la flora del Altai. Su autor lo publica este a?o en la revista Biogeogr¨¢fica y esboza una hip¨®tesis sobre la distribuci¨®n de los pisos de vegetaci¨®n, pero la tundra, la taiga, la estepa y los bosques -de fisonom¨ªa id¨¦ntica a los alpinos o a los pirenaicos- no se ordenan as¨ª en el ¨¢rea visitada por los espa?oles.
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