Hernani
UNAS DECENAS de encapuchados que profer¨ªan amenazas de muerte intentaron asaltar el martes el despacho del alcalde de Hernani, Jos¨¦ Antonio Rekondo. Los asaltantes protestaban por la detenci¨®n de cinco vecinos de la localidad, acusados de haber realizado en los ¨²ltimos meses, encuadrados en los llamados comandos Y de apoyo a ETA, m¨¢s de 60 sabotajes, causando da?os valorados en unos 500 millones de pesetas.Hernani ha sustituido a Renter¨ªa como escaparate de la brutalidad de la minor¨ªa que no acepta en el Pa¨ªs Vasco las reglas del juego democr¨¢tico. Con el 38% de los votos, HB fue en las municipales de mayo de 1995 la primera fuerza de la localidad. Sin embargo, en aplicaci¨®n del pacto tripartito concluido entre el PNV, el PSOE y EA, el candidato de este ¨²ltimo partido fue elegido alcalde. No es, como pretenden los radicales, que los partidos democr¨¢ticos arrebatasen a HB algo que le perteneciera por derecho; simplemente, partidos representativos de la mayor¨ªa de la poblaci¨®n se concertaron para respaldar una candidatura a la alcald¨ªa. ?sas son las reglas de la democracia. representativa. Los seguidores de HB no las aceptaron, y ya en el pleno para la elecci¨®n del alcalde, en junio de 1995, escenificaron un violento alarde de incivilidad e incultura.
Desde entonces, los alborotadores no han dejado de perseguir, insultar y agredir, o intentar hacerlo, al alcalde, que se ha convertido as¨ª en uno. de los s¨ªmbolos de la resistencia democr¨¢tica frente a la barbarie de los amigos de ETA. Tambi¨¦n en un punto de referencia de los sectores nacionalistas opuestos al acercamiento a cualquier precio al mundo radical ensayado por las direcciones del PNV y EA en los ¨²ltimos tiempos.
En ambos partidos han comenzado a surgir voces cr¨ªticas, aunque minoritarias, que consideran que se ha ido demasiado le os en ese deslizamiento. El cuestionamiento del Estatuto de Gernika desde dentro, sin otra alternativa que la negociaci¨®n con ETA de un nuevo marco pol¨ªtico, el virtual abandono del Pacto de Ajuria Enea y la b¨²squeda de la equidistancia -ni secuestros ni dispersi¨®n de los presos- est¨¢ dejando inerme a la mayor¨ªa social, que contempla con temor c¨®mo la minor¨ªa se considera con derecho a imponer en la calle lo que las urnas le niegan.
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