?Qu¨¦ pasa en Catalu?a?
El panorama pol¨ªtico en Catalu?a ha cambiado m¨¢s en dos meses que en los ¨²ltimos diez a?os. Un partido, el PP, se ha autoinmolado. Otro, Esquerra Republicana, se ha escindido. Otro, Iniciativa per Catalunya, ha resistido con dificultades la presi¨®n del anguitismo, pero a sabiendas de que esta presi¨®n va a continuar. Otro, el PSC, ha resuelto con seriedad sus problemas de direcci¨®n, pero se ha encontrado de improviso con las connotaciones del anuncio de dimisi¨®n del alcalde Pasqual Maragall. Y Converg¨¨ncia i Uni¨® ha entrado en una espiral de dur¨ªsima confrontaci¨®n entre los dos socios de la coalici¨®n.Debo decir, sin embargo, que este cambio se ve¨ªa venir. Tras unas primeras elecciones generales y municipales ganadas ampliamente por la izquierda, el PSC y el PSUC, y unas primeras elecciones auton¨®micas ganadas con muchas dificultades por Converg¨¨ncia, el mapa pol¨ªtico de Catalu?a cambi¨® con la crisis del PSUC y de UCD en 1981 y 1982 y se estabiliz¨® en tomo a dos grandes formaciones: el PSC y CiU. ?stas han sido y son las dos formaciones pol¨ªticas m¨¢s asentadas en toda Catalu?a y las que con mayor claridad expresan las dos grandes visiones sobre el papel de Catalu?a en el Estado de las Autonom¨ªas. El PSC es federalista y entiende el papel de Catalu?a como un motor fundamental del desarrollo del Estado espa?ol, en sentido federal. CiU es nacionalista y durante mucho tiempo ha basado su nacionalismo en un esquema simple, rotundo y eficaz: la afirmaci¨®n y la defensa de Catalu?a ante un adversario exterior, que nunca acababa de precisarse, pero que, en t¨¦rminos gen¨¦ricos, era el "Estado espa?ol".
La pugna interna en Catalu?a se planteaba tambi¨¦n en estos t¨¦rminos. Para CiU el socialismo catal¨¢n era la prolongaci¨®n y la quinta columna del enemigo exterior en casa. Y, como corolario, la propia CiU y su l¨ªder m¨¢ximo, Jordi Pujol, eran los defensores sin m¨¢cula de una naci¨®n combatida por otra naci¨®n. Para ello era indispensable que el otro terreno, el del "Estado espa?ol", estuviese gobernado por una fuerza pol¨ªtica que no necesitase apoyos de fuerzas minoritarias, o sea, que tuviese mayor¨ªa absoluta, dejase plena libertad de movimientos a los nacionalistas y no les exigiese ning¨²n compromiso de gobernabilidad. ?ste fue el esquema b¨¢sico que movi¨® la pol¨ªtica catalana hasta hace muy poco y que situ¨® a todas las fuerzas pol¨ªticas en una complicada posici¨®n porque hac¨ªa pasar la l¨ªnea divisoria no por la realidad interna de Catalu?a, sino por el alineamiento en uno o en otro de los dos campos nacionales supuestamente enfrentados.
Pues bien, este esquema se empez¨® a quebrar cuando en 1993 el PSOE perdi¨® la mayor¨ªa absoluta en el Congreso de los Diputados y CiU tuvo que comprometerse en la gobernabilidad del conjunto de Espa?a. Jordi Pujol sab¨ªa que no pod¨ªa eludir aquel compromiso, porque la realidad social y econ¨®mica de Catalu?a lo exig¨ªa, y se comprometi¨®, aunque con muchas reticencias y, desde luego, sin dar el paso decisivo de participar en una aut¨¦ntica coalici¨®n de gobierno. Pero, aun con estas limitaciones, el apoyo parlamentario de CiU al PSOE fue un duro golpe a la tesis central del enemigo exterior y tambi¨¦n a la tesis de la quinta columna representada por el PSC. Y con ello empez¨® el desconcierto en las bases y en la propia direcci¨®n de GU, desconcierto que Jordi Pujol. s¨®lo pudo atajar con un protagonismo personal desaforado y poniendo en juego su propia autoridad personal.
El golpe decisivo fue, sin embargo, el acuerdo del propio Jordi Pujol con el PP, aut¨¦ntico adversario que convirti¨® la batalla electoral en una dura confrontaci¨®n entre dos nacionalismos, el catal¨¢n y el espa?ol, y que pele¨® con CiU en nombre de un modelo de Estado. totalmente opuesto. El acuerdo en s¨ª y la extra?a solemnidad que se le dio fueron dos aut¨¦nticos mazazos para los militantes y los votantes de CiU, que de golpe se encontraron hu¨¦rfanos de teor¨ªa, sin enemigo exterior e incapaces de responder a la pregunta dec¨ªsiva: ?en qu¨¦ consiste nuestro nacionalismo?
Creo que este episodio y sus secuelas explican una buena parte de los movimientos que hemos vivido desde entonces. Una de estas secuelas es, por ejemplo, la enorme sangr¨ªa de los dirigentes hist¨®ricos de Converg¨¨ncia Democr¨¤tica de Catalunya. De hecho, Jordi Pujol se ha encontrado totalmente solo, ha multiplicado su protagonismo como dirigente, como negociador, como portavoz y hasta como jefe de protocolo y se ha rodeado de un equipo formado por t¨¦cnicos sin experiencia pol¨ªtica o por tecn¨®cratas ambiciosos, ninguno con capacidad de sustituirle en la direcci¨®n del partido ni en la presidencia de la Generalitat. O sea, que detr¨¢s de ¨¦l no hay nadie y Converg¨¨ncia Democr¨¤tica de Catalunya es hoy un partido que depende totalmente de los movimientos de su l¨ªder y que puede romperse en pedazos cuando este l¨ªder, que ha entrado en la recta final de su trayectoria, desaparezca de la escena pol¨ªtica o reduzca su protagonismo.
?ste es el fondo del envite que le ha lanzado su socio de coalici¨®n, Uni¨® Democr¨¤tica de Catalunya. Pero en el reto de Uni¨® Democr¨¢tica no hay s¨®lo la propuesta, muy aleatoria, de un l¨ªder alternativo, Dur¨¢n Lleida. En la dura requisitoria que ¨¦ste pronunci¨® contra el otro socio en el reciente congreso de UDC hay otros elementos significativos:, uno es la afirmaci¨®n de que Converg¨¨ncia s¨®lo es nacionalista y esto no es una ideolog¨ªa pol¨ªtica; otro, que CiU debe comprometerse directamente en la gobernaci¨®n del Estado; otro, no expl¨ªcita pero perfectamente deducible, que Uni¨® Democr¨¢tica se propone ocupar el espacio pol¨ªtico que est¨¢ dejando vac¨ªo el triste PP catal¨¢n. Es definitiva, la constataci¨®n de que el espacio del nacionalismo ha entrado en crisis y que las opciones pol¨ªticas tienen que situarse en otro terreno, como ha venido diciendo la izquierda catalana desde el primer d¨ªa.
Creo que en este nuevo terreno el nacionalismo victimista perder¨¢ fuerza y capacidad de aglutinamiento y la l¨ªnea divisoria ser¨¢, cada, d¨ªa m¨¢s, no la confrontaci¨®n de Catalu?a como bloque contra un adversario exterior, sino la lucha por el bienestar social, por el empleo, por la igualdad de los hombres y las mujeres, por, la solidaridad interna y externa, por la convivencia creadora de lenguas y de culturas, por la tolerancia, por el desarrollo de nuevas formas de participaci¨®n social y pol¨ªtica, por la descentralizaci¨®n y por la potenciaci¨®n de los municipios como instrumentos de acci¨®n colectiva. O sea, por los aut¨¦nticos problemas de la sociedad catalana. Y creo tambi¨¦n que el futuro no pasar¨¢ por el liderazgo carism¨¢tico de tal o cual dirigente, sino por la capacidad de forjar nuevas mayor¨ªas capaces de dialogar con las minor¨ªas y de integrar voluntades. Este es el desaf¨ªo con el que se van a tener que enfrentar todas las fuerzas pol¨ªticas catalanas.
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