El coraz¨®n de los pol¨ªticos
La prensa sensacionalista brit¨¢nica ha arruinado la carrera de numerosos pol¨ªticos y figuras p¨²blicas al contar con pelos y se?ales sus haza?as sexuales: Jerry Hayes, diputado conservador, ha inaugurado la cuenta para 1997 de las v¨ªctimas de los indiscretos tabloides. La prensa europea continental suele mostrar mayor respeto hacia la intimidad de los gobernantes; los franceses se han enterado ¨²nicamente post mortem de la complicada existencia amorosa del presidente Mitterrand. Tan s¨®lo la indiscutible relevancia de los comportamientos privados para explicar las conductas pol¨ªticas deber¨ªa justificar las excepciones a la norma general de respetar la intimidad de las figuras con proyecci¨®n p¨²blica; por ejemplo, el art¨ªculo de Ernesto Ekaizer titulado El coraz¨®n de los fiscales, publicado a ra¨ªz de la querella del ministerio p¨²blico contra Mario Conde, permiti¨® arrojar luz sobre los oscuros enredos que afligen a la Audiencia Nacional desde hace a?os. La voluntaria renuncia de los pol¨ªticos a las barreras protectoras de su intimidad, a fin de capitalizar las favorables repercusiones de un acontecimiento de su vida privada sobre su carrera p¨²blica, implica un paralelo ensanchamiento de ese ¨¢mbito cuando las consecuencias dejan de ser agradables: el vicepresidente primero del Gobierno se vio obligado a soportar con cristiana resignaci¨®n las rega?inas episcopales por su boda.Una reciente obra del doctor Pedro Zarco (La salud del coraz¨®n. Cuidados, s¨ªntomas y medidas preventivas, Temas de Hoy, 1996) invita a preguntarse por el coraz¨®n de los pol¨ªticos en una acepci¨®n despojada de cualquier connotaci¨®n metaf¨®rica. La evitaci¨®n del estr¨¦s (un anglicismo aceptado por la Real Academia Espa?ola para describir las situaciones que ponen a los individuos en riesgo de enfermar al exigirles rendimientos superiores a los normales) pertenece al dec¨¢logo de medidas cardioprotectoras recomendadas por el autor del libro junto con otras instrucciones referidas al ejercicio f¨ªsico, la dieta alimenticia y la renuncia al tabaco. El desencadenamiento de la Guerra del Golfo en enero de 1991 hizo aumentar en Israel el n¨²mero de infartos; el terremoto de Los ?ngeles de 1964 multiplic¨® por cinco las muertes s¨²bitas por fallos card¨ªacos.Dado que los pol¨ªticos reciben cotidianamente malas noticias, se ven obligados a desayunarse algunas ma?anas con un sapo y deben adoptar decisiones dif¨ªciles con informaci¨®n. insuficiente, contextos inciertos y repercusiones imprevisibles, cabr¨ªa suponer que su ¨ªndice de mortalidad como profesi¨®n es muy elevado; sin embargo, los hechos no avalan esa hip¨®tesis: en las respuestas dadas a cincuenta preguntas destinadas a satisfacer la curiosidad de sus lectores (?pueden los enfermos del coraz¨®n simultanear una relaci¨®n estable con una aventura?, ?qu¨¦ es la p¨¢jara de los ciclistas?), el doctor Zarco aporta, como prueba de que el estr¨¦s no acorta la vida, la longevidad de los dictadores (s¨ª fallecen, claro est¨¢, de muerte natural).
Pero la historia de este siglo ofrece el ejemplo de hombres p¨²blicos que alcanzaron una avanzada ancianidad sin haber sido dictadores como los octogenarios Franco o Salazar. As¨ª, Churchill y Adenauer llegaron a cumplir los noventa: la conducci¨®n de la Segunda Guerra Mundial en una Inglaterra bombardeada por los nazis y la reconstrucci¨®n de la Alemania derrotada en 1945 ofrecieron probablemente, sin embargo, un amplio repertorio de situaciones propicias para el infarto. La explicaci¨®n tal vez pueda proporcionarla otra de las medidas cardioprotectoras recomendada por el doctor Zarco: la satisfacci¨®n de la gente con su trabajo profesional. Porque, pese a sus habituales lamentos contra el excesivo peso de la p¨²rpura, el placer de los pol¨ªticos por desempe?ar su oficio y por ejercer el poder se halla fuera de cualquier duda razonable.
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