Robert Wilson explora el tiempo en Par¨ªs
El p¨²blico aplaudi¨® 20 minutos la obra "Time rocker", con musica de Lou Reed
ENVIADO ESPECIAL El p¨²blico del teatro Od¨¦on de Par¨ªs se entusiasm¨® el pasado martes con la representaci¨®n de Time rocker, a cargo de la compa?¨ªa Thaba Theater de Hamburgo, dentro del Festival de Oto?o. Time rocker viene a cerrar el tr¨ªptico oper¨ªstico iniciado por Robert Wilson en 1992 con The black rider (con libreto de William Burroughs y m¨²sica y canciones de Tom Walts) y seguido un par de a?os despu¨¦s por Alice, a partir del libro de Lewis Carroll (tambi¨¦n con m¨²sica y canciones de Waits). Time rocker es un espect¨¢culo inspirado en La m¨¢quina de explorar el tiempo, de H. G. Wells, con libreto del escritor y cr¨ªtico literario del The New York Review of Books Darryl Pinckney, quien ya hab¨ªa colaborado con Wilson en la adaptaci¨®n esc¨¦nica de Orlando, la novela de Virginia Woolf.
Al igual que ocurri¨® el pasado mes de junio en Hamburgo, donde se estren¨®, Time rocker fue recibido por el p¨²blico del Od¨¦on parisiense con grandes muestras de j¨²bilo -cerca de 20 minutos de aplausos-, que se convirti¨® en puro delirio cuando junto a los int¨¦rpretes, los m¨²sicos y Wilson y Frida Parmeggiani -creadora del vestuario-, el autor de la m¨²sica y la letra de los temas, Lou Reed, apareci¨® en el escenario -al igual que hizo en Hamburgo- Cogi¨® el micr¨®fono y cant¨® la primera estrofa de una de las canciones del espect¨¢culo: "I think you're so beautiful, / I think you're so kind, / and I think I would miss you / if you disappear into the divine" ("Pienso que eres tan bella, / pienso que eres tan encantadora, / y pienso que te echar¨ªa de menos / si fueras a desaparecer en lo divino").
Time rocker es un viaje (de dos horas y media) a trav¨¦s del tiempo a bordo de un extra?o fish, que lo mismo puede parecer el esqueleto de una ballena (Jon¨¢s) que la raspa de una sardina, seg¨²n se mire, y que en los labios de la pareja viajera, Nick (Stefan Kurt) y Priscilla (Annette Paulmann), se confunde f¨¢cilmente con un barco -Fisch / Schiff, pescado / barco en alem¨¢n- del futuro.
El viaje de la pareja se inicia al verse acusados por la polic¨ªa de Scotliand Yard -una polic¨ªa muy muy british, pero que, no nos enga?emos, sale directamente del mejor cine mudo yanqui- de la extra?a desaparici¨®n del Doctor Procopius, un sabio loco a cuyas ¨®rdenes trabaja la pareja. Un viaje del que ignoramos si se trata de un viaje de ida y vuelta o simplemente de ida, con un futuro m¨¢s que incierto: tan s¨®lo sabremos, al acercarse el final del espect¨¢culo, que la respuesta a la pregunta What do you call time? se resolver¨¢ por la ecuaci¨®n tiempo = amor.31 escenas
Pero la historia es aqu¨ª lo de menos. El texto que hace avanzar la acci¨®n, y que vemos proyectado, en franc¨¦s, en una pantalla en lo alto del escenario, viene a ser, como en la inmensa mayor¨ªa de los espect¨¢culos de Wilson, un lecho de piedras en el fondo de un r¨ªo, por encima del cual se deslizan las aguas, tranquilas o agitadas, es decir, las im¨¢genes que ha creado Wilson para ilustrar ese viaje. Treinta y un cuadros o escenas que nos llevan a un templo inspirado en el antiguo Egipto, a un fumadero de opio en la China del siglo XVII, a una hacienda de Nueva Inglaterra en 1862, a la habitaci¨®n de ni?a de Priscilla, a unos ba?os del futuro, a una clase de estudiantes de Kansas en 1996, "Im Nirgendwo", es decir, a ninguna parte... Vemos im¨¢genes impresionantes, como las de esas tres mujeres que persiguen, acosan al Doctor Procopius, enfundadas en unos gigantescos vestidos triangulares; tres mujeres que no son otra cosa que mujeres-metr¨®nomos, y que acaban seccionando la mano del doctor. 0 esos extra?os payeses del futuro, los cuales, en vez de patatas y sand¨ªas, siembran y recogen puentes, f¨¢bricas, casas, ciudades enteras.Un viaje que es un extraordinario -y divertido, rico en humor- recorrido por un mundo -m¨¢gico, en el que los vol¨²menes, los objetos, tienen vida propia, al igual que los colores. Un mundo m¨¢gico sin pretensi¨®n alguna, sin un ¨¢pice de sospechosa y, a la postre, humillante y fatigosa modernez. Un mundo m¨¢gico, limpio, servido con la sencillez, la bondad y la eficacia, tan natural, de los cuentos de hadas.
En cuanto a la m¨²sica, a las canciones de Reed, si bien !es cierto que no guardan demasiada relaci¨®n con el mundo personal de New York, Songs for Drella o Magic and loss, algunos de sus ¨²ltimos discos, s¨ª es cierto que, como m¨²sica de encargo -que es como trabaja Wilson: "Aqu¨ª me pones 1 minuto 22 segundos, no m¨¢s, de m¨²sica"-, cumple sobradamente su objetivo. Lou Reed es el sastre perfecto: lo mismo te corta un soberbio rock puro y duro que una pegadiza balada nost¨¢lgica, entra?able.Int¨¦rpretes quietosPara poner en pie ese espect¨¢culo se precisan unos int¨¦rpretes que sepan bailar y cantar, pero, antes que nada, que sepan estar quietos, que sepan estar sentados, que sepan andar, que sepan mover una mano, que sepan poner la voz a cada expresi¨®n, sin necesidad de que ambas coincidan: puede, de un rostro angelical, surgir una voz de odio impresi¨®nante. Con Wilson, la interpretaci¨®n a la francesa -?"y eso c¨®mo lo digo, c¨®mo debo decirlo?, ?y por qu¨¦..-.?"-, est¨¢ prohibida. Hay que salir al escenario completamente virgen, habi¨¦ndolo olvidado todo -como Greg Louganis, el campe¨®n ol¨ªmpico, al borde del trampol¨ªn (Wilson es un gran admirador de Louganis)_; sin escucharse. ?se es un trabajo que los actores del Thalia Theater realizan casi a la perfecci¨®n. No sin casi. Time rocker es la obra de un mago -"el mago de Waco", como Heiner M¨¹ller llamaba a Wilson- servida admirablemente.
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