El due?o del 'derby'
El Calder¨®n presenci¨® la consagraci¨®n definitiva de un futbolista descomunal
De pronto, Ra¨²l se llev¨® las manos a la cara y se puso a llorar. El partido acababa de conocer el 1-3, ya en el minuto 84, y Ra¨²l, probablemente, se empezaba a dar cuenta de lo que hab¨ªa hecho: el partido de su vida, su consagraci¨®n como futbolista, su ascensi¨®n definitiva al trono de los mejores jugadores del mundo. Y con 19 a?os, una edad aparentemente prohibida para dictar lecciones de autoridad del tama?o de la que ayer dio el madridista. Hubo un derby cl¨¢sico, con la pasi¨®n y la intensidad de siempre; y hubo otro derby superior, inmenso y desconocido, protagonizado en exclusiva por Ra¨²l Gonz¨¢lez.Curiosamente Gonz¨¢lez. Resulta parad¨®jico que en el derby m¨¢s cosmopolita de la historia, con luminosos apellidos alemanes, italianos, brasile?os, holandeses, argentinos, croatas, montenegrinos, serbios, rumanos y checos, fuera precisamente un espa?ol el que hiciera ruido. Fue una especie de Ra¨²l contra el efecto Bosman, la reivindicaci¨®n sin complejos de que el f¨²tbol nacional dispone del talento suficiente como para competir con los for¨¢neos por el estrellato. Ra¨²l se colg¨® ayer la bandera del f¨²tbol espa?ol. Est¨¢ Guardiola, Kiko, Caminero, pero ya por encima, en otra dimensi¨®n: est¨¢ Ra¨²l. A la caza de Ronaldo.
La comparaci¨®n surgi¨® instant¨¢nea en la mente de los que ayer saborearon la exhibici¨®n de Ra¨²l. Sobre todo, tras el segundo gol, cuando convirti¨® un mal pase de Redondo en una obra de arte. Recort¨® a Geli, dobl¨®, hasta por tres veces a L¨®pez, y como r¨²brica final, casi sin ¨¢ngulo, la peg¨® con el alma abajo y al primer palo. Una acci¨®n majestuosa que le sali¨® del interior, como de forma insconsciente. Por sus palabras posteriores, podr¨ªa decirse que se dej¨® llevar por el jugador genial que se esconde dentro de su cuerpo. "La verdad", confes¨® tras el partido,les que no s¨¦ lo que hice, ni c¨®mo. Lo tengo que ver por v¨ªdeo. Lo que recuerdo es que a medida que iba saliendo de un regate, me iba invadiendo una sensaci¨®n de alegr¨ªa tremenda e indescriptible. Es una satisfacci¨®n que s¨®lo. puede conocer quien la realiza". Pese a la lluvia de adjetivos y solemnes comparaciones, Ra¨²l pisa con prudencia: "Yo soy menos que Ronaldo".
Pero la cosecha de Ra¨²l no se limit¨® a su segundo gol. Su primer tanto tambi¨¦n fue admirable. Donde la mayor¨ªa de los futbolistas habr¨ªan cerrado los ojos y soltado un trallazo a la buena de Dios, Ra¨²l prefiri¨® descubrir un hueco entre la muralla de hombres que poblaban el ¨¢rea rojiblanca tras el rechace de Santi (Mijatovic, Molina, Geli y el propio Santi) y colocar suavemente en una esquina de la poteria enemiga ese bal¨®n que le hab¨ªa llegado manso a la frontal del ¨¢rea. Ra¨²l festej¨® el empate bes¨¢ndose la camiseta. El segundo gol, su gran obra, lo celebr¨® como un poseso, gritando, corriendo y arrodill¨¢ndose.
Ra¨²l tambi¨¦n tuvo una presencia decisiva en los dos goles posteriores. Hizo la pared con Seedorf en el 1-3, y dio el pase que dej¨® solo a V¨ªctor para el 1-4. Y, sobre todo, lo que hizo Ra¨²l fue convencer a su equipo de que se pod¨ªa ganar pese a la expulsi¨®n de Mijatovic. Capello hab¨ªa ordenado retirada, el Madrid se tir¨® atr¨¢s y s¨®lo Ra¨²l crey¨® en la victoria.
Y todo sucedi¨® precisamente en el Vicente Calder¨®n, el estadio que hace tan s¨®lo cuatro a?os cre¨ªa que iba a ser su segunda casa. Para Ra¨²l tuvo un valor especial el escenario de su gesta. "Mientras estaba en el campo, un c¨¦sped en el que ya jugu¨¦ cuando ten¨ªa 15 a?os, en un partido de infantiles con el Atl¨¦tico, pas¨® velozmente por mi cabeza toda mi carrera. Empec¨¦ aqu¨ª, pero me hice como jugador y como persona en el Madrid. Soy madridista. Y por eso tiene una valor especial haber cuajado esta actuaci¨®n en este campo. No hay mejor manera de demostrar que, pese a mi pasado, soy madridista. Es un viejo sue?o hecho realidad". Era la puntilla que le faltaba a Ra¨²l para terminar definitivamente con el Atl¨¦tico. Hab¨ªa marcado alg¨²n gol las dos veces que se enfrent¨® contra ¨¦l en el Bernab¨¦u, pero le quedaba pisarle en su propia casa.
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