TURR?N AMARGO

Una pesadilla navide?a es la que persigue todav¨ªa al escritor mexicano Fernando del Paso. Como cada a?o, su agente literario, la espa?ola Carmen Balcells, le envi¨® a principios de diciembre tres pastillas de turr¨®n desde Barcelona hasta la ciudad mexicana de Guadalajara, donde reside. Pero no llegaron. Pasadas las fiestas recibi¨® una llamada de los servicios aduaneros de la capital del pa¨ªs, donde sorprendentemente los turrones hab¨ªan hecho escala: el paquete deb¨ªa abrirse, le dijeron, para ver si la mercanc¨ªa ten¨ªa que pagar impuestos. Con lo que fuera, le llamar¨ªan. Nunca m¨¢s se supo. Despu¨¦s de incontables conferencias telef¨®nicas, Del Paso pudo obtener la informaci¨®n: no pod¨ªa retirar los tres turrones de la aduana a menos que perteneciera a la Asociaci¨®n de Importadores de Az¨²car. Le ofrec¨ªan, eso s¨ª, buscarle un importador de az¨²car que le "prestara el nombre" y que le recogiera sus dulces. ?Gratis? Poco probable. As¨ª las cosas, el escritor ha decidido hacer una desconsolada petici¨®n p¨²blica al secretario de Hacienda de M¨¦xico, Guillermo Ortiz (embarcado en una cruza da contra el delito fiscal), para que le deje pagar sus impuestos y sacar los turrones. Antes de que se pudran, a?ade. 0 de que se le pudra el h¨ªgado.-