El significado real el acuerdo de Hebr¨®n
El acuerdo de Hebr¨®n, firmado hace unos d¨ªas en medio de tantas alharacas y emoci¨®n, en realidad se firm¨® en septiembre de 1995 en el jard¨ªn de la Casa Blanca como parte de los acuerdos Oslo Dos y con todas las florituras y ceremonial habituales. Cuando el pasado 9 de julio visit¨¦ Hebr¨®n, fui a ver a un viejo amigo, el alcalde Mustaf¨¢ Natshe, para que me contara c¨®mo ve¨ªa el futuro de su ciudad.. Entre otras cosas me dijo que, durante las negociaciones de Taba del verano de 1995 que condujeron a Oslo Dos, hab¨ªa pedido a Arafat y a su gente que no firmaran un acuerdo que daba el visto bueno palestino a los 450 colonos ?legales, la mayor¨ªa de ellos fan¨¢ticos del tipo de Baruch Godltein y de Noam Friedram, que ocupan con una insistencia ofensiva e incluso criminal el centro de lo que en realidad es una ciudad ¨¢rabe."No es s¨®lo el principio en s¨ª el que es tan irritante", me dijo, "sino el hecho de que darles la posibilidad de establecerse en medio de nosotros, dividiendo la ciudad, les permite utilizar Hebr¨®n como un precedente para permanecer en el resto de los asentamiententos xtendiendo su poder por toda Cisjordania". La petici¨®n de Natshe no fue atendida, Arafat y su equipo siguieron adelante con sus "socios" (esta palabra se ha incorporado al vocabulario oficial palestino) de paz israel¨ªes, quienes por supuesto consolidaron sus logros, sospecho que con una sensaci¨®n de incredulidad. ?C¨®mo puede explicarse, ni siquiera el israel¨ª m¨¢s duro, que los palestinos hayan aceptado una f¨®rmula de "coexistencia" en Hebr¨®n que da a 450 personas, instaladas con la protecci¨®n del Ej¨¦rcito israel¨ª, el 20% m¨¢s selecto del centro comercial de la ciudad, mientras los 160.000 palestinos deben contentarse con un 80% enfangado con unas condiciones, reservas y estipulaciones que lo convierten virtualmente en una periferia del enclave israel¨ª? ?Gracias a qu¨¦ suerte de c¨¢lculos "estrat¨¦gicos" han aceptado los dirigentes palestinos esa curiosa matem¨¢tica por la que una poblaci¨®n de colonos israel¨ªes de aproximadamente un 0,3% consigue el 20% de una ciudad ¨¢rabe, se les permite llevar armas, envalentonados por las patrullas israel¨ªes a las que se les ha dado pr¨¢cticamente el control de las colinas que rodean la ciudad, mientras la polic¨ªa palestina queda reducida a unos cuantos hombres mal armados y sometidos en su actuaci¨®n a las limitaciones israel¨ªes?
Sin embargo, una sincera euforia parec¨ªa reinar entre los habitantes de Hebr¨®n, para quienes la presencia de colonos y soldados israel¨ªes ha sido una experiencia tremendamente penosa; la simple esperanza de ver c¨®mo algunos de ellos se ir¨ªan para no volver en las mismas condiciones les supuso un espl¨¦ndido d¨ªa de fiesta. Pero gran parte del j¨²bilo va a ser tan breve como la alegre catarsis de Ramallah y Nabl¨²s de hace 18 meses. A pesar de los parabienes y de las declaraciones magnificadas palestinas, Hebr¨®n no ha sido liberada. El 80% bajo jurisdicci¨®n de la Autoridad Palestina ha recibido el derecho a administrar asuntos municipales (sanidad, correos, educaci¨®n, seguridad local y tr¨¢fico), mientras Israel sigue al cargo de la seguridad, el control de entrada y salida, el agua y la soberan¨ªa global. Las ambig¨¹edades de la situaci¨®n se hacen evidentes en las informaciones sobre Hebr¨®n aparecidas ¨²ltimamente en la prensa.El primer d¨ªa hubo informaciones, citando a Netanyahu y Sharansky, sobre c¨®mo Hebr¨®n sigue siendo israel¨ª, respaldadas por datos y cifras que demuestran la continuidad del control israel¨ª sobre la ciudad. Al d¨ªa siguiente se pod¨ªan leer editoriales y art¨ªculos que predec¨ªan el cercano surgimiento de un Estado palestino del chapucero "archipi¨¦lago" (palabra totalmente adecuada) palestino, que ha dejado tanto a Cisjordania como a Gaza dividida en enclaves m¨ªnimos sin continuidad ni soberan¨ªa territorial. Este escenario esquizofr¨¦nico debe estar afligiendo a los palestinos que desean creer que avanzan mientras todo apunta en direcci¨®n contraria.
En la escena de rigor de Arafat y Netanyahu estrech¨¢ndose las manos, con el mediador estadounidense Dennis Ross entre ambos, la televisi¨®n americana mostr¨® a un Arafat con cara sombr¨ªa ansioso de esfumarse en la noche. ?l hab¨ªa insistido enuna supuesta serie de garant¨ªas por parte de EE UU e Israel de que habr¨ªa un calendario de retirada del Ej¨¦rcito israel¨ª del Area B (zonas rurales y pueblos palestinos que constituyen aproximadamente el 23% de CisJordania, que ahora patrullan conjuntamente destacamentos israel¨ªes y palestinos, aunque Israel controla la seguridad), e incluso del ?rea C (el 73% de CisJordania -menos Jerusal¨¦n-, controlada totalmente por Israel porque en ella se encuentran todos los asentamientos, carreteras, ¨¢reas militares). En cambio, lo que ha obtenido ha sido una serie de 11 consideraciones", como inmediatamente se las nombr¨®, sin ning¨²n poder vinculante para Israel. Es cierto que ha conseguido un calendario de fechas para la retirada del ?rea B, pero se prolonga un a?o , y, lo que es peor, no se especifican las zonas. Tal como planteaba t¨ªmidamente The New York Times en su jubilosa informaci¨®n de lo bien que iban las cosas, se ha dejado enteramente a "discreci¨®n de Israel" la cantidad real de tierra a ceder a los palestinos. Exactamente as¨ª quedaron las cosas en los documentos de Oslo Dos, dado que, justo antes de la firma de Washington, los israel¨ªes levantaron la especificaci¨®n de las zonas de retirada ya acordadas con los palestinos y dejaron solamente el calendario. Parece ser que Arafat se opuso firmemente, pero que no tuvo m¨¢s remedio que firmar debido a las presiones americanas. Sus heroicidades durante las ¨²ltimas negociaciones sobre Hebr¨®n eran un claro intento de compensar lo que hab¨ªa ocurrido antes, pero fracas¨® de nuevo. No es sorprendente, pues, que no tuviera ning¨²n inter¨¦s en contestar a ninguna pregunta.
Tampoco es ning¨²n secreto que EE UU, que ha subcontratado su pol¨ªtica de Oriente Pr¨®ximo a Dennis Ross y su peque?a corte de expertos, ha sometido a Arafat a una presi¨®n irresistible. Las inquietudes pol¨ªticas de Israel, sus exageradas obsesiones con la seguridad y el terror, la idea de que un colono annado merece m¨¢s consideraci¨®n que miles de palestinos: todo ha sido adoptado por los mediadores norteamericanos, que han actuado como honestos intermed¨ªarios. Tambi¨¦n se dio una importante confluencia de objetivos estrat¨¦gicos que unieron a Netanyahu y a Ross: nunca deber¨ªa haber algo parecido a una autodeterminaci¨®n palestina real. Y hasta la fecha, tres a?os y medio despu¨¦s del comienzo. de Oslo, lo ¨²nico que se ha conseguido es la 11 autonom¨ªa" para los palestinos, y s¨®lo en unos peque?os enclaves diseminados por Cisjordania cuyas carreteras y accesos controla Israel. Adem¨¢s, una ciudad importante como Ramallah ha quedado rodeada por asentamientos por tres de sus lados. La aut¨¦ntica soberan¨ªa sigue en manos de Israel y as¨ª seguir¨¢ en un futuro previsible.
Se podr¨ªa preguntar, pues, por qu¨¦ tantos israel¨ªes se muestran preocupados por un acuerdo que, despu¨¦s de todo, les mantiene firmemente al mando de unos territorios todav¨ªa ocupados. La raz¨®n es un fanatismo ideol¨®gico tan profundo y global que resulta incomprensible para la mayor¨ªa de los lectores occidentales e incluso ¨¢rabes. A pesar de la presencia en Palestina de millones de palestinos, siempre han sido considerados extranjeros, tolerados como como mucho, expulsados, o tratados como no existentes o como jur¨ªdicamente inferiores. Adem¨¢s, se considera que Palestina es la tierra del pueblo jud¨ªo confiada a Israel; doctrinalmente, ning¨²n no jud¨ªo est¨¢ autorizado a usar o poseer esa tierra. ?sta es la raz¨®n por la que Netanyahu, m¨¢s sincero que Peres, se ha negado a admitir la f¨®rmula "paz por territorios", y por la que en ninguna negociaci¨®n, ni ahora ni en el futuro, se admite la concesi¨®n de la soberan¨ªa a los no jud¨ªos. Creo que estas posturas las comparten tambi¨¦n los israel¨ªes "aceptables" (incluso el ubicuo Amos Oz), cuyas opiniones se airean rutinariamente en los medios occidentales como representativas del campo de la paz y que hacen un brillante trabajo de ocultaci¨®n de lo que de verdad piensan de los palestinos (no muy diferente del Likud) bajo la alfombra de una angustiada prosa que apela a las conciencias. Tampoco plantean nunca la soberan¨ªa para los palestinos. Muchos (incluso el egregio Kissinger) hablan de un Estado palestino que afirman aceptar, pero ninguno ha especificado jam¨¢s la soberan¨ªa y autodeterminaci¨®n real de los palestinos. S¨ª, dicen, pod¨¦is tener vuestro peque?o e insignificante Estado, pero desmilitarizado; nosotros mantendremos los asentamientos, nos encargaremos de la seguridad, controlaremos las salidas y entradas, la econom¨ªa y otras cosas como el agua. Llamadlo como quer¨¢is, incluso Estado, pero nosotros conservaremos la soberan¨ªa.
En un af¨¢n de ponerme en el lugar de los hombres de la OLP que contin¨²an generando acuerdos tan poco ventajosos que var¨ªan el curso de la pol¨ªtica israel¨ª, sigo preguntando qu¨¦ piensan nuestros l¨ªderes. Todo lo que obtengo es una serie de argumentos para seguir como hasta ahora, con los mismos malos resultados y con las n-¨²smas consecuencias tr¨¢gicas para el pueblo. Un argumento es que, mientras el proceso de paz garantice la posici¨®n central de la OLP y de su dirigente, pr¨¢cticamente todo vale. Otro es que, dado que los israel¨ªes nos han manipulado, desarmado y han sido m¨¢s listos, se siente que no hay otra opci¨®n que continuar, intentando mantener el tipo ante tu pueblo con un mont¨®n de discursos y promesas esperanzadores pero enganosos; mientras, te rodeas de gente que te dice lo que quieres o¨ªr y est¨¢ deseosa de ayudarte a montar cosas agradables como una banda de m¨²sica, unas cuantas casas y coches de lujo o sellos de correo con tu cara. Lo mejor de todo es hacer cuantas m¨¢s visitas de Estado (todas innecesarias) mejor: un d¨ªa en Estocolmo, otro en Par¨ªs, otro en Pek¨ªn, otro en El Cairo. El tercer argumento es el de hacer m¨¢s, concesiones, aceptando las humillantes condiciones israel¨ªes, con la esperanza de que un d¨ªa ya no habr¨¢ que hacer m¨¢s o los israel¨ªes devolver¨¢n algo. El cuarto, es que se trata de pol¨ªtica, de un negocio sucio, por lo que se act¨²a con los israel¨ªes como si fueran socios en un crimen, sin importar que todas las ventajas sean para ellos pues a nosostro nos produce un mont¨®n de tratos comerciales.
Puede haber uno o dos argumentos m¨¢s, pero ninguno explica la aceptaci¨®n en la calle palestina de esta asombrosa situaci¨®n que parece empeorar d¨ªa a d¨ªa. Muchos de los asesores de Arafat son hombres y mujeres inteligentes, con largos historiales en pol¨ªtica progresista, ?Por qu¨¦ se callan? ?Por qu¨¦ los m¨¢s dotados aceptan tan de buen grado unas cuantas ventajas materiales (un coche, una oficina, un nombramiento vip) a cambio de seguir trabajando con un hombre cuyas t¨¢cticas aborrecen y cuyos errores saben, y as¨ª lo han dicho abiertamente, que han llevado a palestinos y ¨¢rabes a uno de los niveles m¨¢s bajos de su historia? No se sienten obligados por la verdad y por la miseria de un pueblo cuya desposesi¨®n podr¨ªa haber sido aliviada mil veces m¨¢s de lo que lo ha hecho la OLP?
Mientras tanto, Netanyahu, Madeline Albright y Dennis Ross seguir¨¢n manejando el proceso de paz. La mayor¨ªa de la gente de EE UU y Europa cree sinceramente que tras la paz las cosas est¨¢n mejor y que por primera vez en 30 a?os los palestinos est¨¢n consiguiendo su libertad. ?sa es la crueldad del dilema palestino. Por una parte queremos demostrar que deseamos la paz, y por otra, gracias a esa 11 paz", las vidas cotidianas de los palestinos, excepto unos cuantos acaudalados hombres de negocios, jefes de seguridad y funcionarios, ha empeorado mucho.
Desde hace al menos seis meses, los principales medios de comunicaci¨®n de EE UU y Europa han estado llenos de informaci¨®n sobre el frente diplom¨¢tico, las negociaciones, los callejones sin salida, los adelantos finales, y completamente vac¨ªos de toda nformaci¨®n que retrate la reafiad de la vida de los palestinos. No ha habido ninguna cobertura obre los miles de estudiantes de Gaza que no pueden volver a sus scuelas y universidades en Cisjordania (porque Israel se lo ha prohibido); sobre los prisioneros palestinos que siguen pudri¨¦ndose en las c¨¢rceles israel¨ªes (y que en algunos casos son torturados hasta la muerte); sobre los horrores que sufre una fan¨²lia numerosa con el padre en paro para sobrevivir en Gaza; sobre las represalias sistem¨¢ticas y casi diarias que sufren, a manos de los colonos y Ej¨¦rcito israel¨ª, los palestinos que intentan evitar su propia expulsi¨®n; sobre lo que significa para un palestino intentar entrar y salir de Gaza, ni sobre los cisJordanos a los que se es ha prohibido la entrada en Jerusal¨¦n durante un a?o; sobre los puestos de control que hacen de os peque?os enclaves de Cisjordania guetos asfixiantes; sobre la vida bajo el terrible r¨¦gimen de Arafat, con libros, peri¨®dicos y revistas censurados o prohibidos, amenazas de los servicios de seguridad al ciudadano medio, corrupci¨®n a escala oper¨ªstica que mata toda posibilidad de negocios normales; y, sobre todo, nada sobre la ausencia total de ley o de imperio de la ley en las zonas de autonom¨ªa palestina. The New York Times no informa de esto con la frecuencia necesaria para que constituya la aut¨¦ntica informaci¨®n de base de las historias diplom¨¢ticas que prefiere repetir diariamente. ?Cu¨¢ntas veces ven los lectores occidentales el mapa que Israel ha impuesto a los palestinos, el loco e inconcebible patchwork de las ¨¢reas A, B y C, y c¨®mo Israel ha estado intentando destruir incluso la posibilidad de una existencia nacional palestina?
Dado todo esto, sumado a la sensaci¨®n de frustraci¨®n y deses
peranza que sienten los palestinos ante la cruel farsa que nuestros dirigentes se ven obligados a representar, hace que sea un deber absoluto describir la vida cotidiana bajo el proceso de paz, sin adornos y con el mayor detalle posible. Hay que contar al mundo lo que nuestro pueblo ocupado sigue padeciendo, lo que se oculta tras esos enga?osos infonnes del proceso de paz, del que el reciente episodio en Hebr¨®n es con toda seguridad uno de los m¨¢s ir¨®nicamente crueles. No es cuesti¨®n de dinero, sino de disciplina y voluntad. Si todos nosotros nos propusi¨¦ramos estar informados de lo que sufre la gente en Ramallah, Hebr¨®n o Jerusal¨¦n, e intent¨¢ramos quebrar de alg¨²n modo el silencio oficial y de los medios de comunicaci¨®n -con cartas al director, llamadas a la radio, creaci¨®n de grupos para hacer este tipo de trabajo sistem¨¢ticamente-, estar¨ªamos iniciando nuestro intento de liberaci¨®n. Modesto, n¨²n¨²sculo e incluso risible, pero seguro que mucho mejor que la pasividad y el silencio colectivos. La situaci¨®n actual no puede durar. En el coraz¨®n de la vida palestina hay demasiadas desigualdades e injusticias, y el escenario israel¨ª, con sus dementes colonos y fan¨¢ticos religiosos, con los airados mandos militares que hierven con rabia contenida, el inepto Gobierno y los frustrados y bienintencionados civiles, hartos de la tensi¨®n y frustraci¨®n, es demasiado vol¨¢til para que otra negociaci¨®n como la de Hebr¨®n no genere m¨¢s violencia, m¨¢s sufrimiento, m¨¢s incoherencia. ?Qui¨¦n se est¨¢ preparando para la siguiente fase?
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