La apoteosis del f¨²tbol cumple medio siglo
La visita de Evita y el San Lorenzo coincidieron para que el franquismo diera v¨ªa libre al deporte de masas
Contra lo que se cree, el proceso del boom del f¨²tbol de la Espa?a de Franco fue tard¨ªo. El f¨²tbol como espect¨¢culo de masas incomparable no comenz¨® hasta los d¨ªas navide?os de 1946-1947, diez a?os despu¨¦s del alzamiento militar del 36. Aunque en estos ¨²ltimos meses venirnos asistiendo a otra de sus peri¨®dicas apoteosis, el proceso cumple medio siglo.Hab¨ªa entonces considerable afici¨®n por el f¨²tbol. En plena guerra civil, pese a las reprimendas de los mandos respectivos, los combatientes aprovechaban cualquier oportunidad para echar partidillos, poniendo el campo de juego en medio de las trincheras. Era una met¨¢fora penetrante; pero ten¨ªa poco que ver con esa apasionada necesidad por ir al f¨²tbol.
Estaba en construcci¨®n un s¨ªmbolo de la nueva ¨¦poca: el estadio de Chamart¨ªn (empe?o de Santiago Bernab¨¦u, cuya primera fase -?70.000 espectadores!- pareci¨® locura fara¨®nica a casi todos los espa?oles). A sostener y no enmendar ese dislate jugaron su papel algunos generales muy pr¨®ximos al general¨ªsimo Franco. Moscard¨®, por ejemplo, jefe de su Casa Militar, como vitalicio delegado nacional de Educaci¨®n F¨ªsica y Deportes, incluso anim¨® a los directivos del Bar?a (en sus meses de capit¨¢n general de Catalu?a) para que hicieran lo propio. Entend¨ªan ¨¦stos, sin embargo, que eran man¨ªas de grandeza de un Madrid ayuno de t¨ªtulos. Para ganar varias Ligas de aquellas -tan devaluadas- de posguerra, les bastaba con ampliar tribunas y grader¨ªos en Las Corts...
Pol¨ªtica de estadios
Fue una pol¨ªtica deportiva oscura la de aquellos a?os, tan impopular, pobretona, claustrof¨®bica, como la hambruna, la cartilla de racionamiento o el estraperlo. Pero la ¨²nica posible, dadas las circunstancias del parad¨®jico vencedor. La guerra internacional y el neutralismo imperfecto observado en ella por la Espa?a de Franco o la Argentina de los coroneles, desaconsejaron pronto los contactos futbol¨ªsticos con el exterior; incluso con Portugal.En octubre de 1945, cuando la situaci¨®n interior y exterior del franquismo parec¨ªa m¨¢s desesperada, Evita Duarte -la joven compa?era sentimental del coronel Per¨®n- tuvo mucho peso en el vuelco sorprendente que pegaron en la calle los acontecimientos argentinos. El nuevo Gobierno espa?ol, timoneado por el t¨¢ndem Franco-Suanzes, que no ten¨ªa otras bazas por jugar, apost¨® todas sus cartas al peronismo emergente. Y Evita, que encontr¨® la raz¨®n de su vida casando con su amigo amante, celebraba entonces el ¨¢gape nupcial en la residencia espa?ol¨ªsima de una de sus amistades m¨¢s admiradas: Concha Piquer.
Y fue entonces cuando nos lleg¨® de Argentina el otro pan de comer: su f¨²tbol. Los historiadores de la ¨¦poca nos cuentan del pan de trigo, la carne, la borona gallega, cuyos ingredientes llegaban aqu¨ª por voluntad peronista a pesar del navicert (la variante posb¨¦lica del corso ingl¨¦s); pero ninguno ha reparado en el hecho de que (en paralelo a la multitudinaria manifestaci¨®n de la plaza de, Oriente, cuando las Naciones Unidas votaron la retirada de embajadores de Espa?a), los n¨²meros festivos se fueron, sucediendo en ambas riberas del Atl¨¢ntico, con oportunidad m¨¢s que sospechosa. A¨²n no se hab¨ªan puesto los diplom¨¢ticos a componer los petates para la larga ausencia de varios a?os, cuando Per¨®n anunci¨® al mundo que el doctor Rad¨ªo ser¨ªa su embajador personal en Madrid; de m¨¢ximo rango. Y fue ese mismo d¨ªa (dando muestra de c¨®mo hab¨ªa sido cuidadosamente preparada la cosa de antemano), cuando la revista Meta -portavoz del nuevo equipo de federativos espa?oles anunciaba la visita a Espa?a -tras diez a?os de ausencia de equipos extranjeros- del San Lorenzo de Almagro, flamante campe¨®n de la Argentina.
Lo que sucedi¨® a partir del 21 de diciembre hasta finales de enero parece irreal, a fuer de inenarrable. La prensa diaria y la revister¨ªa semanal ampliaron los espacios destinados al f¨²tbol, multiplic¨¢ndolos por varios enteros. Los tratamientos sensacionalistas sal¨ªan a primera y ¨²ltima plana por primera vez. El San Lorenzo de Almagro, pese a jugar contra el fr¨ªo, la nieve y las intensas lluvias de aquel invierno, caus¨® sensaci¨®n. S¨®lo perdi¨® un partido -contra el Madrid- en campo nevado. Puso en evidencia, sobre todo, a las dos formaciones nacionales ib¨¦ricas: 13 goles a 5 contra Espa?a, en dos partidos; 10-4 con Portugal ante 75.000 espectadores, cuando iniciaba su regreso. En La Coru?a las entradas se vendieron "como si fueran cuartos kilos de aceite a precio de tasa". Los Cantones luc¨ªan animaci¨®n incomparable a cualquier otro domingo futbol¨ªstico de la historia, y en el flamante estadio de Riazor (guiado desde el banquillo por Zamora) se consagr¨® otro portero legendario. Acu?a fue el ¨²nico capaz de mantener inmaculada su porter¨ªa, a pesar del intenso bombardeo....
En el Metropolitano jug¨® el San Lorenzo cuatro partidos, todos memorables. Con llenos cada vez m¨¢s espectaculares. Al ¨²ltimo asisti¨® Franco y el embajador Rad¨ªo, reci¨¦n llegado de Argentina, sin tiempo de presentar credenciales... El saludo fascista de los brazos en alto se demostraba innecesario en aquella enfervorizada sociedad de espectadores, cogida por la emoci¨®n del juego y el rito inici¨¢tico de las dos banderas de Espa?a y Argentina entrecruzadas entre ambas formaciones. Un tal Reader -¨¢rbitro e ingl¨¦s- reconoc¨ªa no haber vivido en muchos a?os nada comparable. Y fue as¨ª como se pas¨®, de pronto, de la claustrofobia a la apertura de fronteras futbol¨ªsticas, a contrapelo de la opini¨®n p¨²blica internacional... Embozados, en los grader¨ªos estuvieron nombres resonantes de la lucha armada antifranquista (ya desesperada). Los m¨¢s notorios disconformes se mezclaron con la figura emergente: el hincha hisp¨¢nico. La disidencia juanista se desinflaba definitivamente con el arresto de sus generales, y el Gobierno republicano de Rial, trasplantado a Par¨ªs, hizo bueno el vaticinio de Castelao, su ministro gallego (que nunca tuvo siquiera secretaria). "Barco varado, incapaz de navegar", zozobr¨® para siempre...
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