El diablo predicador
George Soros se hizo famoso en septiembre de 1992, cuando "quebr¨®" al Banco de Inglaterra, en una audaz especulaci¨®n contra la libra esterlina, que sac¨® a ¨¦sta de la 'serpiente' monetaria europea y le hizo ganar a ¨¦l, en una noche, dos mil millones de d¨®lares.Hay otra raz¨®n, sin embargo, adem¨¢s de sus cuantiosas ganancias en los mercados financieros del planeta, por las que el se?or Soros -jud¨ªo h¨²ngaro que padeci¨® primero el nazismo y luego el comunismo en su pa¨ªs, y huy¨® a los 17 a?os a Inglaterra donde estudi¨® con Popper y Hayek en la London School of Economics, antes de debutar como financista en Wall Street- merece ser conocido: la fundaci¨®n que lleva su nombre ha gastado y gasta buena parte de los inmensos beneficios de sus empresas promoviendo la democratizaci¨®n y los derechos humanos en los pa¨ªses sometidos a dictaduras o reci¨¦n salidos de ellas, como los de Europa central.
Ahora, este pr¨ªncipe del capitalismo acaba de a?adir otro gal¨®n a su fama: un largo ensayo en el Atlantic Montlhy atacando con gran dureza al sistema capitalista y afirmando que el libre mercado y la filosofia del laissez faire son la m¨¢s grave amenaza que existe hoy contra la sociedad abierta, la paz mundial y la cultura democr¨¢tica. Me apresuro a a?adir que, aunque el se?or Soros no es propiamente un pensador original ni un gran estilista de la lengua inglesa, est¨¢ lejos de ser -como ocurre con frecuencia a exitosos empresarios- una aburrida mediocridad cuando no habla de lo que sabe, que es ganar dinero. Tiene lecturas, ideas y, por ejemplo, es capaz de citar de memoria a Popper, de quien se considera disc¨ªpulo.
Su largo ensayo, sin embargo, vale mucho m¨¢s por quien lo dice que por lo que dice, pues sus tesis no hacen m¨¢s que refrendar, con algunos matices propios y sin aportar argumentos novedosos, la cr¨ªtica al libre mercado o 'capitalismo salvaje' que hacen los socialdem¨®cratas y socialcristianos, argumentando que sin una cauta regulaci¨®n por parte del Estado y unas pol¨ªticas avanzadas de redistribuci¨®n de la riqueza, el mercado polariza b¨¢rbaramente la sociedad entre pocos ricos y much¨ªsimos pobres, crea un clima de crispaci¨®n y violencia social, destruye los consensos y genera un clima propicio para el renacimiento de las ideolog¨ªas antidemocr¨¢ticas (de derecha a izquierda).
"Yo he hecho una fortuna en los mercados financieros internacionales, explica el se?or Soros, y sin embargo ahora temo que la intensificaci¨®n incontrolada del capitalismo del laissez faire y la difusi¨®n de los 'valores mercantiles' en todos los aspectos de la vida est¨¦n socavando nuestra sociedad abierta y democr¨¢tica". Este peligro se manifiesta de m¨²ltiples maneras. Un nuevo dogmatismo intransigente ha sustituido a los dogmas marxistas de la lucha de clases y la plusval¨ªa: el del mercado como panacea, asignador inteligente de recursos y herramienta insustituible de la prosperidad de las naciones.
La nueva ortodoxia, sin embargo, es falaz, pues la libertad del mercado, el libre juego de la oferta y la demanda, suele ser una ilusi¨®n. En los mercados financieros, por ejemplo, donde no son factores objetivos los que siempre determinan la subida o ca¨ªda de los precios, sino, muchas veces, los psicol¨®gicos de la expectativa o la confianza las que los disparan a las nubes o desploman. Y, de otro lado, en la sociedad posmoderna de nuestros d¨ªas, antes que la libre competencia, lo que impone a un producto en el gusto p¨²blico y desplaza a otros, son la publicidad y el marketing, desnaturalizando un supuesto central de la teor¨ªa del mercado: la elecci¨®n responsable del consumidor.
M¨¢s grave a¨²n que el imperio del mercado sin riendas ni control es el social-darwinismo que de ello resulta. Como los dogm¨¢ticos del laissez faire han convertido en tab¨² la sola idea de que el Estado intervenga en la vida econ¨®mica para corregir abusos y desequilibrios, "la riqueza se acumula en pocas manos, y las desigualdades, debido a la falta de mecanismos de redistribuci¨®n, llegan a ser intolerables". Esto, en la esfera nacional, significa tensiones, crisis sociales y merma del apoyo c¨ªvico a las instituciones. Y, en el ¨¢mbito internacional, una falta de solidaridad de los pa¨ªses pr¨®speros hacia los pobres y de las naciones democr¨¢ticas hacia las que est¨¢n apenas estrenando la libertad, algo que puede conducir al fracaso total y a la reversi¨®n de lo que, en 1989, con la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn, parec¨ªa el surgimiento de un nuevo orden mundial signado por los valores de la libertad y la democracia.
En vez de ese planeta regado de sociedades abiertas que preve¨ªamos a consecuencia de la desaparici¨®n del imperio sovi¨¦tico, asistimos a un horrible espect¨¢culo: la instalaci¨®n, en nombre del laissez faire, de un capitalismo ladr¨®n o de ladrones (robber capitalism) en las antiguas sociedades comunistas, cuya expresi¨®n m¨¢s esperp¨¦ntica y atroz se da en Rusia. ?Hasta cu¨¢ndo sobrevivir¨¢ ese grotesco sistema de 'libre competencia' en el que pandillas de g¨¢nsters se disputan los mercados de todos los productos, la corrupci¨®n es el aire que respiran los ciudadanos y donde el ¨¦xito s¨®lo sonr¨ªe al m¨¢s desalmado y al m¨¢s p¨ªcaro? Es sorprendente, m¨¢s bien, que en los pa¨ªses ex comunistas, pese a la terrible frustraci¨®n de las esperanzas de las mayor¨ªas, los enemigos de la democracia no hayan conseguido m¨¢s adeptos.
Soros recuerda que, cuando Adam Smith desarroll¨® su teor¨ªa de la mano invisible, estaba totalmente convencido de que ella se apoyaba en una filosofia moral muy firme, y que, hasta Popper incluido, todos los grandes pensadores liberales creyeron siempre que el mercado y el ¨¦xito econ¨®mico por ¨¦l determinado eran un medio, un camino hacia la realizaci¨®n de elevados ideales ¨¦ticos de solidaridad social, progreso cultural y perfeccionamiento individual. En la versi¨®n del capitalismo triunfante de hoy, dice, ello ha variado de manera radical. El ¨¦xito econ¨®mico se ha convertido en el valor supremo. El dinero es el criterio determinante de la bondad o maldad de cualquier operaci¨®n, el santo y sena de la respetabilidad o el desprecio que merecen las empresas, las personas y hasta los pa¨ªses. "El culto del ¨¦xito ha reemplazado la creencia en los principios. La sociedad ha perdido su Norte".
S¨®lo en esta ¨²ltima parte de su cr¨ªtica me parece que el se?or Soros pone el dedo en la llaga de una lacerante problem¨¢tica, para la que nadie ha encontrado todav¨ªa un remedio eficaz (¨¦l tampoco). Es verdad que el mercado, mientras m¨¢s libre es y m¨¢s riqueza produce en una sociedad, deshumaniza las relaciones personales y las decolora, porque enfr¨ªa considerablemente la vida espiritual y religiosa de las personas, enflaquece a la familia y vuelve la vida una rutina agobiante dictada por la competitividad. Pero esto lo vieron siempre los grandes pensadores liberales y es la raz¨®n por la que, de Smith a Von Mises, hicieron siempre hincapi¨¦ en que una vida cultural y religiosa intensas eran el complemento indispensable del mercado libre para alcanzar la civilizaci¨®n. Ninguno de ellos pudo prever que el desarrollo de la tecnolog¨ªa, la ciencia y la econom¨ªa provocar¨ªa un descalabro de la cultura religiosa y una transformaci¨®n tan radical de la cultura como la que ha ocurrido. ?ste es un desafio que tienen las sociedades abiertas y para el que todav¨ªa ninguna de ellas ha encontrado una respuesta creativa, que sirva de modelo a las dem¨¢s.
En todo caso, yendo al meollo de la cr¨ªtica del se?or Soros, yo me pregunto d¨®nde est¨¢ aquella sociedad, aquel pa¨ªs, a los que ¨¦l fulmina de ese modo por practicar un 'capitalismo salvaje' que impide a los Estados intervenir en la econom¨ªa y practicar aquella redistribuci¨®n de la riqueza que dar¨ªa al capitalismo un rostro humano. No en Estados Unidos, desde luego, donde el Estado redistribuye el 35% de la renta nacional en programas sociales, ni mucho menos en Europa,,donde el pa¨ªs menos redistribuidor, Gran Breta?a, dedica el 40% de la riqueza nacional al Estado benefactor. Lo curioso es que, exactamente en las ant¨ªpodas de su tesis, lo cierto es que son los pa¨ªses capitalistas desarrollados, aquellos que gozan de una econom¨ªa m¨¢s libre (o, para ser m¨¢s exactos, menos intervenida, pues, probablemente con la excepci¨®n de Hong Kong, y por desgracia no por mucho tiempo m¨¢s, nci ha habido ninguna soci-edad contempor¨¢nea de econom¨ªa totalmente librada al laissez faire) los que m¨¢s avanzados sistemas de seguridad social tienen y los que m¨¢s invierten en "corregir" las desigualdades.
El mercado no consiste s¨®lo en la libre competencia; consiste, sobre todo, en la existencia de un sistema legal claro y equitativo, que garantice el respeto de los contratos y ?defienda a los ciudadanos y a las empresas contra los abusos e injusticias. Eso es lo queno existe en Rusia y en muchas sociedades de la antigua Uni¨®n Sovi¨¦tica y ¨¦sa es la raz¨®n por la que, en ellas, como en buena parte del mundo subdesarrollado, se ha instalado una versi¨®n deformada y gansteril de producci¨®n y distribuci¨®n de la riqueza que est¨¢ tan distante del capitalismo liberal -el de las sociedades de instituciones democr¨¢ticascomo lo estaba antes el comunismo. No es el exceso de mercado lo que estimula la proliferaci¨®n de las mafias en Rusia, sino la falta de una legalidad, de un Estado digno de ese nombre y de jueces honestos y eficientes.
La receta de George Soros contra los excesos del capitalismo es el intervencionismo estatal: impuestos elevados, regulaciones y reglamentaciones y, aunque no lo dice, supongo que tambi¨¦n un sector p¨²blico considerable, paralelo al privado. Se me ponen los pelos de punta de imaginar que, con todas las calamidades apocal¨ªpticas que estas pr¨¢cticas han tra¨ªdo en el Tercer Mundo, ellas puedan ser promovidas, nada menos que desde el -coraz¨®n de Wall Street y por uno de sus m¨¢s exitosos megamillo-narios, como la mejor manera de proteger a la sociedad abierta y a
la cultura democr¨¢tica. El se?or Soros ignora, por lo visto, que la historia de Am¨¦rica Latina es una ilustraci¨®n poco menos que matem¨¢tica de lo que les ocurre a los pa¨ªses cuyos gobiernos, a fin de corregir los desafueros del 'ca
pitalismo salvaje', empiezan a intervenir y a regular toda la vida econ¨®mica como ¨¦l recomienda. El resultado de ello no es -?ay!- la justicia social maridada con el bienestar, sino una corrupci¨®n catapultada estratosf¨¦ricamente por las alianzas maflosas entre los Gobiernos y los 'capitalistas' influyentes, que sustituyen la libre competencia por los monopolios y mercados cautivos, que matan la generaci¨®n de la riqueza, reparten masivamente la pobreza y acaban siempre, tarde o temprano, por instalar sistemas autoritarios, a veces expl¨ªcitos, a veces encubiertos.
En el campo pol¨ªtico o en el econ¨®mico, para que una teor¨ªa sea tomada en cuenta -a diferencia de lo que ocurre en la esfera de lo art¨ªstico, donde las teor¨ªas pueden justificarse por su belleza. intr¨ªnseca- hay que cote-jarla con la realidad viva y actuante. Sometida a este examen, la de George Soros no lo aprueba. El capitalismo desaforado, de mercados incontrolados y. gobiemos omisos por el tab¨² sagrado del laissezJaire contra el que arremete es una ficci¨®n po¨¦tica, que no ha existido nunca ni existir¨¢ sin duda jam¨¢s. El divorcio que a su juicio ha nacido entre la sociedad abierta y los sistemas capitalistas es indemostrable: basta una -ojeada en tomo para comprobar que las sociedades m¨¢s abiertas, en el sentido que dio Popper a esta expresi¨®n, son aqu¨¦llas donde funciona m¨¢s y mejor el mercado libre y las m¨¢s autoritarias y opresivas aqu¨¦llas donde la econom¨ªa depende m¨¢s del control estatal.
En otras palabras: el se?or George Soros lo hace much¨ªsimo mejor ejerciendo de capitalista que reflexionando y predicando sobre el sistema al que debe ser billonario.(0
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