Un trabajo profesional
El Madrid golea al Celta, sigue invicto y se proclama campe¨®n de invierno

Fue un trabajo profesional, limpio, casi as¨¦ptico, la clase de partido que caracteriza a los equipos que han encontrado una velocidad de crucero para caminar por la Liga. Le ocurre al Madrid que gobierna el campeonato con mano firme, sin otra preocupaci¨®n que vigilar al Bar?a, el ¨²nico que sigue el rastro del l¨ªder. El Madrid tiene un plan, lo sigue sin desviarse un mil¨ªmetro y tramita los partidos con eficacia. Derrot¨® al Celta sin ruido, con la confianza del equipo que se sabe mejor.Y tambi¨¦n al rev¨¦s: el Celta se sab¨ªa peor y abdic¨® del partido de manera lamentable, sin juego y sin orgullo. Ninguno de sus jugadores tuvo la entereza para sacar raza de futbolista. Todos escurrieron el bulto y se ampararon en el chato sistema que propuso su entrenador. Esa dejaci¨®n de funciones est¨¢ matando a los futbolistas, que aceptan un papel trist¨ªsimo: simples depositarios de las ordenanzas de sus entrenadores.
Como el Celta no existi¨® -lleg¨® a Madrid en cuerpo, pero no en alma-, el partido fue lo que quiso el Madrid. Aburrido en el primer tiempo, m¨¢s interesante en el segundo, con goles de todos los colores, algunos hermos¨ªsimos, como el tercero, que merece un cap¨ªtulo. Para un equipo condicionado a llegar por la V¨ªa directa, el tercer gol result¨® una rareza y un homenaje al bal¨®n, al buen pase, a las paredes y a los jugadores listos. Redondo gan¨® la pelota en el medio campo, abri¨® hacia Amavisca, que toc¨® r¨¢pido hacia el medio, donde irrumpi¨® Ra¨²l, que tir¨® una pared con Seedorf, una pared con vuelta, porque Ra¨²l devolvi¨® otra vez a Seedorf, que pas¨® hacia V¨ªctor, un tren que llegaba por la banda derecha, y desde all¨ª meti¨® el pase final a Ra¨²l, que entr¨® desde atr¨¢s y pas¨® a la red. Un gol y una jugada espl¨¦ndida que tuvo varios protagonistas, varios pases, que transit¨® por todas las partes del campo y que fue coronada como debe ser: como quien no quiere la cosa.
Del partido queda el recuerdo de ese gol y cuatro o cinco detalles. Porque la tarde no fue intensa. El Madrid hizo valer su autoridad y las cosas que distinguen a los buenos futbolistas. En realidad se cumpli¨® el viejo axioma: onse g¨¹enos ganan a onse peores. El encuentro, que comenz¨® atascado, se rompi¨® con el gol de Roberto Carlos, que tir¨® una falta con todos los efectos posibles, como esas bengala! que se desplazan incontenibles y zigzagueantes. Posiblemente el portero caz¨® moscas, porque el bal¨®n entr¨® como un ob¨²s por el centro de la porter¨ªa, pero la realidad es que el tiro describi¨® cuatro trayectorias en el camino hacia la red.
Durante la primera parte, el juego del Madrid se remiti¨® a la vitalidad de Roberto Carlos, en plan hormiga at¨®mica. Excitado por el efecto del gol, se anim¨® con otros dos remates envenenados y con todo el material gimn¨¢stico que tanto se celebra en el Bernab¨¦u. Por lo dem¨¢s, la defensa se manej¨® sin dificultades frente a Gudelj, solitario e in¨¦dito. Redondo y Seedorf estuvieron laboriosos en el medio campo, pero V¨ªctor y Amavisca apenas tuvieron presencia en las, bandas. El juego ten¨ªa un punto de estre?imiento que Ra¨²l trat¨® de remediar. Se tir¨® unos metros atr¨¢s para engancharse al juego, pero su inter¨¦s por participar en el juego choc¨® con el desinter¨¦s de Suker.
El gol no vari¨® los planes del Celta, que se sinti¨® igual de satisfecho. Lleg¨® vencido y sali¨® goleado. Todo el segundo tiempo fue un mon¨®logo del Madrid, que realiz¨® tres o cuatro cosas interesantes. Una de ellas fue una primicia: Redondo marc¨® con un excelente cabezazo. No se tienen noticias de ning¨²n gol con la cabeza de Redondo, al¨¦rgico sin remedio al juego alto.
Por un momento, el Madrid se decidi¨® a divertirse, a olvidarse un poco del extenuante plan que les prepara Capello. Ni tan siquiera necesitaba presionar. El Celta se la daba, porque, lo ¨²nico que quer¨ªan los gallegos era quitarse de en medio. Durante un rato, el Madrid toc¨® la pelota y la gente grit¨® ol¨¦. La gente agradece el juego elegante y el ingenio. Por eso, el tercer gol fue celebrado con un entusiasmo extraordinario. Que Ra¨²l fuera el autor del gol, tambi¨¦n ayud¨®. La hinchada quer¨ªa agradecer a Ra¨²l su inolvidable actuaci¨®n en el Manzanares, el partido que le coron¨® como rey del madridismo. As¨ª que Ra¨²l vivi¨® entre ovaciones todo el encuentro.
Frente a un equipo ca¨ªdo, el ¨²ltimo acto del Madrid fue cauteloso. Capello retir¨® a los jugadores amenazados por las amonestaciones y los reserv¨® para el partido frente al Deportivo. Se fueron Seedorf, Redondo y V¨ªctor, y Ra¨²l tuvo tiempo para protagonizar el cuarto gol. Hierro lanz¨® largo y la pelota sobrepas¨® la l¨ªnea defensiva. Ra¨²l alcanz¨® el bal¨®n y se dirigi¨® en diagonal hacia la porter¨ªa, con tiempo para elegir el autor del gol: o ¨¦l o Suker, que ven¨ªa libre por el centro. La elecci¨®n de Ra¨²l fue perfecta. Hizo lo ortodoxo -pasar al jugador que ten¨ªa la porter¨ªa libre- y lo generoso -entregar el bal¨®n en lugar de jugarse el gol- Este futbolista sabe jugar y sabe elegir. Chico listo.
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