Un gran artista mexicano m¨¢s all¨¢ del muralismo
Aunque, all¨¢ por 1980, hubo una muestra antol¨®gica de pinturas de Juan Soriano (M¨¦xico, 1920) en Madrid, que tuvo lugar en el ?Palacio de Congresos y Exposiciones!, con lo que se qued¨® pr¨¢cticamente in¨¦dita, resultaba imprescindible presentar en serio ante el p¨²blico espa?ol la obra de uno de los m¨¢s grandes artistas mexicanos de este siglo. Por eso mismo se debe celebrar la inauguraci¨®n de la retrospectiva que tiene lugar en el MNCARS, en la que hay una selecci¨®n de 60 a?os de actividad de Soriano, entre 1937 y 1997, ilustrada con casi medio centenar de obras sobre papel. Que el comisario de la exposici¨®n sea Jos¨¦ Miguel Ull¨¢n, que tan bien conoce el mundo art¨ªstico mexicano, constituye, adem¨¢s, una garant¨ªa.De hecho, hay que agradecer al comisario, y a quien se ha encargado del montaje, Juan Ari?o, que hayan resuelto respectivamente algo tan dif¨ªcil como, por un lado, embutir una trayectoria art¨ªstica de m¨¢s de medio siglo y muy compleja en el marco restringido de una exposici¨®n, y, por otro, emplazarla f¨ªsicamente en el espacio asignado en el MNCARS. Ambos lo han resuelto con brillantez.
Uno de los m¨¦ritos de Soriano, al que le toc¨® salir a la palestra tras la consagraci¨®n y dominio absoluto de los muralistas, fue precisamente el preservar su propia identidad. Es lo que les ocurri¨® a casi todos los j¨®venes artistas que surgieron en M¨¦xico entre los cuarenta y la primera mitad de los cincuenta, que se vieron rodeados por las fuertes voces de los Rivera, Orozco, Siqueiros, los cuales se aposentaban sobre los pilares intimidatorios del nacionalismo y el izquierdismo, adem¨¢s de haber sido heraldos de la sacrosanta vanguardia hist¨®rica.
Peor lo ten¨ªa a¨²n Juan Soriano, refinado, intelectualmente muy inquieto, poco grit¨®n y, encima, cosmopolita. Es verdad que se dio a conocer siendo un adolescente y sorprendi¨® a todo el mundo con sus potentes im¨¢genes a la manera de Dix y Grosz, pero eso mismo se convirti¨® enseguida en un bald¨®n. En la retrospectiva actual el visitante se hace cargo enseguida de todo, pues las primeras salas re¨²nen un conjunto de estos cuadros de las primeras etapas, cuadros que nos siguen hoy pareciendo deslumbrantes; luego vienen sucesivos di¨¢logos con las inquietudes de cada momento, que remiten a diversas referencias, pero sin p¨¦rdida de un mundo personal, cargado de misterio y una rica complejidad intelectual. Lo curioso es que Soriano logr¨® afirmar lo vern¨¢culo de una nueva forma, que no era ni monumental, ni ¨¦pica, ni populista. En este sentido, hay sugerencias originales e im¨¢genes inquietantes hasta el final, dominando siempre el binomio erotismo y muerte, una pareja universal que Soriano interpreta en clave profundamente mexicana, sin caer en lo folcl¨®rico.
Babelia
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