Transporte y caos

LOS TRANSPORTISTAS espa?oles organizan con cierta periodicidad protestas y movilizaciones que cuestan muy caras a la econom¨ªa espa?ola, sin que la repetici¨®n de estos da?os y los cambios legislativos alivien la alarma que provocan en los ciudadanos y, a veces, en el propio sistema econ¨®mico. La patronal Fedatrans convoc¨® hace una semana una huelga que se est¨¢ extendiendo por el norte de Espa?a como reguero de p¨®lvora. Hay ya f¨¢bricas amenazadas de cierre por falta de suministros, algunas gasolineras ya no tienen combustible, ocho puertos tienen paralizado el tr¨¢nsito de mercanc¨ªas y se extiende el s¨ªndrome de escasez -que no equivale a desabastecimiento real- en algunas ciudades. Fedatrans, seg¨²n las estimaciones m¨¢s benevolentes, apenas representa al 10% de los transportistas, pero, abusando del factor multiplicador del transporte por carretera, ha generado un conflicto preocupante, que afecta ya a las fronteras francesa y portuguesa. Probablemente la situaci¨®n se agravar¨¢ tras la decisi¨®n de Fenadismer, la segunda patronal en importancia, de secundar los paros.Pese a su evidente eficacia para generar el desorden, los huelguistas deber¨ªan calcular si es beneficiosa para sus intereses la creciente irritaci¨®n de los ciudadanos por la inquietud que est¨¢ provocando la huelga. Tampoco estar¨ªa de m¨¢s que recordasen la reciente experiencia de las huelgas de transporte en Francia, que dieron lugar a cuantiosas indemnizaciones por da?os y perjuicios pagadas a transportistas de otros pa¨ªses. La pretensi¨®n de la organizaci¨®n huelguista de que el Consejo de Ministros apruebe inmediatamente el plan de reestructuraci¨®n del sector sit¨²a muy alto el nivel m¨ªnimo a partir del cual es posible la negociaci¨®n. Pero est¨¢ claro que esa negociaci¨®n es imprescindible y debe ponerse en marcha r¨¢pidamente para evitar que el conflicto se deslice hac¨ªa el caos social.

Las peticiones de los huelguistas muestran hasta qu¨¦ punto el sector ha sido incapaz de resolver sus problemas ancestrales; entre ellos, una excesiva atomizaci¨®n -en tomo al 80% de las empresas cuenta con un solo veh¨ªculo-, que se traduce en costes de explotaci¨®n superiores en un 15% a la media europea, con la consiguiente falta de rentabilidad. En este marco, el plan de reestructuraci¨®n, enviado al MInisterio de Fomento en noviembre, contiene propuestas admisibles y otras que no lo son tanto. Puede entenderse la repulsa a la econom¨ªa sumergida o la negativa a trabajar a destajo; su eliminaci¨®n ser¨ªa, casi en cualquier caso, un avance. M¨¢s discutible resulta el fervor depositado en medidas intervencionistas, como la limitaci¨®n de las tarjetas de transporte. Y finalmente hay peticiones que parecen excesivas, como el adelanto de la edad de jubilaci¨®n o la subvenci¨®n del gas¨®leo, una prueba m¨¢s de la escasa flexibilidad del sector para hacer frente a los aumentos de costes del mercado.

Los llamamientos del Gobierno a la negociaci¨®n resultan tard¨ªos, pero necesarios. Las p¨¦rdidas provocadas son ya considerables, pero, antes de que sean astron¨®micas, la Administraci¨®n est¨¢ obligada a una actuaci¨®n diligente que recobre el hilo de la negociaci¨®n con los huelguistas; y es exigible a ¨¦stos la vuelta inmediata a la v¨ªa del di¨¢logo, por m¨¢s fortalecidas que resulten sus posiciones por el desastroso ¨¦xito de su intento de perturbar la vida social. Al fin y al cabo, se est¨¢n prevaliendo de su ventajosa posici¨®n en un sector estrat¨¦gico.