Descalabro del Madrid en Vallecas
El equipo de Capello jug¨® mal y de manera desquiciada ante un rival que se emple¨® de forma meritoria.
El Madrid, que durante tantos partidos ha coqueteado con e mal juego y con la fortuna, perdi¨® el invicto frente a un rival inopinado, el Rayo, supuestamente condenado al sacrificio. La realidad es que el Madrid jug¨® uno de esos partidos mediocres que le caracterizaron en la primera vuelta y sali¨® derrotado entre espasmos, con Hierro de delantero centro, con Illgner en el ¨¢rea rival para cazar alg¨²n cabezazo, con Suker y Seedorf en la caseta, con Milla y Guti -apenas vistos durante 1 S ¨²ltimas jornadas- en el equipo final, con una sensaci¨®n colectiva de impotencia, ansiedad y ausencia de recursos. Y con Capello desquiciado, cambios aqu¨ª y all¨¢ sin demasiado sentido aparente, producidos por la irritaci¨®n de un t¨¦cnico que tampoco estuvo a la altura de las exigencia. Y enfrente el Rayo hizo su trabajo: jug¨® de forma meritoria, estuvo m¨¢s metido en el partido que el Madrid y sac¨® petr¨®leo de la impaciencia, la indolencia y el pobre juego de su rival.Para jugar en Vallecas hay que pasar el bal¨®n por el ojo de una aguja. Se juega entre apreturas, en espacios cort¨ªsimos, donde lo normal es combatir palmo a palmo, que es lo que hizo el Rayo. Al Madrid le sali¨® una vena indolente y jug¨® con la ceja alta, confiado en la calidad de sus jugadores. El problema es que este equipo ha perdido los automatismos que permiten jugar de forma relajada, al toque y todo eso. Durante el trayecto inicial del partido, el Madrid practic¨® un f¨²tbol sin ideas, sin ritmo y sin demasiado inter¨¦s, tanto que el Rayo se anim¨® a salir de sus cuarteles, despu¨¦s de un comienzo temeroso.
Poco a poco se concretaron los problemas actuales del Madrid. Uno y muy grave es su debilidad en el juego a¨¦reo. En el primer centro que tir¨® el Rayo -una falta desde la izquierda-, Guilherme cabece¨® tan solo y tan c¨®modo que se sorprendi¨® y envi¨® la pelota por encima del larguero. Otro asunto inquietante del Madrid es su p¨¦rdida de energ¨ªa en la presi¨®n. Sucede en buena parte porque las l¨ªneas cada vez est¨¢n menos juntas y especialmente porque la defensa cada vez se instala m¨¢s cerca de Illgner, un portero poco preparado para el juego de achique. Pero el problema no s¨®lo corresponde a Illgner. Cuantos m¨¢s goles recibe el Madrid, y ¨²ltimamente encaja un promedio d¨¦ dos por partido, la defensa sufre una p¨¦rdida de confianza y retrocede dos pasos. Y as¨ª no hay quien presione. Es una historia tan vieja como el f¨²tbol.
En la medida que el Madrid perdi¨® pujanza en la presi¨®n e imaginaci¨®n en el juego, el Rayo comenz¨® a encontrar algunas v¨ªas de subsistencia. Curiosamente, su principal argumento fue la pelota. Entre Fabrice Moreau y Ezequiel, que se impusieron a Seedorf y Redondo, armaron un juego de pase corto, muy elaborado, que apenas pudo ser desactivado por el Madrid. El gol lleg¨® en ese periodo de crecida. Fue una jugada bien interpretada por el Rayo -Barla volc¨® la pelota de izquierda a derecha, Alc¨¢zar apareci¨® por el costado y meti¨® la pelota hacia Ezequiel, que lleg¨® desde atr¨¢s y re mat¨®- y mal defendida por el Madrid: sali¨® tarde para tirar el fuera de juego, Roberto Carlos no acert¨® en el despeje y Alkorta fue sorprendido por Ezequiel.Por supuesto, el gol cambi¨® las reglas del partido, pero no mejor¨® el panorama del Madrid, que llev¨® de mala gana sus deberes. Atac¨® por necesidad, pero lo hizo mal, sin demasiado criterio, con varios jugadores que no se personaron suficientemente en el juego -Panucci, Roberto Carlos, V¨ªctor, Seedorf, Suker y Ra¨²l- y con alguno, como Redondo, que estuvo muy por debajo de su talento. Al menos hasta la inclusi¨®n de Milla, que se junt¨® a Redondo para establecer algo de f¨²tbol.
La fatigosa empresa del Madrid se hizo demasiada evidente. Sus jugadores reclamaron, y con raz¨®n, un empuj¨®n de Cota a Mijatovic en el ¨¢rea. Fuera de eso, sus ocasiones resultaron muy escasas. Claro que se hac¨ªa muy dif¨ªcil generar juego y oportunidades con tanto pelotazo, con una ausencia tan notoria de recursos para imponerse a un equipo que defend¨ªa su suerte sin demasiada angustia. Durante un buen rato, el Rayo no desde?¨® la posibilidad de tirar algunos contragolpes. Pero el partido no romp¨ªa hacia nada, una situaci¨®n indeterminada que favoreci¨® los intereses del Rayo.Fue el momento de designar culpables, o de hacer cambios, como se quiera. Capello quit¨® a V¨ªctor y lo sustituy¨®, por Amavsca, una decisi¨®n previsible. Luego se desquici¨® y tir¨® por la brava. Fuera Seedorf y Suker. Dentro Milla y Guti. Pero el paisaje general no cambi¨®. Es cierto que el Madrid tuvo un par de oportunidades y que su ofensiva final estuvo a punto de desarmar al Rayo. Tambi¨¦n es cierto que Mijatovic sufri¨® otro derribo en el ¨¢rea. Pero hubo una sensaci¨®n general de mediocridad, una falta casi absoluta de recursos para superar a un rival que no conoc¨ªa la victoria este a?o. Para completar el cuadro, result¨® muy poco convincente la decisi¨®n de colocar a Hierro como delantero centro, a la b¨²squeda del cabezazo. Fue una manera vulgar de admitir que aquello era un caos. Como tantas otras veces en el arranque del campeonato. S¨®lo que entonces el Madrid ganaba y ese argumento justicaba todo.
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