El Madrid abre brecha en Sarri¨¤
Ra¨²l culmina la labor de acoso y derribo ante un Espanyol encastillado
Ra¨²l, en dos acciones que el Madrid madur¨® hasta que se pudo permitir verlas con un punto de impaciencia y otro de l¨®gica matem¨¢tica, puso al l¨ªder en la ¨®rbita de la Liga. Los nueve puntos a que distanci¨® al Bar?a le dan una autoridad hasta ahora desconocida en el campeonato. El equipo madridista volvi¨® a hacerse el remol¨®n en una primera parte anodina y ante un rival como el Espanyol, que carg¨® con el trance de un partido que afrontaba por vez primera desde un puesto de descenso, lo que aument¨® un complejo de inferioridad expuesto en su m¨¢xima extensi¨®n. Pero el Madrid resolvi¨® con dinamita despu¨¦s del castillo de fuegos artificiales en el que convirti¨® la segunda parte.El Espanyol llen¨® de niebla Sarri¨¤ y el Madrid anduvo medio partido buscando un lazarillo. En un escenario expl¨ªcito desde que se levant¨® el tel¨®n, con el Espanyol encastillado y un Madrid premioso y por momentos desquiciado en su asedio permanente, hubo que esperar 67 minutos para que una irrupci¨®n desaforada de Roberto Carlos pusiera en la cabeza de Ra¨²l la puntilla. El Madrid repiti¨® uno de esos trabajos tan rentables como mates que no le hacen torcer el gesto a Capello y que acab¨® de abrillantar el propio Ra¨²l cuando mor¨ªa el partido. El Madrid no ofreci¨® destellos hasta que dej¨® de rodillas en su ¨¢rea al Espanyol. Las rachas no arreciaron hasta que Redondo desde el centro y Hierro desde la zaga metieron al Espanyol en su ¨¢rea. El planteamiento primario de Miera tard¨® su tiempo en encontrar clarividencia en el grupo de Capello.
El partido naci¨® torcido y tosco, con interrupciones constantes. El Madrid se pas¨® una hora sin saber por d¨®nde hincarle el diente a la defensa al hombre que dispuso Miera. Fue una defensa a ultranza. Le permiti¨® al Madrid cargar la escopeta hasta con cuatro delanteros: V¨ªctor, Mijatovic, Suker y Ra¨²l. Y sin embargo, el Madrid no encontr¨® caminos para torturar al reaparecido Toni.
El Espanyol perdi¨® siempre el criterio posicional. Sus defensas ve¨ªan los ¨¢rboles, pero no el bosque. Se quedaron sin un libre que protegiera sus espaldas ante el acoso de las cuatro lanzas del Madrid y perdieron toda noci¨®n para ampararse con una l¨ªnea de fuera de juego. Esa descoordinaci¨®n regal¨® al Madrid v¨ªas de penetraci¨®n que tard¨® en aprovechar.
Ante un rival inofensivo, vivi¨® el Madrid de las aceleraciones de Ra¨²l. Dispar¨® el Madrid muchas salvas de fogueo en la primera parte. En algunos momentos el espejismo parec¨ªa capaz de acabar convenciendo. Pero hasta que Redondo y Seedorf comprendieron que el Espanyol no hab¨ªa hecho sino poner ante ellos una segunda l¨ªnea defensiva con Soldevilla y Arteaga, y Brnovic ejerciendo pr¨¢cticamente de libre por delante de la defensa, no cambi¨® el panorama. El Espanyol estaba saliendo indemne del pim pam pum gracias a la apat¨ªa de Mijatovic y a que Suker apenas entraba en juego.
El Espanyol no tir¨® una sola vez a puerta hasta el minuto 85. Y entonces, un disparo lejano de Cobos estuvo a punto de castigar el excesivo relajamiento del Madrid con el empate, pero el bal¨®n baj¨® del larguero a la l¨ªnea de gol y fue escupido al campo. Un aviso para un Madrid que se pas¨® la segunda parte probando fortuna. Se ve¨ªa llegar el gol, m¨¢s porque el Espanyol no era capaz de llevar el bal¨®n siquiera al centro del campo que por el despliegue del Madrid. El tanto de Ra¨²l, tras la aparici¨®n vertiginosa y desequilibrante de Roberto Carlos, no cambi¨® la decoraci¨®n. El Espanyol se mostr¨® incapaz de ofrecer s¨ªntomas de reacci¨®n. Y el Madrid sigui¨® con una carga de caballer¨ªa que, tras el susto de Cobos, redobl¨® con un tiro de Roberto Carlos al palo y otro de Seedorf al larguero.
Acab¨® el Madrid como empez¨®, dando la sensaci¨®n de que tiene m¨¢s f¨²tbol del que exhibe y un ascendiente que, como sucedi¨® ayer, luce m¨¢s en la tabla que en el c¨¦sped.
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