Un cuento antiguo
La Mo?osHay una doble pirueta feliz, que est¨¢ en el origen de La Mo?os. Una, el personaje -una popular presencia en La Rambla barcelonesa en los a?os de la Rep¨²blica, convertida en icono popular-, transmitido por tradici¨®n oral de su madre a la ni?a Mireia Ros. Otra, la de la propia actriz, colocando a una ni?a en el centro de una narraci¨®n que, con arranque hist¨®rico en 1932, regresa hacia un pasado entonces no muy lejano, los ¨²ltimos a?os del siglo pasado: como si ella, el personaje, fuese la madre (ni?a) de la cineasta.Tiene muchas piruetas esta extra?a, decidida, voluntariamente d¨¦mod¨¦ pel¨ªcula de debut de Ros. Algunas merecen toda la coiisideraci¨®n y el respeto, como el hacer un filme porqu¨¦ s¨ª. Y hacerlo, adem¨¢s, fuera de todo academicismo, componiendo cada plano se ha imaginado aunque a veces no tenga una justa correspondencia con el plano que le sigue; buscando a su espectador no se sabe muy bien d¨®nde, pero intuyendo que tal vez se encuentre en la intersecci¨®n de la imaginaci¨®n po¨¦tica de la directora con la, tradici¨®n del personaje en la ciudad del Barcelona, donde ser "m¨¢s conocido que la Mo?os" es todo un reconocimiento.As¨ª, La Mo?os transmite una historia antigua de esas que ya no ocurren -la modistilla que, amada por el hijo bohemio de una, familia aristocr¨¢tica, pierde, sucesivamente a su amante y al fruto de esa relaci¨®n, hasta volverse literalmente loca- con las formas de una narraci¨®n que est¨¢ siempre en los l¨ªmites de lo veros¨ªmil, que no tiene mayores problemas para romper limpia y valientemente los l¨ªmites del realismo para ahondar -o literalmente caerse, seg¨²n la ocasi¨®n- en una surrealidad en la que no faltan cielos, alas y ¨¢ngeles al ritmo de un cuento infantil contado a una platea de adultos.Los problemas del filme, que los tiene y muchos, parten no tanto de la impericia de Ros a la hora de rodar como de otras fuentes. En primer lugar, de una producci¨®n tan espartana que no permiti¨® el rodaje con sonido directo, lo cual constituye un primer elemento de desmarque para el espectador., Pero si eso es importante, sobre todo en un cine que nos, ha acostumbrado, por fortuna irreversiblemente, a la naturalidad capturada por el micro en directo, es lo de menos frente a una reconstrucci¨®n hist¨®rica muy pobre en la cual una vieja colonia textil pretende sustituir nada menos que un barrio popular barcelon¨¦s y en la que dos o tres planos de La Rambla, por la que se mueven los habituales extras vestidos de, guardarrop¨ªa rancia, dan cuenta del escenario principal de las correr¨ªas del personaje.Filme respetable, y m¨¢s a¨²n si tenemos en cuenta su car¨¢cter primerizo y los riesgos est¨¦ticos que asume, La Mo?os tiene, no obstante, los lastres a que lo fuerza la opci¨®n que le ha dado origen: sin ese entorno hist¨®rico, sin esa reconstrucci¨®n, no habr¨ªa pel¨ªcula; pero con tan poco dinero, poco o nada se puede frente a la tozudil, realidad artesanal a que se vieron forzados tanto Ros como sus t¨¦cnicos a la hora de rodar.Habr¨¢ que ver si en, el futuro la neorealizadora es capaz de volver a ponerse tras la c¨¢mara, un derecho que se ha ganado, en todo caso, con su trabajo.
Direcci¨®n y gui¨®n: Mireia Ros
Fotograf¨ªa: Caries Gusi. M¨²sica: Albert GuinovarL Producci¨®n: Adolfo Dominguez. Espa?a, 1996. Int¨¦rpretes: Julieta Serrano, Eufemia Rom¨¢n, Carles Sabater, Claudia Molina, Aynabel Llort, Anabel Alonso y Montserrat Salvador. Estreno en Madrid: cines Vaguada, Acte¨®n, Conde Duque.
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