Entre dos extremos
LA DEMOCRACIA ha dado un paso importante en El Salvador con la celebraci¨®n de las elecciones legislativas y municipales del pasado domingo. Pero la distancia pol¨ªtica entre las dos fuerzas triunfadoras deja un preocupante vac¨ªo en el centro.O ambas se encargan de llenarlo o se generar¨¢ una tensi¨®n que podr¨ªa sumir de nuevo al pa¨ªs en la inestabilidad y la turbulencia. Hoy m¨¢s que nunca se echa en falta una fuerza moderadora cre¨ªble, algo que pudo haber sido la democracia cristiana. Lo deseable ser¨ªa que los dos principales partidos en liza se movieran hacia la moderaci¨®n.Independientemente de que los resultados definitivos den m¨¢s a uno u otro, y cuando la derechista Alianza Republicana Nacionalista (Arer¨ªa) parec¨ªa encabezar el escrutinio al Congreso, se puede asegurar que el Frente Farabundo Mart¨ª para la Liberaci¨®n Nacional (FMLN) ha logrado un espectacular ¨¦xito electoral. Esto prueba que estaba correctarriente orientado el acuerdo de paz de 1992, que permiti¨® el fin de la cruenta guerra civil y la transformaci¨®n de este movimiento en un partido. La antigua guerrilla ha trabajado su terreno electoral en los ¨²ltimos a?os y ahora empieza a obtener los frutos con un poder real en numerosos ayuntamientos y una representaci¨®n amplia en el Parlamento. La presidencia, que no estaba en juego, sigue en manos de Arena hasta las presidenciales que se celebrar¨¢n dentro de unos meses.
La victoria del FMLN en la alcald¨ªa de la capital, con una candidatura encabezada por el m¨¦dico H¨¦ctor Silva, es un ¨¦xito con nombre y apellido que resonar¨¢ fuera de este peque?o y castigado pa¨ªs. "Ahora mostraremos que sabemos gobernar", ha, asegurado Silva. Efectivamente, el gran reto del FMLN es gestionar el poder que democr¨¢ticamente ha adquirido.
La pol¨ªtica salvadore?a debe evitar a toda costa que estos resultados electorales provoquen una radicalizaci¨®n tanto del FMLN como de Arena, que da?ar¨ªa las perspectivas de reconstrucci¨®n del pa¨ªs. El hecho de que haya votado menos del 50% del censo deber¨ªa hacer reflexionar a ambas formaciones, ya que una mayor¨ªa de la poblaci¨®n no se reconoce en este espejo pol¨ªtico. La democracia en El Salvador s¨®lo puede consolidarse sobre la base de una mayor participaci¨®n popular, especialmente de las clases sociales que m¨¢s han sufrido la pobreza y la guerra.
En las elecciones de 1994, el ' FMLN ya se situ¨® como segundo partido pol¨ªtico, pero a distancia de Arena. Su acercamiento al poder debe ser bienvenido en el juego de gobierno y oposici¨®n y de las altemancias. Pero los antiguos guerrilleros deben tener presente que su crecimiento electoral tambi¨¦n suscita preocupaciones entre aquella parte de la poblaci¨®n que ve sus intereses econ¨®micos directamente amenazados. El FMLN no puede exigir una nueva colectivizaci¨®n de la tierra, sino una conjunci¨®n de modernidad y solidaridad.
Arena, por su parte, tambi¨¦n ha evolucionado desde anteriores posiciones absolutamente radicales que la ubicaban en la ultraderecha del espectro ideol¨®gico salvadore?o. Pero a¨²n no lo suficiente para dejar de despertar serios recelos, y sus divisiones internas y los cargos de corrupci¨®n, que pesan sobre esta formaci¨®n han contribuido, probablemente, a su p¨¦rdida de peso electoral. Pero, a la vez, las elecciones demuestran que el futuro de El Salvador no puede marginar a Arena.
El Salvador necesita ahora que la comunidad internacional le brinde su apoyo. Estados Unidos, el conjunto de Am¨¦rica Latina y la Uni¨®n Europea deben ver el crecimiento electoral del FMLN como un elemento positivo en la consolidaci¨®n de la democracia y aportar los medios necesarios para que este pa¨ªs salga adelante, en vez de ignorarlo como lamentablemente ocurri¨® con Nicaragua. En el fondo, lo que est¨¢ sucediendo en El Salvador es el env¨¦s de lo que pas¨® en 1990 en Nicaragua, cuando los sandinistas perdieron las elecciones.
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