?Por qu¨¦ se est¨¢ cerrando la puerta a los refugiados?
En los ¨²ltimos a?os, la atenci¨®n de la opini¨®n p¨²blica internacional se ha dirigido a la regi¨®n africana de los Grandes Lagos, donde la violencia que se ven¨ªa, gestando desde hac¨ªa tiempo estall¨® en una guerra abierta en la que se cometieron genocidio y violaciones masivas de los derechos humanos. A trav¨¦s de las ciudas im¨¢genes de personas traumatizadas y torturadas, las televisiones mostraron al mundo la terrible realidad de los refugiados. Pero el objetivo de una c¨¢mara no puede en modo alguno reflejar la magnitud de una pesadilla incomprensible que afecta actualmente a millones de hombres, mujeres y ni?os.El ¨¦xodo masivo de refugiados presenciado en los Grandes Lagos no es un fen¨®meno nuevo. Por el contrario, se ha produicido repetidas veces en diferentes zonas del mundo desde la d¨¦zada de los sesenta. En especial, durante la d¨¦cada pasada, el incremento del n¨²mero de conflictos regionales -causantes de persecuciones, discriminaci¨®n, violaciones masivas d¨¦ los derehos humanos, como limpieza ¨¦tnica y genocidio, y p¨¦rdida de la protecci¨®n estatal- se convirti¨® en la principal causa de las fugas masivas.
En los ¨²ltimos veinte a?os, el n¨²mero de refugiados se ha multiplicado vertiginosamente. En 1997, el n¨²mero de refugiados supera los 15 millones y hay m¨¢s de 20 millones de personas desplazadas en su propio pa¨ªs.
La respuesta de los Gobiernos al incremento del n¨²mero de refugiados es desalentadora y se caracteriza por un compromiso cada vez m¨¢s d¨¦bil con el principio de asilo y por la falta de verdadera voluntad pol¨ªtica para resolver la dif¨ªcil situaci¨®n de las personas que se han visto obligadas a huir.
La Convenci¨®n sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951 se aprob¨® para ocuparse del problema de los refugiados, en su mayor¨ªa europeos, en la ¨¦poca de expansi¨®n econ¨®mica que sigui¨® a la II Guerra Mundial. Casi medio siglo despu¨¦s, los Gobiernos de todo el mundo est¨¢n intentando rehuir sus responsabilidades. Est¨¢n erigiendo altos muros alrededor de sus fronteras, individualmente y en colaboraci¨®n con otros. Europa, Norteam¨¦rica y Jap¨®n se est¨¢n convirtiendo en fortalezas.
Resulta ir¨®nico que Estados cuyas poblaciones se beneficiaron enormemente de la Convenci¨®n sobre los Refugiados de 1951 le niegan ahora la protecci¨®n a las v¨ªctimas de las persecuciones de hoy en d¨ªa. Las dificultades sociales que atraviesan muchos pa¨ªses europeos y norteamericanos no bastan por s¨ª solas para justificar una pol¨ªtica tan insensible. La magnitud y la naturaleza del movimiento de personas que huyan a su territorio se presenta cada vez m¨¢s como una amenaza para la seguridad nacional, la identidad cultural y la cohesi¨®n social. Sin embargo, el espejismo de la invasi¨®n no se justifica en los hechos. S¨®lo una proporci¨®n relativamente pequefla de refugiados -aproximadamente el 10%- solicita asilo en Europa y Norteam¨¦rica.
Por otra parte, el derrumbamiento de muchos Estados multi¨¦tnicos y multirreligiosos producido en las dos ¨²ltimas d¨¦cadas ha fomentado actitudes etnoc¨¦ntricas y discursos demag¨®gicos sobre la imposibilidad de que grupos diferentes puedan vivir juntos en el mismo pa¨ªs. Este temor aparente a la integraci¨®n de personas procedentes de diferentes entornos culturales y religiosos resulta sorprendente en pa¨ªses que se han formado por oleadas sucesivas de inmigrantes.
Los Gobiernos occidentales en particular han intentado rehuir sus responsabilidades al afirmar que los testimonios sobre persecuciones carecen de fundamento, que los solicitantes de asilo s¨®lo buscan un mayor nivel de vida y que simplemente no pueden hacer frente a la afluencia de refugiados. En este contexto, sirva de ejemplo la propuesta del Gobierno espa?ol de incluir en el Tratado de la Uni¨®n Europea una disposici¨®n que impida a los ciudadanos de los Estados miembros solicitar asilo en los dem¨¢s pa¨ªses de la Uni¨®n. Aunque esta iniciativa se presenta dentro del ¨¢mbito de la lucha antiterrorista, podr¨ªa privar a algunas personas de su derecho a solicitar asilo, vulnerando de esta manera tanto la Convenci¨®n sobre los Refugiados de 1951 como la Declaraci¨®n Universal de los Derechos Humanos.
Los Estados imponen requisitos de visado que para los refugiados son imposibles de cumplir en la pr¨¢ctica y multan a las compa?¨ªas de transporte si permiten embarcarse a personas que carecen de los documentos necesarios. Por ejemplo, la mayor¨ªa de los Estados europeos impusieron visados a los ciudadanos bosnios en un momento en que las violaciones de derechos humanos cometidas en ese pa¨ªs eran objeto de una amplia condena internacional. Una intrincada red de acuerdos entre los Estados europeos est¨¢ logrando que un n¨²mero cada vez mayor de refugiados se dirijan a los pa¨ªses de Europa del Este, muchos de los cuales carecen de sistema oficial de protecci¨®n y cuentan con procedimientos de asilo poco claros.
Los refugiados que consiguen acceder a pa¨ªses donde solicitan asilo afrontan procedimientos que var¨ªan enormemente de un Estado a otro y que muchas veces no cumplen las normas internacionales. En algunos pa¨ªses, los casos de asilo los decide un solo funcionario de inmigraci¨®n, sin contar con ning¨²n tipo de asesoramiento en cuestiones de derechos humanos o legales. En ocasiones, los procedimientos se llevan a cabo en un idioma que el solicitante de asilo no entiende. Muchas veces no se creen las afirmaciones que realiza el solicitante de asilo de ser objeto de persecuci¨®n. Decisiones trascendentales para la vida de las personas se toman en un par de horas.
Hoy en d¨ªa los mares se patrullan y se impide atracar a los barcos. Es bien conocido que Estados Unidos intercept¨® barcos repletos de haitianos que hu¨ªan de la anterior dictadura militar y los devolvieron directamente a los peligros de los que hab¨ªan intentado huir. La Corte Suprema de Estados Unidos aprob¨® esta postura. Una de las iron¨ªas m¨¢s crueles es que muchas veces se encarcela a solicitantes de asilo que huyen de la persecuci¨®n, la detenci¨®n y la tortura con el fin de disuadir a otros de hacer lo mismo.
Desde la d¨¦cada de los ochenta, los Estados de Europa occidental y de Norteam¨¦rica han restringido crecientemente los criterios establecidos en la Convenci¨®n de las Naciones Unidas sobre los Refugiados: la tortura y los malos tratos infligidos por agentes individuales se consideran actos individuales en lugar de persecuci¨®n estatal; el temor a sufrir persecuci¨®n en el futuro se considera improcedente como justificaci¨®n; la persecuci¨®n pol¨ªtica se considera como castigo por un acto delictivo; las penas a los desertores se consideran leg¨ªtimas, y las violaciones de derechos humanos cometidas en las guerras civiles no son tratadas como casos de persecuci¨®n.
Como resultado de esta actitud elusiva, a los refugiados, por lo general, s¨®lo les cabe solicitar protecci¨®n en algunos de los pa¨ªses m¨¢s pobres y peligrosos del mundo. Simult¨¢neamente, la mayor¨ªa de los Estados est¨¢n reduciendo las partidas de ayuda humanitaria a pa¨ªses extranjeros que contribuyen a aliviar la dif¨ªcil situaci¨®n de los refugiados y que ayudan a los Estados m¨¢s pobres donde se encuentran la mayor¨ªa de los refugiados.
Esta tendencia est¨¢ llevando a que Estados que tradicionalmente hab¨ªan acogido a un gran n¨²mero de refugiados adopten la misma pol¨ªtica represiva. En abril de 1996, miles de refugiados huyeron de la reanudaci¨®n de las matanzas en Liberia. Se marcharon en buques de carga abarrotados y con v¨ªas de agua, sin apenas agua ni alimentos, pero los pa¨ªses de ?frica occidental no les permitieron desembarcar. Los Estados africanos afirman que ya no pueden permitirse el lujo de hacerlo.
La comunidad internacional, y de forma notable el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), foment¨® y expres¨® su satisfacci¨®n por el retorno de cientos de miles de refugiados a Ruanda y de unos 60.000 a Burundi, en un acto que no constituy¨® una repatriaci¨®n voluntaria y que careci¨® de garant¨ªas para la seguridad de los refugiados.
Muchos Gobiernos occidentales han aconsejado a sus ciudadanos que no vayan a Argelia, donde consideran que la situaci¨®n es demasiado peligrosa y no puede garantizarse su protecci¨®n. Al mismo tiempo, estos mismos Gobiernos se niegan a aceptar que los solicitantes de asilo argelinos que han huido de su pa¨ªs correr¨ªan peligro en caso de que volvieran. A la mayor¨ªa les han negado el asilo con e? pretexto de que sus temores son injustificados o de que el Estado argelino puede ofrecerles protecci¨®n.
Si la comunidad internacional dedicara recursos y voluntad pol¨ªtica a impedir los abusos contra los derechos humanos, al menos se podr¨ªan evitar algunas crisis de refugiados. En estos momentos, la principal responsabilidad de la comunidad internacional es procurar soluciones a largo plazo para el problema actual de los refugiados e informar a la opini¨®n p¨²blica de que ¨¦stos no pueden volver a sus hogares hasta que no se haya resuelto la situaci¨®n que provoc¨® su huida. La comunidad internacional tambi¨¦n tiene la obligaci¨®n de compartir los costes de la protecci¨®n a los refugiados y la responsabilidad de conceder asilo, independientemente del lugar al que hayan huido estas personas. ?Por qu¨¦ motivo debe esperarse que los pa¨ªses a los que huyen primero los refugiados acojan a todos, mientras otros pa¨ªses s¨®lo dan cabida a relativamente pocos? ¨²nicamente un organismo judicial internacional -en lugar del ACNUR, cuya inestabilidad econ¨®mica impide que pueda mantener una independencia pol¨ªtica a largo plazo- puede vigilar y garantizar que los Estados cumplen por fin sus compromisos internacionales.
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