Esperando el castigo
Los vecinos del ¨²ltimo terrorista suicida palestino aguardan la llegada del equipo que demoler¨¢ la casa del joven
Los palestinos que se apostaron ayer en lo alto de la aldea de Zurif, en la Cisjordania ocupada, se pasaron el d¨ªa esperando un gran estruendo porque alguien les hab¨ªa dicho que en cualquier momento llegar¨ªa el Ej¨¦rcito israel¨ª para hacer saltar por los aires la casa de Musa Ghneimat, el kamikaze palestino de 28 a?os que mat¨® a tres mujeres al hacer estallar tres kilos de explosivos en un caf¨¦ de Tel Aviv el viernes pasado. "Queremos ver c¨®mo lo hacen", dijo uno de los curiosos, un flaco chaval de 14 a?os, "as¨ª alg¨²n d¨ªa podr¨¦ contar a mis hijos c¨®mo son los israel¨ªes y c¨®mo he visto su maldad con mis propios ojos".Pero no hubo dinamitazo. Quiz¨¢ porque todos los residentes de esta aldea vecina a Hebr¨®n, desafiando el toque de queda, salieron a la calle principal para esperar el paso de la unidad de demoliciones y su escolta militar. Tampoco hubo una explicaci¨®n oficial al atraso. Una joven portavoz del Ej¨¦rcito israel¨ª se limit¨® a decir que "la casa ser¨¢ demolida esta tarde o ma?ana" [por hoy].
La suerte de la modesta construcci¨®n de dos pisos rodeada de olivos, rocas y soldados fuertemente armados, est¨¢ claramente echada. Es norma israel¨ª castigar a la familia de los guerrilleros suicidas destruyendo su casa tras una r¨¢pida evacuaci¨®n de los ocupantes, sus muebles, enseres y ropa. Los israel¨ªes todav¨ªa tienen que castigar a la familia de Musa Ghneimat, pero hay problemas. La voladura de la casa puede inflamar a¨²n m¨¢s los ¨¢nimos de los vecinos de Hebr¨®n, donde ayer se cumpli¨® la sexta jornada de enfrentamientos callejeros y donde anoche todo el mundo comentaba que el Ej¨¦rcito israel¨ª ha reforzado posiciones en las proximidades con la llegada de por lo menos ocho veh¨ªculos acorazados. Los palestinos saben mejor que nadie que las acciones punitivas de Israel son, cuando menos, discriminatorias, y es un factor que hoy se suma a su rabia.
El m¨¢s cercano ejemplo de que el terrorismo se mide con reglas el¨¢sticas est¨¢ a menos de tres kil¨®metros, en la colonia jud¨ªa de Kiryat Arba. All¨ª, en un parque bien cuidado, el Estado israel¨ª permite que se rinda p¨²blico homenaje a Baruch Goldstein, el m¨¦dico jud¨ªo de Nueva York que asesin¨® a 29 palestinos que oraban en la mezquita de Ibrahim en febrero de 1994. "A nosotros nos vuelan las casas cuando les da la gana. A Goldstein le han hecho un santuario y su viuda tiene en el sal¨®n de su casa el fusil que Goldstein utiliz¨® para matar a nuestros hermanos", murmur¨® un comerciante que dijo. llamarse Abed y que temblaba de fr¨ªo bajo un alero de Zurif.
Aparte de tratar de evitar que la demolici¨®n provoque un nuevo desastre en Cisjordania, otra cosa que va a tener que hacer el Gobierno israel¨ª es revisar dr¨¢sticamente sus m¨¦todos para identificar detectar a potenciales comandos suicidas. Ghneimat ha destrozado el concepto de que existe un perfil cl¨¢sico del terrorista. Este hombre, que hace 10 a?os consigui¨® empleo en un restaurante de Tel Aviv, enga?¨® consistentemente a los omnipresentes servicios secretos israel¨ªes dot¨¢ndose de una imagen diametralmente opuesta a la de las anteriores bombas humanas de Ham¨¢s. Para comenzar, estaba casado y ten¨ªa cuatro hijos. "S¨ª, era un hombre religioso, especialmente despu¨¦s de peregrinar a La Meca, pero nunca hablaba de pol¨ªtica", recordaba ayer un amigo que, obviamente, no quiso dar su nombre. En Tel Aviv, un israel¨ª llamado Yaacov y que trabaj¨® con Ghneimat durante casi siete a?os, declar¨®: "Musa era ese clase de t¨ªo con el que uno pod¨ªa sentarse a fumar un cigarrillo, compartir historias, comer del mismo plato. No parec¨ªa ¨¢rabe".
Hasta el viernes pasado, el d¨ªa en que Ghneimat entr¨® en el caf¨¦ Apropos con una bolsa amarilla con tres kilos de explosivos y clavos y se inmol¨® en la terraza del negocio (el sal¨®n interior, por fortuna, estaba ya colmado y por eso los camareros le impidieron entrar). En Tel Aviv, Ghneimat se mov¨ªa a sus anchas. Nunca rompi¨® el secreto de su misi¨®n. Tampoco dej¨® un testamento o una despedida como las que suelen grabar en v¨ªdeo los m¨¢rtires poco antes de convertirse en tales. "Estamos", dec¨ªa ayer una fuente de los servicios de informaci¨®n israel¨ªes, "ante un nuevo tipo de terrorista".
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