Del farinato al pediluvio
En el momento de rellenar una cr¨®nica radiof¨®nica, cierta vez me refer¨ª, muy de paso y sin toque nacionalista, al colorido tibetano de un famoso embutido salmantino: el farinato. Pues bien, aunque aqu¨ª sea un decir ingrato, y hasta rime, ciertas materias grasas deben de resultarnos tan consustanciales que, por el mero hecho de salir a antena un Viernes Santo, tal que hoy, aquello me llev¨®, ipso facto- a ser destinatario, infiel de un sinf¨ªn de cartas feroces, enviadas para afearme de pu?o y letra tama?a irreverencia. En principio, cuesta hacerse a la idea de uno mismo con una mala fe tan marrana, s¨®lo por fastidiar en la abundancia al pr¨®jimo; sobre todo, porque me acuerdo bien que dicho bolo era seren¨ªsima serenata sobre las estructuras formales b¨¢sicas del sentimiento dom¨¦stico, dado que ya en la ¨¦poca hab¨ªa que hablar (un poco) de todo y buscarle (inclusive) las esquinadas vueltas.?A qu¨¦ venimos, padre?A decir que "de alguna manera, convendr¨ªa aclararlo de una vez por todas", aclararlo "desde todos los ¨¢ngulos" (mundo, demonio y carne), cual cosa "de importancia extraordinaria", ?ea!, con subid¨®n tenaz y cacof¨®nico de par¨¢metros, le toca el turno a Curro, despu¨¦s tiene la vez Cristina, yo te he dejado hablar a ti primero, sensihabilidades enfrentadas, alarmas sociales, cultura de la lana, Dolly, ahora me dejas t¨², y aqu¨ª el calambre de la publicidad (cuidad¨ªn, cuidad¨ªn: m¨ªrese abajo), pero no se me vayan. No es uno, son legi¨®n.
Y mientras tanto, me parece que es tarde para verme obligado a declarar, ante lectores en la cresta de estas vacaciones paganas, sobre si, al airear anta?o el embutido charro, tuve o no la intenci¨®n perversa de hacerlo coincidir a prop¨®sito con ese d¨ªa tan se?alado. Rememoro y escribo esto desde las cercan¨ªas del monasterio de Silos. Y, desde aqu¨ª, me niego a declarar. Aunque de esa actitud, un tanto ribere?a, se me escape en verdad el motivo. ?S¨ªndrome de renuncia? ?Prevanidad senil? ?Madurez picajosa? ?Escaqueo? ?Manera de pedir tambi¨¦n respeto? Bater¨ªa flamante de monacal cocina, rosario de preguntas piadosas para, rodilla en piedra, entregarse de lleno a la t¨¢ctil meditaci¨®n celular de esta semana, que al final se nos va, ayuna de una estable perfecci¨®n, entre torrijas y chapuzones helados.Caramelos, pipas. Menos mal que con Ella tambi¨¦n se va, sin cuajar -?ya no me quita nadie esta exclusiva!-, la superproducci¨®n de una parodia de Viridiana, ideada para retransmitirla esta misma noche, ?a¨²n no se me ha, pasado el escalofr¨ªo!, en un programa requetepopular de nuestra televisi¨®n noct¨¢mbula. No me pregunten que cu¨¢l, que entonces ellos juegan con ventaja. El caso es que su prop¨®sito consist¨ªa en juntar en un sal¨®n, l¨ªnea clara de pel¨ªcula de romanos, a los representantes de los 12 ap¨®stoles: Gil y Gil, Ruiz-Mateos, Arzallus, Mario Conde, Rold¨¢n, un G¨®mez de Lia?o, Ram¨®n Tamames, Bert¨ªn Osborne, Jesul¨ªn de Ubrique, Javier Clemente y Chiquito de la Calzada. ?S¨®lo van 11? Redondeemos con lo que figuraba en el gui¨®n original: el nombre del director de un peri¨®dico. En este caso extremo, trat¨¢base de dejarlo ir, que vaya si ir¨ªa, no de tener que elegir entre uno u otro.
Retenga aqu¨ª el lector la indignaci¨®n. En realidad, no pensaban caer los del programa, al rev¨¦s que Bu?uel o los okupas de La Guindalera, en un cenorio surrealista y sacr¨ªlego, m¨¢xime cuando vieron que Ana Garc¨ªa Obreg¨®n no era lo mismo que Lola Gaos a la hora de hacer la foto fija de la cuadrilla levant¨¢ndose la faldita. Se acordaron del pediluvio evang¨¦lico, conmovedor instante en que el Mes¨ªas lava y besa los pies de sus ap¨®stoles. Para ese fin, estampa viva de humildad e higiene, hubo unanimidad: "?Llamad al cura Apeles!". Y se empez¨® a ensayar. Gracias a Dios, ese programa, que habr¨ªa dejado a los dem¨¢s sin audiencia, no pudo realizarse a ¨²ltima hora por razones humanas y t¨¦cnicas.
Pero ah¨ª est¨¢, tan virtual por la buena intenci¨®n como pecainoso para los malos pensamientos. ?Hasta d¨®nde, Se?or, vamos a no llegar?
Babelia
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