Animalillos
Se suicidaron en Jueves Santo, aun que no festejaban la solemnidad cristiana de la fecha, sino el hecho de que el cometa Hale-Bopp pasaba cerca y coincid¨ªa con sus delirios extraterrestres. Pero de todos modo la inmolaci¨®n colectiva del Rancho Santa Fe resulta de lo m¨¢s adecuado para Semana Santa: es el consabido ritual de muerte y renacimiento, s¨®lo que pasado por la est¨¦tica pueril de La guerra de las galaxias.Los fieles de la secta de San Diego eran programadores de ordenador y dise?aban p¨¢ginas de Internet. Pero todos estos conocimiento t¨¦cnicos y su aparente modernidad no les salvaron de la negrura interior, de esa oscuridad ancestral que proviene, poderosa e intacta de un mundo previo a la bombilla y la p¨®lvora y la rueda. No hay m¨¢s que rascar un poco la piel del cibernauta m¨¢s sofisticado y enseguida aparece un ser humano at¨®nito ante un mundo que, por mucho que avancen las tecnolog¨ªas, sigue siendo demasiado grande para ¨¦l. De esa ag¨®nica desproporci¨®n entre la menudencia que uno es y la enormidad de todo lo dem¨¢s nacen los miedos, las religiones, la locura de querer subir se en marcha a una nave estelar.
Lo que fascina do los fieles de Puerta del Cielo, pues, no es su originalidad, sino, por el contrario, la continuidad que manifiestan, en su alucinaci¨®n, con el resto de la humanidad alucinada. Su idea de cuerpo como c¨¢rcel de la que el alma escapa, por ejemplo, viene desde lo m¨¢s remoto de nuestra memoria. Lo mismo que su entendimiento del sexo como algo desbaratador y peligroso: un rancio mensaje con cierto sabor a Semana Santa. Ni siquiera la castraci¨®n que practicaban es novedosa: ya hicieron lo mismo, entre otros, los Skoptzy, unos m¨ªsticos rusos del siglo XVII.
Por debajo del brillante barniz de la tecnolog¨ªa seguimos siendo el mismo animalillo amedrentado.
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