Los socialistas franceses salen en defensa de la memoria de Mitterrand
Michel Charasse, antiguo ministro econ¨®mico de, los socialistas franceses, amigo personal del presidente Fran?ois Mitterrand y autor de un libro en el que cuenta los dos ¨²ltimos a?os de vida del pol¨ªtico fallecido, ayer en defensa de las escuchas telef¨®nicas y seguimientos policiales realizados por la c¨¦lula de seguridad -GIC- del El¨ªseo."En 1986, en plena oleada de atentados terroristas, la familia Mitterrand y tambi¨¦n Mazarine, la hija extraconyugal del presidente, cuya existencia era conocida en ciertos c¨ªrculos, fueron amenazados directamente", dijo Charasse. Luego precis¨¦ que, en el caso concreto die Mazarine, existe constancia de que se proyectaba secuestrarla.
Al margen de los pnoblemas de seguridad que evoca, Michel Charasse olvida que el GIC fue creado en 1982 y que no tuvo como ¨²nica preocupaci¨®n el mantener protegida la existencia de Mazarine sino que tambi¨¦n se dedic¨® o¨ª espiar a periodistas, actores, escritores, pol¨ªticos de las m¨¢s diversas tendencias, organizaciones ecologistas o, sencillamente, a cualquiera que se interesara demasiado por investigar esc¨¢ndalos econ¨®micos que afectaban a los amigos del presidente socialista.
Por su parte, el comandante Christian Prouteau, el antiguo je fe del GIC, que guardaba en su garaje los documentos sobre la actuaci¨®n del mismo reci¨¦n descubiertos y que prueban que Fran?ois Mitterrand estaba al corriente de las acciones -incluso las ilegales- emprendidas por los agentes que cuidaban de su seguridad, ha negado de nuevo ante el juez que ¨¦l hubiese ordenado las escuchas. Prouteau se ha amparado en la condici¨®n de secreto de defensa que protege la difusi¨®n de ciertos documentos, condici¨®n que ha reconocido Alain Jupp¨¦, el actual primer ministro, para negarse a responder las cuestiones que le obligar¨ªan a desvelar la identidad, de quien daba las ¨®rdenes.
La t¨¢ctica es clara: dado que el presidente de la Rep¨²blica nunca puede ser procesado, la mejor opci¨®n es dejar recaer sobre ¨¦l la sospecha de la responsabilidad de todas las iniciativas. En definitiva, Prouteau se habr¨ªa limitado a cumplir ¨®rdenes.
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