Horrorosa cogida de Franco Carde?o
En el punto y hora de empezar la corrida ya se hab¨ªa producido el drama. Una cogida tremenda, una cornada horrorosa. Un minuto despu¨¦s, el ruedo de la Maestranza se convert¨ªa en una estampa solanesca. Franco Carde?o inerme y ensangrentado en el ruedo, ajetreo de cuadrillas, capoteo fren¨¦tico, el toro que hac¨ªa hilo con un pe¨®n, y acabar¨ªa cogi¨¦ndolo tambi¨¦n. Le cogi¨® cuando ya hab¨ªa alcanzado el burladero. Le cogi¨® sac¨¢ndolo de all¨ª, como al caracol de su concha.Franco Carde?o, 43 a?os, no iba a perder la oportunidad de su vida: verse vestido de luces en la Maestranza, nada menos. Verse vestido de luces en el templo del toreo despu¨¦s de muchas temporadas de lucha, despu¨¦s de haber buscado en Am¨¦rica los contratos que no consegu¨ªa en Espa?a. Lo que bien empieza bien parece, debi¨® de pensar. Y se march¨® a la puerta de chiqueros a recibir al toro.
Prieto / Seis matadores
Cinco toros de Tom¨¢s Prieto de la Cal (se rechazaron seis en el reconocimiento), terciados, flojos y dificultosos; 4? jabonero, noble. 2? de Joaqu¨ªn Barral, chico e inv¨¢lido.Franco Carde?o: herido muy grave en el primer lance. Jos¨¦ Antonio Mu?oz: estocada delantera ca¨ªda, rueda de peones y dos descabellos (ovaci¨®n y salida al tercio); dos pinchazos -aviso-, tres pinchazos, rueda de peones y se sienta el toro (palmas y saludos). Manolo Corona: media contraria, pinchazo hondo ca¨ªdo, rueda de peones y descabello (aplausos y salida al tercio). Ni?o del Tentadero: bajonazo (oreja). Jos¨¦ Luis Peralta: estocada corta escandalosamente baja (silencio). Jos¨¦ Antonio Cobos: pinchazo y estocada (aplausos). Plaza de la Maestranza, 8 de abril. 3? corrida de feria. Media entrada.
El toro tard¨® en salir. Tan pronto puso la pezu?a en la arena se par¨® y desparram¨® la vista. Descubri¨® arrodillado al torero y se fue a ¨¦l, vacilante e incierto. Franco Carde?o se incorpor¨® para provocar la arrancada y en cuanto ¨¦sta aceler¨® al galope, se volvi¨® a arrodillar. No le dio tiempo, sin embargo. En aquel preciso instante se produc¨ªa el embroque, tir¨® furioso el toro la cornada y alcanz¨® de lleno la cara.
Yerto qued¨® el torero y, cuando lo incorporaban, la sangre man¨¢ndole a chorros, desfigurado el rostro, muchos de los espectadores m¨¢s cercanos corrieron despavoridos grader¨ªo arriba. Los gritos desgarrados de horror no se hab¨ªan acallado y ya estaba el toro persiguiendo al banderillero Antonio Tavira que fue quien consigui¨® alejarlo a punta de capote. Ahora el peligro se le ven¨ªa a ¨¦l encima, el toro le iba a dar alcance, salv¨® un pen¨²ltimo ga?af¨®n tomando precipitadamente el burladero. Pero el toro derrot¨® all¨ª, meti¨® el asta por la tronera, sac¨® al pe¨®n por lo alto, lo campane¨® y, al dejarlo, le hab¨ªa pegado la cornada.
Qued¨® el toro ense?oreando el redondel. Qued¨® avisado, desarrollando sentido, y no hab¨ªa manera de ce?irle las suertes sin riesgo inminente de nuevos desaguisados. Jos¨¦ Antonio Mu?oz, que entr¨® a darle lidia, no perdi¨® los papeles. Jos¨¦ Antonio Mu?oz que, como sus compa?eros -todos modestos, la mayor¨ªa desconocidos-, se encontraba con la oportunidad, acaso remota, de triunfar en la Maestranza, se dobl¨® por bajo, intent¨® derechazos valerosos y entr¨® a matar.
Mejores posibilidades tuvo con su otro toro, el de Barral, que result¨® inv¨¢lido y desarroll¨® nobleza, y no es muy seguro que las aprovechara pues aunque tore¨® compuesto lo hizo excesivamente aliviado, muy mediocre en su breve incursi¨®n al natural.
La sorpresa fue Manolo Corona que con otro toro avisado, por tanto peligroso, imposible en los lances por la izquierda, por la derecha le sac¨® partido, mud¨® las distancias seg¨²n conven¨ªa, carg¨® la suerte, se pas¨® cerca los pitones, lleg¨® a alegrar las embestidas con la t¨¦cnica propia de los toreros antiguos.
Ni?o del Tentadero, a un torito pastue?o de capa jabonera lo pas¨® reunido y ligado por derechazos, en los naturales baj¨® mucho, lo mat¨® de un bajonazo y le dieron la oreja. Antiguamente en la Maestranza no sol¨ªan dar orejas por bajonazos; ahora s¨ª. Los tiempos cambian. Cambia hasta la lengua, dicho sea con perd¨®n. Cualquier cosa es posible, todo da igual. Hasta Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez, ilustre premio Nobel, ha mandado al cuerno la ortograf¨ªa. De aqu¨ª en adelante jam¨®n se podr¨¢ escribir con je o con gota -seg¨²n lo pida el cuerpo- y el acento, para el gato.
Orejas por bajonazos: ?habrase visto? Jos¨¦ Luis Peralta no las quer¨ªa y no se confi¨® lo que se dice nada en ninguna suerte. A Juan Antonio Cobos le correspondi¨® otro toro incierto, lo lance¨® bien a la ver¨®nica, quit¨® por chicuelinas, y en el ¨²ltimo tercio hubo de sortear las coladas.
No merec¨ªa semejante exposici¨®n el toraco malo. Ni nadie la reclamaba en la Maestranza. A nadie se le hab¨ªa pasado a¨²n el sobresalto del drama vivido dos horas antes. Un cornad¨®n en la cara: s¨®lo de pensarlo dan escalofr¨ªos.
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