Genov¨¦s, a vista de p¨¢jaro
La exposici¨®n con obra ¨²ltima de Juan Genov¨¦s (Valencia, 1930), quien, desde los comienzos de los a?os sesenta, ha ocupado un destacado papel en la vanguardia art¨ªstica espa?ola, se puede contemplar en la galer¨ªa Marlborough, de Madrid (Orfila, 5), hasta el 10 de mayo.La eficacia comunicativa de algunas de las im¨¢genes creadas por Genov¨¦s en torno a los sesenta fue tal que se transformaron en iconos her¨¢ldicos de la creciente voluntad de cambio pol¨ªtico por parte de la sociedad espa?ola de entonces, e, incluso, lograron atravesar las fronteras de nuestro pa¨ªs. Aunque todo esto es de sobra conocido por la mayor¨ªa, lo recalco ahora para indicar lo que, a veces, supone de lastre para la ulterior evoluci¨®n de un pintor este acierto coyuntural.
De todas formas, que Genov¨¦s no ten¨ªa necesidad, ni, sobre todo, estaba dispuesto a dejarse aplastar por este lastre no es algo que tengamos que comprobar ahora. De hecho, lleva muchos a?os siguiendo el natural curso de sus experiencias e indagaciones renovadoras. Entre estas ¨²ltimas, hay que citar las de su ¨²ltima muestra individual de hace un par de a?os, donde, por ejemplo, trabaj¨® a fondo la textura, un poco en la ant¨ªpoda de su caracterer¨ªstica imagen plana, de velado origen fotogr¨¢fico.
?Por qu¨¦ entonces volver otra vez sobre lo mismo? Pues porque hay cambios y cambios, y el actual es particularmente radical y dram¨¢tico. No se trata de que sea una obra sobre papel, sino lo que ello significa para lo que pinta. Y el cambio actual es radical porque despoja la imagen dej¨¢ndola en un vac¨ªo, en una nada blanca, donde las peque?as figuras son poco m¨¢s que unas manchas de tinta negra, emborronadas por un trazo de sombras. Y resulta, asimismo, un cambio dram¨¢tico, porque la esencia del drama moderno lo da la luz forjadora de lo sombr¨ªo a trav¨¦s de eso que llamamos una t¨¦cnica de claroscuro, cuyo ¨¦nfasis est¨¦tico es inseparable del moral.
Negro sobre blanco
As¨ª que Genov¨¦s lleva su l¨¢mpara hasta lo extremo -negro sobre blanco-, pero, adem¨¢s, emplea la vista de p¨¢jaro, la perspectiva de escorzo casi vertical desde arriba, con lo que refuerza, a trav¨¦s de un nuevo efecto dram¨¢tico, la visi¨®n moderna de lo humano, que es la visi¨®n de la muchedumbre. ?C¨®mo no evocar a este respecto al Goya del Disparate de miedo y, sobre todo, del Disparate alegre, respectivamente los n¨²meros 2 y 12 de la famosa serie final? Respecto al segundo de los citados, la referencia es de enjundia, no s¨®lo porque aclara la ra¨ªz cultural y art¨ªstica de Genov¨¦s, sino, comparativamente, por el mayor contraste de ¨¦ste al no fundir sus sombr¨ªas figuras con el fondo y al empeque?ecerlas casi a nivel de diminutos insectos agitados.M¨¢s y mejor: resulta que Genov¨¦s, soltando todo el lastre antedicho, se aproxima a sus or¨ªgenes como nunca; esto es: vuelve al c¨ªrculo y a la diagonal, al zoom y a mirar por el aro y vuelve a la diagonal de fuga que deja un rastro de huida negra, sombra de ala de cuervo, amarillenta quemadura de fogonazo; y vuelve, en fin, a las concentraciones hier¨¢ticas y a las dispersiones centr¨ªfugas de los grupos. A la postre, la impresi¨®n restante es, vistas las cosas desde las alturas, la de una extra?a danza de sombras turbadoras, una pantomima ordenada, un ballet m¨¦canique de peque?os seres atribulados: nosotros. ?Vaya lastre!
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