Del danz¨®n a lo legionario
?A otra cosa! Pero, si no se sabe muy bien cu¨¢l, lo certero es largarse a Veracruz en s¨¢bado, ma?ana mismo, como si tal cosa. Y eso hice yo el pasado s¨¢bado para caer, una vez m¨¢s, en la trampa veracruzana de la plaza de Armas, con sus portales, sus ventiladores, sus nieves de guan¨¢bana y sus marimbazos. Mas esa noche hab¨ªa, adem¨¢s, danz¨®n del bueno, a cargo de la c¨¦lebre danzonera, se?oras y se?ores, Alma de Veracruz, arranc¨¢ndose ella con El dulcero, respetuosa en las pausas con abanico blanco de las jarochas, c¨®mplice con lo oblicuo de los jarochos: de la nalga al reojo, en suave. Nalgadas en la playa de Mocambo, en el cafet¨ªn de la esquina, visto y no visto, dej¨¢ndose llevar por un fluido aparentar -insinuante, cadencioso- que se baila para que as¨ª lo otro tenga su propio tiempo, que con s¨®lo una miradita m¨¢s puede darle por ser presente y sombras. Y ahora, vuelta a empezar, negro Jos¨¦, con palabritas nalgueadas por To?a la Negra: "Tan quedo como nunca" o "ay, mam¨¢, qu¨¦ tembladera".A punto ya de regresar a Espa?a, que tambi¨¦n es destino, paso por una hacienda situada cerca del aeropuerto de la ciudad de Puebla. All¨ª vive Lydia, una mujer con antepasados santanderinos, fascinada por el flamenco como otros por el danz¨®n. Su esposo, Esteban Chapital, es amigo de muchos pintores mexicanos. Pero, sobre todo, hace muebles, maravillosos y enormes, con maderas muy viejas, resucitadas como ra¨ªces de una cultura extinta y con la p¨¢tina, respetada, de haber sentido los placeres del uso. ?l fabric¨® la mesa -redonda, grandotota y maciza- en la que los monarcas espa?oles almorzaron durante su reciente visita a Puebla, s¨ª, cuando lo de la lengua en Zacatecas. Esteban colecciona cuadros, ¨¢nforas y amistades de por vida. Ahora bien, lo que en verdad le gusta es su oficio, saber que ¨¦l "no est¨¢ haciendo m¨¢s de lo mismo". ?C¨®mo expresarlo mejor? Acaso cuando habla de eso que dice no saber: "Los mexicanos no sabemos qu¨¦ somos. Vino Cort¨¦s y, a partir de ese instante, ya no sabemos si somos lo que somos por lo que estaba antes o por lo que vino con ¨¦l".
En esto que llegaba de Zacatecas, otra vez, un escritor guatemalteco, Carlos Illescas, abordando de aperitivo el siguiente fen¨®meno: "La verdad es que el colonialismo perdura. Mientras estuvieron los reyes, todos ped¨ªamos de beber corona. En cuanto se fueron, otra vez empezamos a darle al tequila". No tuvo desarrollo el apunte, pues muchos acudimos de repente a contemplar la nitidez del cometa, pura tarjeta navide?a, mientras un buen fot¨®grafo, Rogelio Cu¨¦llar, le daba una nalgada al pareado: "?Los poetas, / delante del cometa!" (Flash, flash).
Pero, para nalgadas, las sacerdotales que asoman en as apasionadas conversaciones sobre el esc¨¢ndalo- del que ahora m¨¢s se habla en M¨¦xico. Es el esc¨¢ndalo del padre Maciel, eminencia suma de los Legionarios de Cristo, orden m¨¢s preocupada por la pureza que la del Opus Dei. inclusive. Cuando ese var¨®n iba para santo, ha sido bruscamente desviado del camino por medio de much¨ªsimas denuncias en las que se le acusa de morfin¨®mano desde hace 40 a?os y de violador de menores desde que pudo. Los acusadores, hoy padres de familia y hasta c¨¦lebres magistrados, fueron anta?o ni?os, pasaron por sus manos y dan, al fin, detalles.
Todo era bueno, al parecer, para el acuartelado convento. D¨¢bale a los rapaces inocentes palabras encendidas, jadeos y azotinas, hasta que el aprendiz se dejaba ir encima de aquel padre. Pero lo mejor de ¨¦ste era (o ser¨ªa) que, antes que nada, les daba una nalgada de salida con tan cient¨ªfico pretexto como el que casi no me atrevo a reproducir: "Necesito tu semen, criatura, para que lo analice en Madrid el doctor, Gregorio Mara?¨®n". Y, ?qui¨¦n sabe!, acaso para aqu¨ª se nos vino, polen de legionario al t¨¦rmino de sesudos an¨¢lisis m¨¦dicos; man¨¢ para el ayer y alergia para el ma?ana, que ya estar¨¦ en Espa?a, lejos de Veracruz, y ser¨¢ primer s¨¢bado de mayo, mes de Mar¨ªa.
Babelia
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