"Queremos justicia, somos combatientes"
La mayor¨ªa de los secuestradores de Lima eran j¨®venes sin formaci¨®n pol¨ªtica alzados contra la miseria
ENVIADO ESPECIALSepultados en la m¨¢s completa soledad, sin apenas elementos para poder reconstruir su vida y sus razones, yacen en cementerios de arrabal los 14 militantes del Movimiento Revolucionario Tupac Amaru (MRTA) muertos durante el asalto militar a la residencia del embajador japon¨¦s en Lima. "Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia porque ellos ser¨¢n saciados", escribi¨® alguien junto al Sagrado Coraz¨®n de la tumba de N¨¦stor Cerpa Cartolini, abierta por la polic¨ªa en un repecho de Villa Mar¨ªa del Triunfo. La fosa de quien llamaban n¨²mero 22 linda con el sepulcro del comandante Evaristo, cuyo primer lugarteniente, Rolly Rojas, reposa en otro suburbio lime?o. Los otros 11 del comando aniquilado, con edades comprendidas entre los 16 y los 28 a?os, fueron enterrados en lugares desconocidos con las siglas de sin nombre en el m¨¢stil de las cruces. ¨²nicamente las familias de Cerpa, Rojas y Luz Dina Villoslada, de 20 a?os, reclaman sus restos porque s¨®lo ellas tienen la certeza de que formaron parte del comando que el pasado 17 de diciembre tom¨® la sede diplom¨¢tica del barrio de San Isidro.
Rolly Rojas, 34 a?os, se sublev¨® hace casi catorce a?os reivindicando su condici¨®n de ser humano y oportunidades para todos en un pa¨ªs donde, como en otros latinoamericanos, la mitad de sus habitantes sufre pobreza o marginaci¨®n desde el desembarco de Col¨®n. Primero cobrador de microb¨²s en la ruta lime?a San Germ¨¢n-La Molina, se entreg¨® despu¨¦s al activismo pol¨ªtico contra un sistema democr¨¢tico que consider¨® incapaz o c¨®mplice. Las aulas de Ciencias Sociales de la Universidad de San Mart¨ªn de Porres y la efervescencia contestarla de aquellos a?os le persuadieron de la legitimidad de asaltar comandancias y atracar bancos en nombre de la justicia distributiva.
Lo hizo en el guevarista MRTA. Experto en armas, era ya El ?rabe cuando particip¨® en el ataque a un local de la Embajada de Honduras y a una sucursal del Citibank. Condenado a ocho a?os de c¨¢rcel tras su captura en 1986, huy¨® de la prisi¨®n de Miguel Castro Castro cuatro a?os despu¨¦s por un t¨²nel con otros cuarenta. Conclu¨ªa entonces el nefasto Gobierno del socialdem¨®crata Alan Garc¨ªa. El coronel Marco Miyashiro, ex reh¨¦n, recuerda a Rojas como equivocado y dispuesto al debate. "Ten¨ªa una formaci¨®n pol¨ªtica y militar. Buscaba el di¨¢logo entre los rehenes para ampliar su abanico de opini¨®n", dice el jefe del Grupo Especial de Inteligencia de la Polic¨ªa (GEIN).
Tambi¨¦n le trat¨® el padre Juan Wicht, que rechaz¨® la liberaci¨®n ofrecida en diciembre por Cerpa porque pens¨® que su presencia y los Santos Sacramentos les ser¨ªan ¨²tiles a los cautivos. "Como universitario, quiz¨¢ era el m¨¢s educado, entre comillas. Respetaba a la Iglesia, y me dec¨ªa que todos ten¨ªamos que luchar por la justicia. Yo estoy de acuerdo, pero por el di¨¢logo". Irreductibles el pacifismo del jesuita y el militarismo de R 'as, definitivamente cimarr¨®n
oj con la apertura economica y as privatizaciones, fue imposible la avenencia. '"Pensamos diferente", me dec¨ªa".
Los trazos generales de las biografia de N¨¦stor Fortunato Cerpa Cartolini y de Rolly Rojas Fern¨¢ndez son conocidos, pero apenas hay antecedentes sobre los dem¨¢s, nacidos casi todos en villorrios de la selva central; sus cuerpos quedaron destrozados por la explosi¨®n que revent¨® la planta baja de la residencia donde jugaban a futbito con una pelota de calcetines, camisetas y esparadrapo, o cayeron acribillados en el primer piso por los pelotones castrenses a cargo de la audaz operaci¨®n del 22 de abril. "Si no los reclaman sus familiares nunca sabremos qui¨¦nes eran", se?ala Miguel Jugo, de la Asociaci¨®n Pro Derechos Humanos. Uno de ellos, Salvador, revel¨® a, un reh¨¦n qui¨¦n era y por qu¨¦ se alist¨® a los 18 a?os en el MRTA: el Ej¨¦rcito mat¨® a su padre y el terrorismo de Sendero Luminoso a su madre. Otra madre, Eligia Rodr¨ªguez, asegura haber reconocido a su hija Luz por televisi¨®n cuando un mediod¨ªa se asom¨® por una ventana de la residencia, sin el pa?uelo en la cara, sonriendo. "Se la llev¨® el MRTA hace cuatro a?os. Ahora s¨®lo quiero ver su cuerpo y rezar por ella, pero no se me permite identificarla". La negativa de las autoridades a entregar los cad¨¢veres o a permitir su exhumaci¨®n ha sido criticada por organizaciones humanitarias y hasta ha dado lugar a especulaciones, poco veros¨ªmiles, por parte de exiliados del MRTA, de que quiz¨¢ no murieran todos los secuestradores.
El coronel Miyashiro subraya la poca preparaci¨®n de los 10 m¨¢s j¨®venes, su enroque en la exigencia de justicia social cuando los rehenes les ped¨ªa mayor elaboraci¨®n pol¨ªtica. "Su falta de preparaci¨®n hac¨ªa que nuestra conversaci¨®n con ellos se iniciara con temas triviales como "Oye, este s¨¢bado pod¨ªas estar en una discoteca", o "?Qu¨¦ ritmos estar¨¢n de moda?". Despu¨¦s se abordaba el flanco pol¨ªtico: "Cuando les pregunt¨¢bamos "?C¨®mo se puede conducir el pa¨ªs?" o "?Ad¨®nde nos quieren llevar?", no hab¨ªa una respuesta acertada. "Ah, nosotros queremos Justicia, nosotros somos combatientes", repet¨ªan". Cerpa Cartolini respond¨ªa por ellos. Cuando la prensa local denunci¨® los abusos y asesinatos cometidos entre su propia gente por miembros del Servicio de Inteligencia Nacional (SIN), el comandante Evaristo) espet¨® a uno de los diputados gubernamentales secuestrados: "?se es el Gobierno de Fujimori. ?sa es la legalidad que ustedes defienden".
Tito, herido en la pierna izquierda por un disparo durante la ocupaci¨®n de la residencia, fue identificado como Eduardo Cruz S¨¢nchez. "Le gustaba presumir sobre mujeres y dinero acus¨® uno de los rehenes no afectados por el s¨ªndrome de Estocolmo. Cuando un joven empresario nip¨®n lamentaba su detenci¨®n porque se estaba perdiendo la visita de la modelo alemana Claudia Schiffer a Lima, un emerretista veintea?ero inquiri¨®: "?Qui¨¦n es Claudia Schiffer?". Entre ellos se llamaban Con¨¦, Gato Seco, Edwin o Dante, pero hasta ahora, al negar su ayuda las autoridades peruanas, no ha podido determinarse con seguridad la identidad de cada uno de los 14 miembros del comando que durante 126 d¨ªas mantuvo en jaque al Gobierno. Seg¨²n el parlamentario oficialista Gilberto Siura, promotor de las leyes que perdonaron a los militares sentenciados por el asesinato de nueve alumnos y un profesor de la Universidad de La Cantuta, "s¨®lo cuatro terroristas dirig¨ªan el comando. Los otros 10, estoy seguro de que no supieron por qu¨¦ mor¨ªan. Uno de los chicos me dijo que s¨®lo quer¨ªa que el presidente Fujimori le diera un microb¨²s para hacer de taxi y que nosotros le ayud¨¢ramos a sacar el brevete [la documentaci¨®n]".
Como la mayor¨ªa de los peruanos, el periodista Carlos Paredes, del programa Contrapunto, carga contra el MRTA, al que acusa de haber recurrido al enga?o o a la fuerza para sobrevivir. Al t¨¦rmino de la crisis de los rehenes, viaj¨® a Jun¨ªn y Pasco porque en las selvas de aquella regi¨®n peruana el grupo procastrista escondi¨® sus desorganizadas columnas a partir de principios de esta d¨¦cada. Para entonces hab¨ªa sido encarcelada la mayor¨ªa de sus l¨ªderes y el MRTA daba tumbos sin destino ni perspectivas pol¨ªticas. Seg¨²n Paredes, "familias modestas, dedicadas a labores agr¨ªcolas, perdieron a sus hijos menores, arrancados a la fuerza por los emerretistas, quienes, preocupados por el escaso n¨²mero de sus denominados combatientes recurrieron al secuestro para incrementar sus filas".
Gilbert Doroteo Ticona, Arturo, el joven que en las im¨¢genes de la residencia aparece portando el lanzagranadas, habr¨ªa sido alistado por el MRTA a los doce a?os en un pueblecito llamado Sanchirio Palomar. Durante los primeros d¨ªas del secuestro, Arturo y el c¨®nsul argentino disputaron por los mejores chistes. Gilbert Doroteo Ticona fue adoptado por Gabina Dalar a la muerte de su madre. "Se fue as¨ª, trabajando, andando, as¨ª se desapareci¨®. Yo sufr¨ªa d¨ªa y noche. Dic¨ªa (sic): ?donde estar¨¢? ?Comer¨¢, no comer¨¢?", dijo la anciana a Contrapunto. "Si viviera le dir¨ªa '?Ayyy, por qu¨¦ te metiste?, le dir¨ªa, pues".
Jorge Gumucio, embajador de Bolivia, recuerda di¨¢logos con Cerpa, Rojas y Tito, pero "con los otros muchachos hablamos muy poco: que si c¨®mo era Bolivia, que si la selva boliviana se parec¨ªa a la peruana, que cu¨¢l era la comida de la selva boliviana". ?Por qu¨¦? "Cerpa no quer¨ªa que los muchachos, que ten¨ªan una percepci¨®n muy infantil de lo que era la vida, tomaran ning¨²n tipo de contacto con nosotros. Cerpa ten¨ªa temor a un trabajo psicol¨®gico nuestro para desarmarlos". En los ¨²ltimos dos meses los contactos quedaron cortados, "fundamentalmente con las chicas, a quienes los rehenes les hablaban de que ten¨ªan esposas, compa?eros, hijos. Y entonces las chicas lloraban. Las bajaron a la planta baja y nunca m¨¢s las vinos".
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