Por fin, una obra maestra
ENVIADO ESPECIALAlgo m¨¢s de cuatro horas dura el Hamlet integral de Kenneth Branagh, pero no aburre. Era su sue?o dorado hacerlo y se le nota satisfecho. No hace falta decir que el guionista William Shakespeare es no s¨®lo el mejor, sino tambi¨¦n el m¨¢s barato. No as¨ª la pel¨ªcula; cuya suntuosidad huele a millonada, pero
ien gastada. Otro gui¨®n perfecto es el de The ice storm, que el chino afincado en Nueva York Ang Lee ha convertido en la mejor pel¨ªcula de las proyectadas hasta ahora en este 50? Cannes. La imagen del derrumbe de un sue?o americano que Lee logra, a trav¨¦s de un retrato de alta precisi¨®n de la vida de dos familias de la progres¨ªa estadounidense de los a?os 70, roza la perfecci¨®n.
Nada falta, nada sobra en este inteligentisimo, elegante, trazado con tiral¨ªneas, duro y divertido esbozo ?le geometr¨ªa cinematogr¨¢fica. Ang Lee observa -con la frialdad y la lejan¨ªa que le proporciona su condici¨®n de chino ca¨ªdo desde las ant¨ªpodas en medio de la vida de la burgues¨ªa estadounidense- el brusco declive en que entr¨® el sector m¨¢s vivo de la Am¨¦rica liberal impulsada por John Kennedy, cuando su sue?o fue pisoteado por Richard Nixon y su Watergate. La pel¨ªcula es eso: el divertido infierno de un Watergate ¨ªntimo, de paredes adentro, en el que dos familias, vecinas de un barrio residencial de los alrededores de Nueva York, entrecruzan sus destinos y juegan al juego de una comedia que degenera en farsa y finalmente se abisma en una tragedia. Una tragedia doble porque, tras ocurrir, el api?amiento familiar resultante del rechazo a lo ocurrido irreparable prefigura la ideolog¨ªa familiarista del ultraconservadurismo reaganiano. Y tres periodos (Kennedy, Nixon, Reagan) encadenados de la historia viva de Estados Unidos, se aprietan as¨ª en dos horas de gran cine, que reconfortan y deslumbran.Indispensable
El oriental Ang Lee, con 42a?os y cuatro pel¨ªculas -Comer, beber y amar; El banquete de bodas; Sentido y sensibilidad; y esta The ice storm- se ha convertido en un hombre indispensable del cine occidental. Su cadencioso pulso, su exactitud, su iron¨ªa, su penetrante mirada y su formidable capacidad para hilar conductas y definir personajes, son m¨¢s que notables, ex traordinarios. Y de ah¨ª las no menos extraordinarias interpretaciones que extrae de los actores y actrices que interrelaciona, como ocurre con Sigourney Weaver, Kevin Kline, Joan Allen y la veintena de int¨¦rpretes -sobre todo, los adolescentes- que les escoltan en esta peque?a maravilla, hasta ahora lo m¨¢s serio de cuanto ha ocurrido en este rimbombante 50? aniversario de Cannes, donde pol¨ªticos, jetas y pirotecnias es taban sustituyendo (hasta ayer que llegaron Ang Lee y su The ice storm) a lo insustituible, que son las buenas pel¨ªculas.
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