Rekondo, 100.000 botellas, las mujeres y la mesa
Cuando ya se perdieron de vista la arena de la playa de la Concha de la leyenda de San Sebasti¨¢n, el monte Urgull coronado por su S¨¢grado Coraz¨®n, la isla de Santa Clara, y cuando se encarama el pasajero por el empinado Igueldo, a medio camino entre Ondarreta y las cumbres del monte que dan con la infinitud del Cant¨¢brico, hay que adentrarse en las entra?as de Rekondo, el restaurante de Txomin Rekondo (943 / 21 29 07): de entrada hay que topar con la parrilla, su enrejado, su brasa, sus carnes, y con el alma de una casa entramada con el alma de mujeres que hacen, y van y vienen, y sirven con estilo sobrio y agradable; y con el permiso debido inmediatamente, se baja hasta el fondo de la mina. La mina, el s¨®tano si se quiere, son los 600 metros cuadrados que son escaparate de la bodega m¨¢s trascendental de los restaurantes espa?oles y de casi todos los dem¨¢s del mundo: 100.000 botellas es la cuenta que lleva el hombre Rekondo cuando habla de este museo, hijo directo de su amor por el vino. Todos los que lo quieren en Espa?a lo saben, como lo saben los extranjeros que vienen exclusivamente hasta este comedor pulcro por su est¨¦tica simple y sus colores justos, apetitosos como su menestra de verduras y su foie de pato, y su tortilla de bacalao, y su bogavante, y sus carnes a la brasa. ?No faltaba m¨¢s!Pero estamos en la bodega m¨¢s grande de todas las Espa?as. Casi el 70% de las botellas responden por el nombre de todas las marcas espa?olas habidas y por haber, empezando por su propio Txacoli Txomin Etxaniz, por los vinos de la casa a 1.000 pesetas m¨¢s o menos, hasta llegar... a los cielos m¨¢s prohibidos, y mucho m¨¢s a¨²n cuando en la bodega se echa mano de un borgo?a o un burdeos que pueden ilustrar un fajo de billetes que sume m¨¢s de 100.000 pesetas.
La temperatura de 14 grados, como es de ley, no enfr¨ªa al amante que visita extasiado el jolgorio mayor de los vinos del mundo, organizado "por afici¨®n", tiene que explicar Rek¨®ndo, porque los vascos, que -comen lo mejor, a la hora del vino "no son tan amantes"; tiene que decir igualmente este monstruo de saber asar carne para que la exquisitez se manifiesto como sabidur¨ªa, y tambi¨¦n, y sobre todo, coleccionista n¨²mero uno de los colores, olores y sabores que va trasegando a?o tras a?o, "porque los extranjeros consumen lo m¨¢s caro especialmente. Muchos de estos comensales, en cuanto se sientan, lo primero que piden es la carta de vinos; la de la comida, despu¨¦s".
Es como se funciona en todas las bodegas de lujo del mundo: lo de maridar la comida y la bebida cada d¨ªa est¨¢ menos en los c¨®digos escritos.
Est¨¢ en la sabidur¨ªa y en los caprichos de todos los Rekondo del mundo.
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