El imperio del absurdo
Confieso que me cae bien la fiscal M¨¢rquez de Prado. Y no es que yo ponga en entredicho la justicia de su sanci¨®n, ni tenga elementos para una valoraci¨®n positiva de su carrera profesional. Mi simpat¨ªa surge como reacci¨®n frente a la acabada labor de destrucci¨®n de imagen que ha reca¨ªdo sobre ella, y a la que han contribuido, a mi entender, su condici¨®n de mujer y su propio aspecto f¨ªsico, resaltado obsesivamente en ilustraciones fotogr¨¢ficas de reportajes cr¨ªticos cuyas connotaciones peyorativas ven¨ªan a complementar. Primero, en el marco de los indomables, presentados como un grupo de amigos despreocupados, con la chica en medio, relacionada sentimentalmente con uno de sus colegas: todo lo contrario de la imagen de severidad exigible en el plano simb¨®lico de la justicia. Luego, tras la sanci¨®n, sola, el rostro impasible, vestida con elegancia, displicente, el reflejo mismo de la persona eg¨®latra, dura con los dem¨¢s hasta el extremo de ignorar las reglas a que est¨¢ sometida su funci¨®n. Quiz¨¢ sea as¨ª la fiscal trasladada. En todo caso, as¨ª han conseguido representarla, sin aportar las razones para ello.Son tiempos en que por todos lados conviene al lector mantenerse atento dada la dur¨ªsima confrontaci¨®n de estrategias del discurso a que estamos sometidos. Son contadas las ocasiones en que la lectura de la noticia puede hacerse de manera inmediata. Un ejemplo ser¨ªa la voluntad punitiva que han puesto de manifiesto las prohibiciones, final y felizmente anuladas, del juez G¨®mez de Lia?o. Constituye un desprop¨®sito pensar que los se?ores Polanco y Cebri¨¢n aprovecharan sus viajes al extranjero para sustraerse a la acci¨®n de la justicia, haciendo el primero de un doctorado honorario la coartada y renunciando el segundo a la lectura de su discurso de ingreso en la Real Academia Espa?ola. Pero, no siempre las cosas son tan claras. Con frecuencia el reverso de las declara ciones y de las noticias arroja m¨¢s luz que la cara visible de las. mismas. Leer se convierte as¨ª en un ejercicio parecido a la lucha japonesa.
Es el caso de la artiller¨ªa pesada que Felipe Gonz¨¢lez despliega a partir de su medida alusi¨®n al descerebramiento de algunos jueces. Subrayo el adjetivo porque la frase est¨¢ perfectamente medida, aunque en el fondo y en la forma resulte brutal. De un lado, est¨¢ dirigida a provocar un cuerpo a cuerpo. No ha tardado ?lvarez Cascos, con su habitual esprit de finesse, en entrar al trapo, favoreciendo de este modo la imajen que pretende fijar el l¨ªder del PSOE: la persecuci¨®n del v¨¦rtice socialista a cuenta de los GAL responde a intereses de sucia pol¨ªtica empleada por el PP para llegar al poder. Ibarra remacha. Por otra parte, y ante todo, Gonz¨¢lez desplaza el problema, en la l¨ªnea de sus afines. Los GAL quedan fuera de campo y la verdadera cuesti¨®n a resolver en el pa¨ªs es la de los jueces (evidentemente, para ¨¦l, los que apuntan a su inculpaci¨®n, cuyos turbios intereses, a?ade la cuadrilla, entroncan impl¨ªcitamente con el PP). S¨®lo falta proceder a la amalgama y tenemos en pie la conspiraci¨®n en primer plano. Cuando nada impide recorrer los dos caminos que parecen obligados. Ir al fondo del GAL, en primer t¨¦rmino, fij¨¢ndose en las pruebas objetivas. Y a continuaci¨®n ir tambi¨¦n a fondo en la reconstrucci¨®n de una trama donde lo que se persegu¨ªa no era precisamente el triunfo de la justicia. La raz¨®n y el Estado de derecho quedar¨ªan as¨ª por encima del juego de intereses.,
Claro que en esto vuelve la batalla sobre el control de la comunicaci¨®n y el Gobierno de Aznar nos recuerda en dos mazazos que debajo de la m¨¢scara centrista se mantiene con fuerza el gusto por el abuso de poder que caracterizara tradicionalmente a la derecha espa?ola. Primero, salt¨¢ndose la recomendaci¨®n de Rousseau: la ley ha de tener un objeto general, no responder a un inter¨¦s concreto, aqu¨ª y ahora de la voluntad de control por parte del Ejecutivo. Segundo y principal olvidando que la coacci¨®n y las amenazas frente a un adversario desde el Gobierno son incompatibles. con la democracia. Y las declaraciones de Rodr¨ªguez son casi una autoinculpaci¨®n. Es algo "grav¨ªsimo", como indic¨® un pol¨ªtico de CiU. Tan grave que dif¨ªcilmente el buen sentido pol¨ªtico de Pujol nos permitir¨¢ salir de esta selva del absurdo.
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