"Comparto con Jovellanos a preocupaci¨®n por el furor de mandar de los Gobiernos"
La vida y la obra de Jovellanos, un hombre de la Ilustraci¨®n, es el tema central del discurso de quien hoy ingresa en la Real Academia Espa?ola
Hoy leer¨¢ su discurso de ingreso en la Real Academia Espa?ola Juan Luis Cebri¨¢n, consejero delegado del Grupo PRISA y primer director del diario EL PA?S desde su aparici¨®n, en 1976, hasta 1988. Le contestar¨¢ el acad¨¦mico y escritor Luis Goytisolo. El nuevo acad¨¦mico fue elegido el 19 de diciembre de 1996 y ocupar¨¢ el sill¨®n V. Entre quienes le precedieron en la citada plaza figuran Emilio Garc¨ªa G¨®mez, Antonio Machado y quien motiva el discurso de ingreso, titulado Memoria sobre algunos ejemplos para la transici¨®n pol¨ªtica en la obra de don Gaspar Melchor de Jovellanos.La vigencia de la figura y la obra de Jovellanos (1744-1811) se comprende con el sucinto relato de su trayectoria vital y de algunos de los temas que le preocuparon. Fue un intelectual que trat¨® de compatibilizar la tradici¨®n con el progreso; que se preocup¨® de temas como el feminismo, el furor ordenancista de los bur¨®cratas y el derecho de los ciudadanos a la felicidad, entre otros; que soport¨® las insidias y calumnias. de quienes le consideraban un traidor; que sufri¨® persecuci¨®n y c¨¢rcel, y que muri¨® en su Asturias natal entre el desprecio y la incomprensi¨®n de quienes no entendieron sus intentos por modernizar una Espa?a a la que le sobraba intolerancia y oscurantismo.
Doscientos a?os despu¨¦s, Espa?a vive de nuevo un periodo de transici¨®n entre dos reg¨ªmenes; la pasi¨®n por el mando de nuestros gobernantes goza de una salud desesperanzadoramente envidiable; la calumnia, la insidia y la persecuci¨®n hace tiempo que son las reinas de la casa, y del derecho a la felicidad ciudadana ya casi se habla s¨®lo en Cambre (La Coru?a). El nuevo acad¨¦mico, por su parte est¨¢ a punto de figurar en el Libro Guinness de los r¨¦cords por ser uno de los personajes p¨²blicos m¨¢s atacado e insultado con periodicidad diaria.
Pregunta. Usted elige en su discurso de ingreso en la Academia la figura de Jovellanos por su significaci¨®n como hombre de la transici¨®n pol¨ªtica y su condici¨®n de intelectual...
Respuesta. Creo que es importante en la figura del intelectual el compromiso. No concibo que pueda haber un intelectual que no est¨¦ comprometido cr¨ªticamente con el mundo que le rodea. Ser¨¢n sabioso eruditos, pero no intelectuales. Otra cosa es que, sea cual sea su actitud, le lleve necesariamente a querer transformar la sociedad, o no, pero lo que caracteriza a un intelectual es que est¨¦ comprometido con los problemas de su tiempo. Y, en ese sentido, Jovellanos me parece uno de los primeros intelectuales modernos. Por otro lado, es un hombre de transici¨®n, y eso me parece muy importante. Un hombre de transici¨®n es quien, efectivamente, tiene un pie en cada una de las dos orillas de la l¨ªnea que divide las dos etapas o los dos reg¨ªmenes entre los que se desarrolla esa transici¨®n, partiendo de una situaci¨®n creada para llegar a otra completamente diferente, incluso contradictoria con la anterior. Es alguien que viene del pasado, que participa de ese pasado y que a lo mejor lo que quiere es defender y salvar lo que pueda de la situaci¨®n anterior, aunque sean los muebles, y no s¨®lo generar el progreso, a lo que tampoco renuncia. Eso hace que sean personajes contradictorios, dubitativos, pero, a mi juicio, guardan una gran coherencia.
P. Son lo que Enzensberger defini¨® en un espl¨¦ndido art¨ªculo publicado en EL PA?S como los h¨¦roes de la retirada...
R. S¨ª.Naturalmente, estos hombres de transici¨®n tambi¨¦n suelen ser acusados de traidores por quienes representan el antiguo r¨¦gimen, al mismo tiempo que no son aceptados plenamente por los protagonistas de la nueva situaci¨®n que les echan en cara la tradici¨®n de la que vienen y el pasado que representan. Son personas que queman frecuentemente su vida en estos periodos de cambio. No necesariamente la desperdician, pero la queman; aparentemente, en el corto plazo, acaban siendo per dedores, aunque luego la historiales reconozca su val¨ªa. ?ste es un fen¨®meno claramente observable en otros personajes y situaciones: en el caso de Su¨¢rez, en el de Gorbachov, en el de Jaruzelsky y en el de tantos otros que se podr¨ªan citar sobre personas que procediendo de una situaci¨®n dada, a la que han servido por otra parte leal y conscientemente, tratan de con ducir a sus pa¨ªses y a las sociedades en las que viven a tra completamente diferente a la del origen del que parten.
P. En su discurso destaca de forma muy especial dos facetas de Jovellanos que confirman su papel como hombre de la Ilustraci¨®n y su evidente intuici¨®n para adelantarse a los problemas que traen consigo los nuevos tiempos: el feminismo y la cr¨ªtica al obsesivo af¨¢n ordenancista del Gobierno frente al derecho a la diversi¨®n
R. Por supuesto, la situaci¨®n de la mujer doscientos a?os m¨¢s tarde es completamente diferente en los pa¨ªses desarrollados. Lo que me interesa destacar es que la defensa de los derechos de la mujer coincide siempre con los movimientos de vanguardia, revolucionarios o prerrevolucionarios. No hay, pr¨¢cticamente, en la historia moderna del mundo un avance de este tipo que no coincida con un movimiento reivindicativo de ese g¨¦nero. Personalmente creo que el problema no est¨¢ tanto en la igualdad de oportunidades para la mujer, que progresivamente existe, como en la necesidad de la educaci¨®n de los hombres en este asunto. Jovellanos interviene en una pol¨¦mica en, el S no de la Sociedad Econ¨®mica Matritense sobre la posible incorporaci¨®n de la mujer a dicha instituci¨®n y se enfrenta a otros partidarios de la Ilustraci¨®n que, pese a ser progresistas, no participan de las ideas de igualdad, sin ser tampoco Jovellanos un feminista ac¨¦rrimo. Pues bien, creo que eso pervive en los tiempos actuales, en los que con frecuencia se aprecian actitudes machistas en quienes, por otra parte, son ideol¨®gica, pol¨ªtica, social y culturalmente partidarios del progreso y la tolerancia.
P. Quiz¨¢ esa moderada defensa de los derechos de la mujer por parte de Jovellanos resulte coherente con el siguiente punto que usted destaca y analiza en su discurso: el derecho de la ciudadan¨ªa al placer, al ocio; en definitiva, a la felicidad, y, por contra, el obsesivo af¨¢n del Gobierno por reglamentar y reprimir dicho derecho. Todo parece indicar que reivindicar los derechos de la mujer es consustancial a un concepto de la existencia en el que el gozo ocupe un lugar relevante.
R. Pues sin duda alguna. Eso no est¨¢ en el discurso, pero as¨ª es. Es decir, la incorporaci¨®n a la estructura social del mundo de los valores y criterios que la mujer tiene cambiar¨ªa notablemente esa estructura, por lo menos en teor¨ªa. No hay que olvidar que mujeres que han gobernado, como Margaret Thatcher, Indira Gandhi o Golda Meier, al final se comportan respecto al poder exactamente igual que los hombres. Pero es evidente que el mundo del poder, tal y como est¨¢ estructurado, es un mundo de hombres, y la lucha por conseguirlo es, fundamentalmente, masculina. Tambi¨¦n es cierto que hay otros valores que tienen relaci¨®n precisamente con la felicidad, con la vida ¨ªntima, con la consecuci¨®n de objetivos personales o sociales de car¨¢cter diferente, que est¨¢n mucho m¨¢s ligados a lo que podr¨ªamos denominar el universo femenino. Por eso creo que si se lograra una incorporaci¨®n m¨¢s activa de la mujer a puestos dirigentes se acabar¨ªa por cambiar profundamente los sistemas de relaciones sociales.
P. Lo que resulta casi ins¨®lito es que un hombre como Jovellanos reivindique la diversi¨®n y la capacidad de disfrutar de los peque?os placeres de la vida, y que dos siglos m¨¢s tarde, en unas circunstancias econ¨®micas mucho m¨¢s favorables, los pol¨ªticos no muestren el menor inter¨¦s por estimular y favorecer el anhelo de ser felices...
R. Claro ... Hay una cosa muy curiosa en Jovellanos, como en todos los intelectuales que quieren comprometerse en la transformaci¨®n de la sociedad, y es que acaba -de una forma u otra- participando de las estructuras del poder. El caso de Jovellanos es muy revelador: es feliz siendo magistrado en Sevilla, en su primera juventud; es felic¨ªsimo en Gij¨®n, realizando una actividad intelectua , empresarial y aun pol¨ªtica alejado de las intrigas de la Corte, y cuando llega al poder, cu¨¢ndo le nombran ministro de Gracia y Justicia, en sus Diarios explica que va como a una condena, aunque al mismo tiempo le atrae el deber, el compromiso moral y la oportunidad que le ofrece el ministerio para transformar la sociedad. Y llega a la Corte y choca radicalmente con ella. La Corte es el lugar de las insidias, de las intrigas, de los enemigos, de las conspiraciones y de la conjunci¨®n de las pasiones que concita la lucha por el poder. Yo creo que eso no ha cambiado, incluso no ha cambiado en la Espa?a de hoy. Es decir, la tensi¨®n, la vibraci¨®n viciosa que padece Madrid como capital del Estado, las conspiraciones, insidias, amenazas y truculencias que se viven en Madrid no se viven en el resto del Estado, por lo menos con esa vehemencia. P. Ya, pero tambi¨¦n parece que es inevitable. En todo centro de poder surgen las ambiciones y, probablemente, no es concebible el avance social, el progreso, sin esa pugna...
R. Pero esto nos lleva a una meditaci¨®n sobre la influencia del poder en los comportamientos sociales y, por contraposici¨®n, sobre la necesidad del derecho a la felicidad. Y hay cosas muy curiosas que si las analizamos ver¨ªamos que siguen sucediendo igual que en tiempos de Jovellanos. Por ejemplo, lo que se llam¨® la movida cuando Tierno Galv¨¢n era alcalde de Madrid, que en el fondo era una potenciaci¨®n o un deseo -todo lo artificial o artificioso que se quiera, pero real- de b¨²squeda y est¨ªmulo del derecho de la gente a divertirse, que ya est¨¢ en la Memoria para el arreglo de la polic¨ªa de los espect¨¢culos y diversiones p¨²blicas de Jovellanos; ese deseo, digo, choca con la estructura burocr¨¢tica y gris que el poder tiende a producir. Lo que me preocupa es que el poder, nuevamente, responde con actitudes de poder, con "el furor de mandar" que dice Jovellanos, ante la posibilidad de que los ciudadanos se diviertan, y que la ¨²nica explicaci¨®n posible es la de que la autoridad existe y se tiene que ejercer. Esa pasi¨®n por el ordeno y mando que se aplica incluso a los espect¨¢culos p¨²blicos, no para que se organicen mejor o la gente sea m¨¢s feliz, que ser¨ªa lo razonable, sino para que la gente sea m¨¢s feliz "como yo digo que tiene que ser f¨¦liz", bueno, lo estamos viviendo ahora mismo hasta extremos inauditos.
P. Quiz¨¢ porque el poder desconf¨ªa siempre de lo que no controla, de lo que desconoce; en este caso, de la capacidad de disfrutar...
R. Pero cuando vemos, por ejemplo, una protesta por los mu?ecos del gui?ol de Canal +, y, adem¨¢s, una respuesta estructural del poder, una actitud, un an¨¢lisis y una toma de posici¨®n ante esos mu?ecos, lo que se aprecia es ese "furor del mando" que se?ala Jovellanos, esa obsesi¨®n por demostrar "qui¨¦n manda aqu¨ª".
Babelia
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