Sobre la reforma de la Ley de Aguas
El autor critica el borrador de la Ley de Aguas porque ignora los mayores obst¨¢culos para su modernizaci¨®n -estructura arcaica de la Administraci¨®n y cultura ancestral del usuario- y s¨®lo mide el consumo
El filtrado borrador de reforma de la Ley de Aguas no supone un cambio sustancial en la pol¨ªtica del agua, al ignorar los mayores obst¨¢culos que impiden modernizar su gesti¨®n: la estructura de su Administraci¨®n y la cultura del usuario. Es, pues, simple maquillaje. Pese a introducir el t¨¦rmino desarrollo sostenible, y, resaltar la dimensi¨®n medioambiental, la reforma se centra en el control de los recursos (aguas desaladas, reutilizaci¨®n, autogesti¨®n de acu¨ªfe ros), y en su potencial comercio (mercados de agua). Las constantes referencias de los pol¨ªticos a su uso eficiente, no encuentran continuidad en medidas concretas. Basta, al parecer, con medir con sumos.El desarrollo sostenible -concepto introducido por la Comisi¨®n Burtland (1987)- pretende compatibilizar los limita dos recursos naturales renovables con un desarrollo arm¨®nico global. Es, sencillamente, equilibrar en el largo plazo recursos y usos, sin restringir el progreso ni agredir al medio natural. Similar pues a cuadrar las cuentas del Estado. Si el nivel de gastos supera el de ingresos, se genera un d¨¦ficit. Y si ¨¦ste se corrige elevando en exceso los impuestos, el desajuste crece. Cual ocurre con el balance h¨ªdrico. a intrusi¨®n salina es buen ejemplo.
Es obvio que para cuadrar un balance hay que aunar las responsabilidades de gastos e ingresos. Los calificativos del Ministerio de Econom¨ªa y Hacienda aluden a ambos menesteres. Con responsables diferentes, imposible alcanzar el equilibrio y los criterios de convergencia. La administraci¨®n del agua no sigue este modelo. No es extra?o. Hasta hace unas d¨¦cadas los recursos superaban los usos, no atisb¨¢ndose grandes conflictos. Pero las, estructuras deben adaptarse a las necesidades.
Actualmente es el Ministerio de Medio Ambiente quien gestiona tanto los recursos h¨ªdricos como los econ¨®micos con que promover obras relevantes. Con las confederaciones como apoyo tiene garantizado un protagonismo casi total. Los usos (gastos) los controlan, es un decir, el Ministerio de Agricultura y los ayuntamientos cuyo papel, a remolque de quien administra los recursos, es irrelevante. Y el resultado conocido. Las obras ni se mantienen ni se amortizan. Los rendimientos se desconocen. El descontrol de la Administraci¨®n, a este respecto, es total. No existe, por ejemplo, reglamento a nivel nacional del suministro de agua potable. A los responsables de los recursos no les preocupan estas menudencias y los del uso, ayuntamientos, tienen otras prioridades.
El secreto de Israel no es su tecnolog¨ªa, sino su estructura de gesti¨®n. Todo depende del Ministerio de Agricultura, prueba de que los usos prevalecen sobre los recursos. Una buena administraci¨®n comienza controlando el gasto y en tal estrategia se basa el ¨¦xito.
Pero si vieja es la Administraci¨®n, ancestral es la cultura del usuario. La distribuci¨®n del agua, tanto en abastecimiento como en riego, se apoya -hay excepciones- en la subvenci¨®n y el precio pol¨ªtico. El usuario se encuentra c¨®modo con esta cultura, incompatible con una gesti¨®n moderna y un servicio de calidad, hasta que atisba la sequ¨ªa. No extra?a, con este deterioro progresivo, el n¨²mero de consumidores de agua embotellada, cuyo gasto iguala o supera el recibo de agua potable. Nadie protesta. Extra?a filosof¨ªa, que en Italia alcanza al 44% de la poblaci¨®n. Espa?a, sin datos oficiales, no anda a la zaga.
Pero seamos realistas. Cualquier pol¨ªtico, independientemente de su ideolog¨ªa, capacidad u honradez, debe el cargo a sus electores. No es, pues, proclive a adoptar decisiones impopulares, salvo que no existan alternativas, como en ¨¦pocas de sequ¨ªa. Pero, en tal tesitura, ya no hay tiempo para una actuaci¨®n planificada, recurri¨¦ndose a medidas tercermundistas (interrupci¨®n temporal del servicio) o esperp¨¦nticas (barcos cisterna).
Es dif¨ªcil introducir desde arriba el cambio, sin configurar antes una mayor¨ªa que lo apoye. Urge, pues, explicar a los ciudadanos d¨®nde estamos en relaci¨®n a pa¨ªses que, con similares usos y menos recursos, tienen la situaci¨®n controlada. La actual pol¨ªtica no garantiza la sostenibilidad. La atomizada estructura actual y el confuso organigrama a?aden dificultades.
Dada la complejidad del cambio, no se puede ir con prisas. Los soci¨®logos deben mostrar el camino para abandonar una cultura tan arraigada, facilitando as¨ª la acci¨®n pol¨ªtica posterior. Definimos una l¨ªnea de actuaci¨®n sencilla, asumible por los ciudadanos. Todos somos usuarios. El mensaje es claro: ahorrar agua para garantizar el futuro, asumiendo el coste requerido.
Hay que implantar una nueva ¨¦tica del agua que, adem¨¢s, aliviar¨¢ la mayor enfermedad de la sociedad moderna. Un reciente estudio (1995) de la Uni¨®n Europea (Direcci¨®n general V), califica la gesti¨®n del agua como u importante yacimiento de empleo. El mantenimiento, la rehabilitaci¨®n, la medici¨®n, el control del rendimiento, la depuraci¨®n, la reutilizaci¨®n y, en fin, la implantaci¨®n de una nueva cultura de uso, con costes reales, demanda tecnolog¨ªa y empleo Hasta 500.000 nuevos puestos de trabajo en la UE. Se apunta como obst¨¢culo para modernizar la gesti¨®n, la escasa concienciaci¨®n del ciudadano, complaciente con el paternalismo estatal y reacia a invertir en actuaciones que, salvo en ¨¦pocas de sequ¨ªa, pasan inadvertidas.
La buena predisposici¨®n actual para resolver el problema es aparente. Quienes hemos nacido en pueblos agr¨ªcolas con redes de agua potable sin contadores, de inexorable privatizaci¨®n, sabemos del arraigo de esta cultura. Erradicarla no es simple, cualquier acci¨®n pol¨ªtica fracasar¨¢ si no se abona previamente el terreno. Adem¨¢s, en estas condiciones resulta rid¨ªculo hablar de solidaridad entre autonom¨ªas.
Muchos son los derechos e intereses establecidos que, tal vez, expliquen la reforma planteada. Y aunque ser¨ªan temerarias maniobras bruscas, habr¨¢ que comenzar a allanar los dos obst¨¢culos para un desarrollo sostenible. Terminolog¨ªa, declaraci¨®n de intenciones y contemplar nuevas realidades -la desalaci¨®n o la reutilizaci¨®n- no basta para superar la pr¨®xima sequ¨ªa. Hace falta mucho m¨¢s.
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